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Corazón de Jesús, salvación de los que
esperan en Ti, que hiciste la más optimista invitación a la confianza, precisamente
cuando hablabas a tus Apóstoles de soledad y de lucha.
En
medio de las incomprensiones y pequeñeces, del sufrimiento, de las limitaciones
humanas y lo inevitable de la realidad de cada hora, que vuelven condicionados
nuestros más entrañables y decididos planes de santidad o apostolado,
confiamos en Ti, Corazón de Cristo.
Toda
nuestra esperanza la ponemos en Ti solo, que nos prometes el ciento por
uno que nos hablas de «un más allá de
toda esperanza», qué tejes con tu providencia y para nuestro bien la red de
todos los caminos.
Sabemos
a quién nos hemos entregado. Concédenos, Señor, que no haya encrucijada ni
tiniebla capaz de arredrarnos.
Que
estemos siempre seguros de Ti, por encima del temor y del dolor, esperando de
tu Corazón esa misma esperanza inmutable.
Serenos
y humildes, sintiéndonos capaces de cualquier trabajo y renuncia, viviendo
evangélicamente el día de hoy sin temer lo que nos depare el mañana, y seguros
de tu Corazón, piedra angular, Corazón de Cristo, en quien confiamos.
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