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Corazón de Jesús, que aborreces la tibieza y experimentas dolor ante los que abandonan el camino comenzado de tu seguimiento: haz que nunca se enfríe nuestro espíritu. Que vivamos cada hora, encendidos en tu amor.
Que no seamos de los que por la mañana rinden tributo a Dios y por la tarde te olvidan; de los que han aprendido a vivir con una conciencia tranquila porque han recostado su cabeza en tu Corazón, como discípulos amados, aunque luego te puedan negar como Pedro.
Haznos ser enemigos de esas mezquinas componendas que quitan vida y vigor a la fe y al amor que debemos a tu Corazón. Tú que has venido a traer fuego a la Tierra para abrasarla en esa hoguera de tu amor, inflámanos para purificarnos de cobardías y para poner al rojo vivo nuestro espíritu cristiano.
Arrástranos tras el amor encendido de tus dolores y de tu Cruz. Y métenos por fin dentro de la hoguera de tu Corazón.
Tú, que pides que seamos perfectos como nuestro Padre del Cielo es perfecto, y santos como Tú mismo eres Santo, haz que, sostenidos por tu amor, corramos la carrera de nuestra vida sin cerrar jamás a tus continuas llamadas, la puerta de nuestro corazón.
¡AMÉN!
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