La repugnante figura
de Pilato
Hoy
voy a empezar por aquí, porque me tiene impactado el personajillo que es
Pilato. Ya se ha desentendido tanto del “castigo” al que declaró inocente, que
lo que ha encontrado al cabo de media hora ha sido una piltrafa en el preso que
él había pretendido –veleidosamente- salvar y liberar. Y como es un pelele que
no tiene ni personalidad ni valentía, ahora llega a querer pensar que –sacando a
Jesús al público…, a ese desecho de hombre que ha quedado tras “el castigo”-
cuando lo vean los acusadores van a sentir lástima y así Pilato va a conseguir
su objetivo, sin haberse pringado en nada personalmente. Hasta ahí llega la
capacidad de engaño y de impersonalidad de quien es mucho más desecho de persona
que el propio Jesús en las condiciones que está.
Salió
Pilato afuera y anunció ya su “triunfo”…: “os
lo saco fuera para que sepáis que yo no encuentro en él causa alguna de muerte”.
Y ahora sacan a Jesús, rastreando los pies, encorvado, semidesnudo, como puesto
en escaparate ante una plaza endemoniada. Y con esa expresión de suprema estupidez
que es propia del incapaz, Pilato pronuncia su palabra “de presentación”: Aquí
lo tenéis: He aquí al hombre… ¿Qué sería lo que estaba pensando Pilato
decir con aquella palabra? ¿No era más bien mostrar al “desgraciado” a la vista
de las gentes…, al que no parece ni hombre sino deshecho de la plebe y gusano que
repugna? ¿Qué otra cosa estaba buscando Pilato con aquel presentar así a un
Jesús que apenas se sostenía en pie?
Estaba
Jesús un paso detrás de Pilato. Rechinaban sus dientes por el frío de la fiebre
y el dolor insoportable. Cuanto le era posible en aquella situación de
enajenación por todo lo que llevaba sobre sí, podemos imaginar cómo está viendo
Jesús toda esa escena… Lo primero, lo inútil de aquel paso; la propia vergüenza.
Pero sobre todo, la pena que Jesús está sintiendo por Pilato, la compasión por
el hombre que no muestra ni siquiera ser hombre; la vergüenza ajena al ver a un
jefe y juez tan inútil, tan infeliz, tan veleidoso, tan incapaz… Jesús no podía
sostenerse en pie, pero… ¿acaso Pilato se sostenía mínimamente como persona?
Jesús sintió mucha lástima de aquel desgraciado cobarde, inútil mal defensor de
una causa por la que nada propio quería comprometer… Si Jesús era presentado
como EL HOMBRE, a Pilato había que presentarlo como el no-hombre… Mo tenía estatura para estar donde estaba.
Eso
era lo que ya se sabían de memoria los sacerdotes y senadores. En cuanto Pilato
presentó a Jesús, se le echaron encima con una palabra demoledora…, la
mismísima que había movido a Pilato a “castigar” a Jesús: Crucifica, crucifica…; déjate de teatro y de pamplinas. Llega hasta
el final y acabamos ya.
Pilato
se siente muy molesto y da la patada absurda del tímido: Tomadlo vosotros y crucificad. Dejadme a mí tranquilo y entendéosla
vosotros. Lo que era una manera de escupirles a los judíos porque ellos querían
una sentencia de muerte contra un hombre sin culpa. Y los judíos devuelven el
escupitajo contra Pilato: Nosotros tenemos
ley, y según esa ley debe morir porque
se ha hecho hijo de Dios.
Y
ahí se estremece el presidente: ¿Será posible que yo esté haciendo esto con “un
hijo de los dioses”? Y temió. Le estaban tocando un punto demasiado sensible a
un personaje sin criterio pero con un temor a “lo divino”. Y se quedó muy
parado. Por un instante eterno no supo reaccionar. Jesús, desde detrás, sintió
más pena de Pilato. Era una pelota rebotando de pared en pared. Un tipo sin
voluntad, ni decisión, ni personalidad…, un pelele auténtico…, que ahora se
descomponía y no por una injusticia flagrante sino por un miedo cerval hacia “los
dioses”. Y reacciona Pilato entrando dentro y llamando a Jesús…, para hacerle
una pregunta del hombre abatido: ¿De dónde
eres tú? ¿Merecía respuesta Pilato? ¿Merecía respuesta esa pregunta? La
justicia ¿ni debía ejercerse en cualquier caso, viniera Jesús de donde viniere?
Jesus no respondió nada. Y Pilato –como todos los cobardes- optó por engallarse
con el preso, para sacar pecho y decir: ¡aquí estoy yo! ¿No sabes que tengo poder para crucificarte y poder para salvarte?
Por la boca muere el pez. Porque buena responsabilidad tiene quien grita ahora
sus “poderes”, cuando se los han aplastado los otros gritos de la plaza.
Jesús
se lo hizo ver: No tendrías ningún poder,
y menos sobre mí, si no te lo hubieran dado de lo alto. Y con una misericordia
que deshace, le añade, casi disculpándolo: Pero
más culpa tienen los que me han entregado a ti. Pilato pudo comprobar que “el pobre hombre” sobre quien él había
intentado la compasión de la gente, estaba mucho más entero y mucho MÁS HOMBRE
de lo que él había pretendido expresar. Por eso con más fuerza buscaba razones
para soltarlo. [No implemente “soltarlo”,
liberarlo de la jauría de la plaza…; pese a tanto fracaso cosechado, todavía busca
“razones” para soltarlo…, como si no las tuviera todas.
Realmente,
Pilato es el desecho auténtico de hombre. Y Jesús miró fijamente a Pilato y
sintió mucha más pena. [Yo entiendo muy bien esa sensación, y comprendo que en
Jesús no se levantara otro sentimiento. Pero pena, lástima, vergüenza ajena…,
sí que lo comprendo perfectamente].
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