Francisco en el Vía
Crucis: El mal no tendrá la última palabra
Inmigración, crisis económica, marginación y enfermedad al centro
de las meditaciones
18 de abril de 2014 (Zenit.org) - La noche del Viernes Santo el
Coliseo ha estado iluminada por la luz de las velas de las miles de personas
que han acompañado al Santo Padre en el Vía Crucis. Francisco, en profunda
actitud de oración, ha escuchado las estaciones y las reflexiones desde la
terraza del Palatino. Un Vía Crucis que ha reflexionado sobre la crisis, la
inmigración, la pobreza y tantos otros males que sufre el mundo de hoy. La
Cruz, cargada por algunos protagonistas de estos sufrimientos, ha salido desde
el interior del Coliseo hasta la calle, mientras la multitud de fieles
escuchaba las meditaciones desde los alrededores.
"En la Cruz vemos la monstruosidad del hombre, cuando se deja
guiar por el mal. Pero vemos también la inmensidad de la misericordia de Dios
que no nos trata según nuestros pecados, sino según su misericordia", ha
indicado el Santo Padre en la reflexión final del Vía Crucis. A pesar de que no
estaba previsto, el Papa ha realizado una breve reflexión. Asimismo, ha
afirmado que "frente a la Cruz de Jesús vemos casi, hasta tocar con las
manos, cuánto somos amados eternamente. Frente a la Cruz nos sentimos hijos y
no cosas u objetos". Francisco ha realizado una oración, pidiendo al
Señor: "enséñanos que el mal no tendrá la última palabra, sino el amor, la
misericordia y el perdón". Finalmente ha pedido recordar a los enfermos, a
las personas abandonas bajo el peso de la Cruz, "para que encuentren en la
prueba de la Cruz la fuerza de la esperanza, la esperanza de la Resurrección y
del amor de Dios".
Un trabajador junto con un emprendedor, dos extranjeros, dos
personas en un centro de rehabilitación, dos personas sin hogar, una familia,
dos presos, dos mujeres, dos enfermos, dos niños, dos ancianos, custodios de
Tierra Santa, dos religiosas, y el cardenal Vallini -en la primera y en la
última-, han sido los encargados de llevar la cruz en cada una de las
estaciones.
"¿Y nosotros, sabremos tener una conciencia recta y
responsable, transparente, que no dé nunca la espalda al inocente, se
despliegue, con valentía, en defensa de los débiles, resistiendo a la
injusticia y defendiendo en cualquier lugar la verdad violada?", se ha
escuchado en la primera estación.
En la segunda, se ha reflexionado sobre el peso de la crisis
económica. "El peso de todas las injusticias que han producido la crisis
económica, con sus graves consecuencias sociales: precariedad, desempleo,
despidos, un dinero que gobierna en vez de servir, la especulación financiera,
los suicidios de los empresarios, la corrupción y la usura, con las empresas
que dejan el propio país".
En la siguiente estación, se ha podido escuchar sobre la
fragilidad que nos abre a la acogida, "con la fuerza interior que le viene
del Padre, Jesús nos ayuda también a acoger la fragilidad de los otros, a no
ser cruel con quien ha caído, a no ser indiferente hacia quien cae".
A continuación se ha detenido en las "lágrimas
solidarias". En esta estación se recogen "todas las lágrimas de cada
madre por los hijos lejanos, por los jóvenes condenados a muerte, muertos o
partidos a la guerra, especialmente los niños soldado". Así como se ha
pensado en las "madres vigilantes en la noche con las lámparas encendidas,
con ansia por los jóvenes abrumados por la precariedad o consumidos por la
droga o el alcohol, ¡especialmene el sábado por la noche!"
En la quinta estación se ha podido oír la mediación sobre la mano
amiga que alivia. "Solo abriendo el corazón al amor divino, soy empujado a
buscar la felicidad de los otros en tantos gestos de voluntariado: una noche en
el hospital, un préstamo sin interés, una lágrima secada en familia, la
gratuidad sincera, el compromiso a largo plazo del bien común, el compartir el
pan y el trabajo, venciendo cualquier forma de celos o envidia".
Siguiente estación, la sexta: la ternura femenina. "La
Verónica consigue tocar el dulce Jesús", "no solo para aliviar sino
para participar en su sufrir".
Séptima estación: la angustia de la cárcel y la tortura. En esta
ocasión se ha escuchado que "en cada cárcel, junto a todo torturado, está
siempre Él, el Cristo que sufre, encarcelado y torturado".
Y a continuación ha llegado la octava estación "compartir y
no conmiseración". En esta ocasión "lloramos por esos hombres que descargan
sobre las mujeres la violencia que tienen dentro. Lloramos por las mujeres
esclavizadas por el miedo y la explotación". Añadiendo que "las
mujeres son tranquilizadas como hizo Él, son amadas como un don inviolable para
toda la humanidad".
En la novena estación: "vencer la nociva nostalgia",
donde se ha pedido que "nos ayude la contemplación de Jesús desplomado,
pero capaz de alzarse, a saber vencer las clausuras que el miedo del mañana
imprime en nuestro corazón, especialmente en este tiempo de crisis. Superemos
la nociva nostalgia del pasado, la comodidad del inmovilismo, del ¡siempre se
ha hecho así!".
Y ha llegado la décima estación y la reflexión sobre la unidad y
la dignidad. "En Jesús, inocente, desnudado y torturado, reconocemos la dignidad
violada de todos los inocentes, especialmente de pequeños".
En la undécima estación, "en la cama de los enfermos",
se ha escuchado que "solo si encontramos, junto a nosotros, alguno que nos
escucha, nos está cerca, se sienta en nuestra cama... entonces la enfermedad se
puede convertir en una gran escuela de sabiduría, encuentro con el Dios
paciente".
"El gemido de las siete palabras", motivo de reflexión
en la estación duodécima. Estas siete palabra de Jesús en la Cruz, "son
una obra maestra de esperanza. Jesús, lentamente, con pasos que son también los
nuestros, atraviesa toda la oscuridad de la noche, para abandonarse, confiado,
en los brazos del Padre. Es el gemido de los moribundos, el grito de los
desesperados, la invocación de los perdedores. ¡Es Jesús!"
A continuación, decimotercera estación: "el amor es más
fuerte que la muerte". Y aquí, se ha reflexionado que la piedad
"significa hacer prójimo a los hermanos que están en luto y no se
resignan. Es gran caridad cuidar a quien está sufriendo en el cuerpo herido, en
la mente deprimida, en el alma desesperada". Y es que "amar hasta el
final es la enseñanza suprema que nos han dejado Jesús y María".
Y finalmente, decimocuarta estación, "el jardín nuevo". En la
última parada del Vía Crucis se ha escuchado que "la muerte nos desarma,
nos hace entender que estamos expuestos a una existencia terrena que tiene un
final. Pero es delante de este cuerpo de
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡GRACIAS POR COMENTAR!