5ªA de
Cuaresma
Liturgia
de la Vida, empezando desde la realidad mortal del ciclo de la naturaleza.
Ezequiel (37, 12-14) habla de aquello huesos sueltos que al mandato del profeta
–por orden de Dios- se juntan entre sí, se recubren de tendones y piel. Y los
que estaban en los sepulcros regresan a la vida. Y con ello la acción profética
se explica al final: Yo os infundiré mi
espíritu y viviréis. Así se abre este domingo de Cuaresma, que es una
incitación a la esperanza, porque no quedarán sin vida ni aquellos huesos
secos, ni aquellas cenizas dispersas (que podríamos decir en los tiempos
actuales). Lo que era profecía, anuncio, signo, tiene su plenitud en Jesús.
Todo el largo relato de Jesús en Betania está sintetizado y concretado en la
expresión de Jesús en la que está centrado todo el relato: Yo soy la resurrección y la vida. ¿CREES ESTO? Ahí está la
afirmación clave para hoy.
La
dramatización de esa verdad esencial procede desde el recado de las hermanas a
Jesús, con aquella delicadeza femenina de decir en dos palabras lo que supone
toda la fe de ellas, Y todo el sentimiento y petición que hacen ellas: Señor; tu amigo está enfermo.
Jesús
da una respuesta: Esta enfermedad no es
de muerte sino para que se dé gloria a Dios. Sin embargo, cuando el
mensajero regresa a Betania, ya ha muerto Lázaro. Y Jesús, que ya sigue cada
instante, decide volver a Judea, que ya era un peligro para Él. Volvió porque son 12 las horas del día…, y
Jesús camina en luz, y mientras es la luz, no hay peligro. Y Jesús va a resucitar a su amigo Lázaro, que ha muerto.
¿Cómo es, Señor, que aquella enfermedad no era de muerte, como tú has dicho?
Porque
–respondería Jesús a esa pregunta- es enfermedad que no sólo no queda en la
muerte sino que –además- lleva en germen lo que es principal: que aún de la
muerte, sale la vida. En Lázaro es un regreso parcial, temporal. Pero su salida
del sepulcro es ya buen presagio para todos los que hemos de morir, y sin
embargo vivimos en la plena seguridad de resucitar. La base de todo está en la
afirmación repetida de Jesús: Yo soy la
Resurrección y la vida.
Marta
llega a insinuar el milagro: Señor, yo sé
que aún ahora, aunque haya muerto…,
todo lo que pidas a Dios te lo concederá. Esa es la fe total. Está todo
perdido. Humanamente no hay más… Pero YO SÉ… Y ese saber es mucho más fuerte
que el ver la tumba de Lázaro.
Y
Jesús responde a tal fe, preguntando dónde lo enterraron. Jesús ya solloza y
llora porque María es mucho más espontánea en sus manifestaciones y Jesus queda
conmovido por su dolor. Y allí, ante el sepulcro, grita y manda a Lázaro, el
muerto, salir de su sepulcro. Ésta es la gran lección de la fe. Hasta los
muertos obedecerán. Y Lázaro sale de su tumba.
San
Pablo ha llevado ya todo esto al terreno real de las resurrecciones posibles
actuales. El lenguaje parece cambiar pero el contenido es el mismo: vosotros no estáis en la carne [en el “hombre
carnal” que es el enfrascado en los vicios y el pecado], sino en el espíritu
[en donde rige y sobrepasa todo el propio Espíritu de Dios. El que está en la
carne, no es de Cristo; el que está en el espíritu, sí es de Cristo, y Cristo
está en vosotros, y vive por la justicia (=santidad, Gracia de Dios). Es el mismo
Espíritu que resucitó a Jesús de entre los muertos, y es el que habita en vosotros. Es el gran
argumento frente a todo.
Y
es el que renueva constantemente entre nosotros todo el lastre natural… Es el
que se siembre en el alma y ya tiene vocación y dinamismo profundo de
fructificar en la vida eterna. ESA ESTÁ YA EN GERMEN AL PARTICIPAR DE LA
EUCARISTÍA.
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