TODO CUMPLIDO
Perdonadme que hoy llegue un poco más tarde a la cita; pero ALGUIEN me
esperaba hoy para estar allí con Él en esas horas precisas de su condena como reo de muerte
Y
como yo había llegado ayer hasta el último suspiro de Jesús, hoy me he
permitido echar moviola atrás y tratar de barruntar qué fue aquel largo
silencio de Jesús en la cruz, a punto ya de muerte, antes de expresar su resumen
de vida –tan satisfactorio- del que ve TODO
CUMPLIDO, acabado, perfecto, sin que le falta nada. Que si bien sería
gozoso –y también interminable- tomarlo desde Belén, Nazaret, pueblos y
ciudades palestinas…, me reduzco a esas últimas doce horas, desde el momento en
que “no aparté mi rostro a ultrajes y
salivazos, y ofrecí mi rostro como pedernal”; “no abro la boca y enmudezco”…
Porque ahora –en ese largo silencio
último- dejaba a Jesús un sentimiento victorioso: había hecho lo que tenía que
hacer; había seguido “el guión” a la perfección. Había agradado al Padre, que siempre
estuvo su lado. Y desde la altura de la
cruz, con la muerte planeando sobre su cabeza, Jesus sintió estremecimiento al
recordar la causa de su condena: “Ha
blasfemado; reo es de muerte”. Sí, en efecto: esto estremecía el corazón
del moribundo… Toda su vida en defensa y amor de la voluntad de Dios…; no
habiendo hecho otra cosa que agradar al Padre y honrarle y escucharle, ¡y ahora
es condenado por blasfemo…! Realmente
era esto lo que se le había grabado más en el alma. Las demás acusaciones que
le habían hecho, casi las veía bagatelas cuando miraba ya desde esa altura de
su cruz y esa carencia de aire en sus pulmones…
Malhechor, alterador del orden, rey “mesiánico”,
destructor del Templo…, todo eso era algo tan absurdo y superficial, que no
le afectaba. Lo de “haberse hecho igual a
Dios”, y sufrir por eso la condena de
“blasfemo”, sí le daba dolor… Y miró desde arriba y encontró el consuelo
de su espíritu porque Él era el verdadero
adorador que adoró siempre a Dios en espíritu y verdad. ¡Ay!: salió la palabra… También le dolía
aquel instante en que tuvo a flor de piel explicarle a Pilato QUÉ ERA VERDAD,
pero Pilato era “hijo de la mentira” y prefirió quitarse de e medio
despectivamente… ¡Hubiera tenido tanto que aprender…! Pero la verdad no era
precisamente lo que brillaba en todo aquello…, y Jesús tuvo que quedarse con su
gran valor de LA VERDAD, que es la que ahora recopila y le ayuda a esperar tranquilo
y en paz ese momento de su entrega total…
Se
encontró con personajes que eran la antítesis de la verdad…: los sacerdotes y
os ancianos defendiendo sus intereses, y mintiendo como bellacos al proclamarse
fieles servidores del César… Se encontró con testigos falsos…; se encontró con
la mentira personificada en Herodes… ¡Otra vez se ha estremecido Jesús en la
cruz al recordar ese paso por el palacio sucio y asesino de aquella raposa…!,
aquel hombre zafio, pendiente de que le adulen, le satisfagan sus pasiones y
deseos, y hasta dispuesto a liberar a Jesús si Jesús hubiera condescendido… [“Todo esto te daré si te postras ante mí y
me adoras”…, resonando como un alarido demoníaco en los oídos de Jesús…].
Pero Él calló; no quiso saber nada; ¡ni mirar!, ni hacerle caso. Y los
sacerdotes acusaban…, y Herodes se hacía el sordo… Lo único que buscaba era
divertirse… Y Jesús casi que sintió contorsionarse su cuerpo crucificado, con el
sólo pensamiento de aquel antro al que lo había mandado Pilato].
¡Era
otro…! Pilato, que lo presentó como “EL HOMBRE”, precisamente la antítesis de
sí mismo, que era el no-hombre, el que no se enfrentó con nada, que no supo ser
ni juez ni representante de un orden y de un derecho y una justicia… Ni quiso
saber LA VERDAD, ni hizo caso a su esposa, ni supo tomar medidas de dirigente…,
y fue a la deriva en todo momento… ¡El “papelón” con sus juegos con Barrabás,
con las gentes del pueblo, con los lavatorios de manos…! Pilato era una vergüenza
para Roma. Con una caterva así, emergía la figura de Jesús… Y Jesús sentía como
el volver suave de la ola, expresándose a sí mismo la satisfacción de haberlo
CUMPLIDO TODO… Él no había dado marcha atrás. No había flirteado con ninguna
verdad o mentira “piadosa” (que hoy dice la gente); no había bajado de la cruz,
como le retaban unos y otros; no había respondido al ladrón que lo ofendía…
TODO LO QUE TENÍA QUE HABER HECHO, LO
HIZO BIEN. Y en esta hora de la verdad, cuando ya los estertores le están
quitando el aliento, Jesús se lleva consigo la inmensa satisfacción y consuelo
de haber bebido su cáliz hasta el final…, de estar allí EN LA CRUZ sin haber
bajado de ella, y no haber hecho su voluntad sino la voluntad de su Padre del
Cielo. HASTA LA MUERTE.
Y
como ya no quedaba nada por hacer y su vida tenía sentido volando hacia los
brazos del Padre, Jesús “se recompuso” como novia para su prometido, dio un
grito terrible, que puso en pie al Centurión asustado, entregó su espíritu en
las manos de Dios –que salía desde el Cielo para recogerlo… Tomó Jesús posición
de entrega suprema de muerte, inclinando la cabeza…, y todo, todo, cumplido tan satisfactoriamente, EXPIRÓ.
Hoy, permanecemos a los pies de la Cruz, en silencio exterior e interior, dejándonos Amar por El. Sobran las palabras, sobra... TODO. Sólo la Cruz de quien nos AMA en y desde ella es importante.
ResponderEliminarY EXPIRA JESÚS.
ResponderEliminar"Ama el sacrificio,que es fuente de vida interior.Ama la Cruz,que es el altar de sacrificio.Ama el dolor,hasta beber,como Cristo, las heces del cáliz.
Con María nuestra Madre nos será fácil.