07 de abril de 2014 (Zenit.org) - La misericordia divina es una
gran luz de amor y de ternura, es la caricia de Dios sobre las heridas de
nuestros pecados. Ésta es la enseñanza que el papa Francisco ha extraído
de las lecturas de hoy, y que el Pontífice ha explicado en su homilía de
la misa celebrada esta mañana en la capilla de la Casa Santa Marta.
El Evangelio de la adúltera perdonada ha dado lugar al Santo Padre
para explicar lo que es la misericordia de Dios. El relato es bien conocido:
los fariseos y los escribas traen a Jesús a una mujer sorprendida en adulterio
y le preguntan qué hacer, ya que la ley de Moisés preveía la lapidación, al se
considerado un pecado gravísimo.
"El matrimonio -ha explicado el Pontífice- es el símbolo y es
también una realidad humana de la relación fiel entre Dios y su Pueblo. Y
cuando se arruina el matrimonio con un adulterio se ensucia esta relación entre
Dios y el pueblo". Pero los escribas y fariseos hacen esta pregunta para
tener un motivo para acusarlo: "Si Jesús hubiera dicho 'Sí, sí, adelante
con la lapidación', le habrían dicho a la gente: Pero éste es vuestro
maestro tan bueno… ¡Mirad qué cosa ha hecho con esta pobre mujer!' Y si Jesús
hubiera dicho: '¡No, pobrecita! ¡Perdonadla!', habrían dicho '¡no cumple la
ley!'…
A ellos no les importaba la mujer; no les importaban los
adúlteros, quizá alguno de ellos era adúltero… ¡No les importaba! ¡Sólo le importaba
tender una trampa a Jesús!" De ahí la respuesta del Señor: "¡Quien de
vosotros esté sin pecado, tire la primera piedra contra ella!”. El
Evangelio, con una "cierta ironía", dice que los acusadores "'se
fueron, uno a uno, comenzando por los más ancianos'.
Se ve -ha observado el Papa- que éstos en el banco del cielo
tenían una buena cuenta corriente contra ellos". Y Jesús se queda solo con
la mujer, como un confesor, diciéndole: "Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha
condenado? ¿Dónde están? Estamos solos, tú y yo. Tú ante Dios, sin las
acusaciones, sin las habladurías. ¡Tú y Dios! ¿Nadie te ha condenado?". La
mujer responde: "¡Nadie, Señor!", pero ella no dice: "¡Ha sido
una falsa acusación! ¡Yo no he cometido adulterio!" y "reconoce su
pecado". Y Jesús afirma: "¡Yo tampoco te condeno! Ve, ve y de ahora
en adelante no peques más, para no pasar por un momento tan feo como este; para
no pasar tanta vergüenza; para no ofender a Dios, para no ensuciar la hermosa
relación entre Dios y su pueblo". "¡Jesús perdona! -ha afirmado
Francisco-. Pero aquí se trata de algo más que del
perdón": "Jesús supera la ley y va más allá. No le dice: '¡El
adulterio no es pecado!' Pero no la condena con la ley. Y este es el misterio
de la misericordia de Jesús".
"La misericordia --ha señalado el Santo Padre-- es algo
difícil de entender".
Alguien podría preguntar:'Pero, padre, ¿la misericordia no borra
los pecados?' "No, lo que borra los pecados es el perdón de
Dios!. La misericordia es la forma como Dios perdona. Porque Jesús podía decir:
'Yo te perdono. ¡Vete!', como le ha dicho a aquel paralítico que le habían
bajado desde el techo: '¡Tus pecados te son perdonados!' Aquí dice: '¡Vete en
paz!'. Jesús va más allá. Le aconseja de no volver a pecar. Aquí se ve la
actitud misericordiosa de Jesús: defiende al pecador de sus enemigos; defiende
al pecador de una condena justa. También nosotros, cuántos de nosotros, tal vez
deberíamos ir al infierno, ¿cuántos de nosotros? Y esa condena es justa... y Él
perdona más allá. ¿Cómo? Con esta misericordia".
"La misericordia -ha afirmado el Pontífice- va más allá
y transforma la vida de una persona de tal manera que el pecado sea dejado de
lado. Es como el cielo":
"Nosotros miramos al cielo, tantas estrellas, tantas
estrellas; pero cuando llega el sol, por la mañana, con tanta luz, las
estrellas no se ven. Y así es la misericordia de Dios: una gran luz de amor, de
ternura. Dios no perdona con un decreto, sino con una caricia, acariciando
nuestras heridas del pecado. Porque Él está involucrado en el perdón, está
involucrado en nuestra salvación. Y así Jesús hace de confesor: no la humilla,
no le dice 'Qué has hecho, dime ¿Y cuándo lo has hecho? ¿Y cómo lo has hecho?
¿Y con quién lo has hecho?' ¡No! 'Vamos, vamos y de ahora en adelante ¡no
peques más!'. Es grande la misericordia de Dios, es grande la misericordia de
Jesús. ¡Nos perdona acariciándonos!"
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