Dos en uno
Es
lo que hoy nos ofrece, por una parte, la lectura
continua, y por otra parte la fiesta
de Santa Catalina de Siena, proclamada Patrona de Europa.
En la lectura
continuada de estos días de tiempo pascual, tenemos uno de los “renglones” más
significativos de todo el libro de los Hechos. En 4, 32-37 –repetimos lo leído
el domingo pasado- se describe lo que son los CREYENTES. No dice si rezaban más o si cumplían mejor los
mandamientos. Su característica identificativa era que pensaban y sentían lo mismo, y que poseían todo en común. Con ello daban solemne testimonio de,la
Resurrección del Señor.
Partimos de
que se habla de pequeñas comunidades; no de ese conjunto “anónimo” de una
Iglesia de las nuestras, en las que cada cual tiene “su banco”, y viene a “oír
su Misa”, y a “cumplir con el precepto” y, en cuanto le sea posible, a “ocupar su
lugar preferente”… Aquello era otra cosa, y eso mismo hacía posible vivir una
realidad de CREYENTES. Eran creyentes porque todos tenían un
mismo pensar y un mismo sentir. No había “tuyo” y “mío”…, y no sólo en los
bienes materiales sino en ese amor verdadero de unos hacia otros en lo que no
cabía ni la murmuración, ni la palabra de doble sentido, ni la justificación
propia, ni el critiqueo, ni los ojos sucios para ver siempre lo negro.
Creyentes eran porque poseían todo el
común, porque no había riesgo de abusos, porque nadie podría sentarse a comer
su pan, ¡porque NO ERA SUYO!, porque el que tenía daba al que no tenía. Y hasta
con ese rasgo de grandeza como aquel José (Bernabé) que vendió su campo porque
no podía permitirse a sí mismo tener “su” posesión mientras otros carecían de
lo necesario.
Creyentes
eran porque todo eso reflejaba diáfanamente su fe plena en la RESURRECCIÓN DEL
SEÑOR, de la que ellos eran el testimonio vivo, el grito de la verdad que se encierra en la
Resurrección de Jesús. Porque si Él resucitó, no lo podemos reflejar
simplemente en una llamativa imagen, sino en la renovación (=hacer nueva)
nuestra propia actitud.
NICODEMO ya
no habla más en ese evangelio de su ida a Jesús. Ya es Jesús quien habla,
porque Nicodemo se ha quedado a la escucha…, sin necesidad de seguir con sus
preguntas. Y Jesús se va explayando… Jesús habla
de lo que sabe; Jesús habla desde una mirada de Cielo; no repta en las cosas de
la tierra. Lo que no significa que Jesús se ha subido a la estratosfera de
una falsa mística, sino que no hay enfoque ni soluciones mejores a las cosas de
“abajo” que cuando se mira de “tejas arriba”.
El error muchos
es creer que por mirar las estrellas nos olvidamos de la tierra… Y la verdad es
que –gracias a saber mirar hacia arriba- mantenemos el tipo en medio de las
penurias de la vida… Y que porque miramos hacia arriba, podemos tender la mano
hacia quien nos dio las bofetadas. Por eso Jesús acaba este tramo de su
explicación llevando a Nicodemo al recuerdo de Moisés y la serpiente de bronce puesta en alto para que sanaran los picados
de serpientes venenosas. También “el Hijo del hombre tiene que ser puesto
el alto para que los envenenados por la
serpiente, puedan ser redimidos. ¡Y serpientes…, las hay…, de muchas
clases, de muchos calibres…!
Si nos
remitimos a SANTA CATALINA DE SIENA, iríamos a la lectura de 1Jn, 1, 5 a 2,2.
Ahí se hace el perfil aplicable a la Santa Patrona de Europa: En Dios no hay oscuridad. Si decimos que
estamos unidos a Jesús pero nuestras obras no son verdaderas, mentimos y
hacemos mentiroso a Dios. Eso le ocurre al que dice que no peca, al que
justifica su error, al que busca esconderse tras sus mentiras de vida: Nos engañamos y no somos sinceros. La
sinceridad exige que nos reconozcamos
pecadores en realidades concretas personales; y reconociéndolas, seremos
perdonados. Porque lo que San Juan está queriendo trasmitir no es la
mentira que condena y falsea al mentiroso (y hasta la misma imagen de Dios),
sino para que, si alguno peca, encuentre
en Jesucristo al que nos comprende, nos ayuda y nos perdona de nuestros pecados.
Él nos presenta así ante el Padre.
Y Jesús
siente el júbilo (Mt 11, 25) de que los
sencillos y humildes reciben la revelación del Padre en sus mismos corazones. Así lo quiso Dios… Y para que no
quede la dificultad del recurso del pobre ser humano hacia la infinitud de
Dios, Él se sitúa en medio como CORAZÓN misericordioso, vehículo para elevarnos
hasta el mismo Dios. “Quien me ha visto a
mí, ha visto al Padre”. Y como la vida de la humanidad entera es una
permanente lucha, Jesús mismo ofrece su suave
yugo, su carga ligera…, la que se hace llevadera cuando se toma junto a Él.
La invitación queda hecha: VENID A MÍ.
Dos platos
fuertes para nuestra reflexión de hoy.
Su comentario,padre,(como siempre) no puede ser más completo y directo a muchas personas que nos llamamos cristianos y católicos y quizá dejamos mucho que desear y camino por recorrer.Aprendemos mucho y sabemos agradecérselo.
ResponderEliminarEn cuanto a la fiesta que celebra hoy la Iglesia,Santa Catalina de Siena ´gran amante de la la Santa Madre Iglesia yque proclamó por todas partes la obediencia y amor al Romano Pontífice,y con palabras de la santa,rogamos a Nuestra Señora:"A TI recurro ,María,te ofrezco mi súplica por la dulce Esposa de Cristo y por su Vicario,a fin de que sea concedida luz para regir con discernimiento y prudencia la Santa Iglesia.".