Amor de Dios.- Bajeza humana
Un
bello relato en la 1ª lectura (Isaías 49, 8.15), en el que Dios se deshace en
expresiones delicadas y amorosas hacia su Pueblo. Con ese pueblo ha constituido
alianza, lo ha defendido, lo ha liberado, lo ha mimado. Hasta el punto de tener
con é sentimientos de madre… Y si fuera posible que una madre se olvidara de su
bebé de pecho, todavía estaría firme e inalterable el amor de Dios.
Porque,
como dice Jesús –Jn 5, 17-30- Dios sigue en acción todos los días y mantiene su
providencia amorosa sobre toda la humanidad. Jesús mismo expresa que todo el
amor que Él vuelca sobre aquel pueblo, es un reflejo o manifestación visible
del amor mismo del Dios del Cielo. Y llega a tanto esa delicadeza del Padre, que
no enjuicia a nadie, sino que le deja el juicio al Hijo, ¡porque el Hijo es
también hombre!, y está mucho más cerca a los problemas que hay en esa
humanidad. Ya falta menos para que en este mundo se pueda palpar el amor de
Dios.
Pilato
se ha quedado con las ganas de que Jesús diga algo, siquiera para defenderse de
aquel conjunto de acusaciones. Jesús estaba pesando que ¿para qué, si las
razones y explicaciones no sirven…, si la
verdad no quiere ni saberse? Estaba Pilato así de confundido cuando uno de
aquellos acusadores lanzó la idea de que ya
venía desde Galilea alterando el orden, revolviendo al pueblo. No le
interesaba demasiado a Pilato el cargo que acababan de hacer contra Jesús, pero
“políticamente” le venía muy bien, porque saldaba varios problemas de una sola
tacada: si Jesús era galileo, lo remitiría a Herodes, tetrarca responsable de
las cosas de Galilea (y que, por razones de la Pascua inmediata, estaba en
Jerusalén, y a dos pasos del pretorio). Con “habilidad política” se quitaba de
en medio aquel engorroso caso de Jesús. Y tendía un puente a Herodes, con quien
estaba peleado. Era una deferencia enviarle el caso a él… Y en efecto le
reportó una renovación de relaciones.
Pienso
que entre los mismos sacerdotes y senadores hubo malestar por aquel que había
sacado a relucir el origen galileo de Jesús, porque el nuevo trámite era volver
a empezar, cuando el tiempo apremiaba porque la pascua estaba a pocas horas… Y
si sabemos entrar en el sentir de Jesús, era un sufrimiento nuevo –y agudo- por
el que tenía que pasar. Herodes había matado al Bautista. Herodes era un tipo
sin criterio ni voluntad…, que no fuera la propia veleidad y de lo que fuera
más placentero y fácil… Se iba a ver ante “un
zorro”…, “una raposa”…, como Jesús mismo lo había descrito. ¡Ese individuo
indeseable era quien se había de hacer cargo de la causa de Jesús! Pero Pilato había
aprovechado la oportunidad que le habían brindado para desaparecer hacia el
interior de su Palacio, y ya no había apelación.
Vuelven
a atar a Jesús, y ahora con más disgusto y violencia interna (que descargan en Jesús
como si Él fuera el culpable), vuelven grupas hacia Herodes… Pilato le ha
enviado recado urgente y oportuno para que estuviese preparado porque le
remitía a un preso muy mal visto por los judíos. Herodes –que todo lo convertía en fiesta, en espectáculo,
en placer de sus sentidos, pone en pie a toda su corte para asistir a un hecho
insólito, de un hombre que es muy recio y hace cosas espectaculares…, y que ahora
él –mal visto por ese preso- lo va a
tener en sus manos…, ¡incluso la vida misma de tal personaje!.
Cuando
llegaron los senadores, con el sumo sacerdote al frente, todavía tuvieron que
esperar –con honda impaciencia por la premura de tiempo de que disponían- hasta
que se abrieron las puertas de aquella sala. Herodes bien repantingado en su
trono, los cortesanos y cortesanas ávidos de fiesta (aunque casi todavía medio
dormidos), y los judíos que entran con Cristo por delante, bien custodiado.
Herodes
se muestra deferente con el preso, a quien quiere que lo desaten, Jesús con sus
ojos clavados en el suelo (lo que el tetrarca interpreta como timidez o incluso
vergüenza y pesar por aquellos epítetos expresados contra Herodes en otro
momento)… Herodes trata de crearle al preso ambiente distendido y afable… Y los
senadores que tanto más arrecian en sus acusaciones cuanto que menos decidido
ven al “juez” para dictar sentencia de muerte. Y se producen tres mundos
diversos: la verborrea de Herodes (que se juega su prestigio ante sus
cortesanos); los judíos acusando sin parar; Jesús que no pronuncia palabra ni
levanta la vista ante aquel personajillo que le pretende engatusar para que le
haga allí unas cuantas obras prodigiosas que diviertan a sus amigos.
No
hubo ni un gesto en el rostro de Jesús, si no era la incomodidad de estar en
aquella sala, la misma –quizá- en que se jugó la cabeza de un profeta para premiar
a una bailarina y agradar a los comensales. Y como Herodes no estaba
acostumbrado a perder, la fiesta que no tuvo por un sitio, se la buscó por
otro. Era evidente que Jesús era un memo que no sabía aprovechar su gran
oportunidad –tan gratuitamente- y optó el tetrarca por inventar su otra fiesta:
vestir a Jesús con manto de burlas para que todos disfrutaran un rato riéndose
del “tonto”… Los sacerdotes y ancianos saltaban por las paredes porque estaba
perdiéndose un tiempo precioso… Y solicitaron poder retirarse… Y así lo hicieron,
llevando por delante a Jesús con su manto de iluso, y entre las risotadas de
las gentes, que ya estaban caminando por las calles de la ciudad.
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