“Descendió a LOS INFIERNOS”
Hoy
es “ese día”. Jesús, muerto, y sepultado su cuerpo, bajó a los INFIERNOS. Así lo expresamos en el CREDO. Y más de uno
sigue sin entender esa “bajada”.
Pongamos
los conceptos en claro:
“Infierno”,
genéricamente expresado, indica ausencia
de Dios…, donde Dios no está…, donde no puede gozarse de la felicidad de su
Presencia.
El
Infierno de los condenados es la ausencia absoluta y eterna de Dios; la
imposibilidad de que Dios esté presente alguna vez. Responde a la hipótesis de alguien que, en su vida, apartó a Dios de
tal manera, que no lo quiso presente nunca y de ninguna forma. Rechazó a Dios y
el camino enseñado por Dios.
Por
esa misma hipótesis, quien SE AUSENTÓ LIBRE Y VOLUNTARIAMENTE de Dios, será
respetado en su libertad. No quiso; no tendrá nunca la imposición de Dios. NO
VERÁ JAMÁS a Dios. “Condenado” es palabra derivada del latín: damnum (=daño). El daño más espantoso es
perder toda esperanza (como define
Dante en la “Divina Comedia”). Nadie condenó; se hizo daño a sí mismo el que no quiso a Dios…, y ahora él mismo sufre la
desesperanza que le carcome por dentro [el gusano de la conciencia], porque
vive una permanente ausencia…, como “empinado”
siempre para poder ver…, y sin alcanzar nunca la “altura” necesaria para
siquiera asomarse. “Entre vosotros y
nosotros hay un abismo infranqueable, de modo que no puede pasar nadie de aquí
a allí, ni de vosotros a nosotros”. (Parábola contada por Jesús).
“Los
infiernos” –así en plural- es la situación de quienes murieron antes de
la redención de Cristo, y AÚN no han podido ver a Dios, porque
el Cielo quedó cerrado por el pecado. Cuando Jesús ha realizado la redención
por su muerte y en la esperanza cierta de su victoria, desciende a los infiernos
que, automáticamente dejan de serlo, porque la Presencia de Jesús abre ya las
compuertas de la muerte y subiendo Él al Cielo, se lleva cautivos de su amor a los que estaban cautivos… No sufrían pero
no gozaban. Vivían, eso sí, la esperanza de la Promesa de Dios: esperaban el advenimiento del Redentor del
mundo. Y en este instante en que irrumpe Jesús “allí”, la Promesa se hace
PRESENCIA, los infiernos se hacen
Cielo. Dios está presente.
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