'Un año que ha pasado no
termina pero se cumple'
Recojamos como en una cesta los días, semanas y meses para
ofrecerlos al Señor. Agradecemos y pedimos perdón.
Por Redacción
CIUDAD DEL VATICANO, 31 de diciembre de 2013 (Zenit.org) - El papa Francisco presidió este
martes por la tarde en la basílica de San Pedro, la celebración de las vísperas
de la solemnidad de María Santísima Madre de Dios. Le siguió la exposición del
Santísimo Sacramento y el Te Deum para agradecer por el año civil transcurrido.
La ceremonia solemne animada por el coro pontificio de la Capilla Sixtina
concluyó con la bendición eucarística.
En sus palabras el Santo Padre recordó que "cada momento de
nuestra vida no es provisorio, es definitivo y cada acción nuestra está cargada
de eternidad".
Añadió que "un año que ha pasado por lo tanto no nos lleva a
una realidad que termina pero a una realidad que se cumple, es un paso ulterior
hacia la meta que está delante de nosotros: una meta de esperanza y de
felicidad, porque encontraremos a Dios, razón de nuestra esperanza y fuente de
nuestra alegría".
"Mientras llega su término el año 2013 --indicó el Santo
Padre-- recogemos como en un cesto, los días, las semanas, los mese que hemos
vivido, para ofrecer todo al Señor. Y preguntarnos: ¿Cómo hemos vivido el
tiempo que él nos ha donado? ¿Lo hemos vivido sobre todo para nosotros mismos,
para nuestros intereses, o hemos sabido usarlo también para los otros? ¿Cuánto
tiempo hemos reservado para 'estar con Él', en la oración, en el silencio, en
la adoración?".
"Esta noche concluimos el Año del Señor 2013, agradeciendo y
pidiendo perdón. Las dos cosas juntas, agradecemos y pedimos perdón" dijo.
Y el obispo de Roma recordó que también en una ciudad hermosa como lo es ésta,
existen situaciones de dificultad, refugiados, quienes no encuentran trabajo,
quienes sufren. Y de la responsabilidad que tienen todos sus habitantes de
superar y ayudar en esas situaciones, involucrándose y no mirando la ciudad
como se mira una tarjeta postal, porque la ciudad es como un mosaico en el cual
cada uno de nosotros es un pequeño azulejo.
Al terminar la celebración de las Vísperas en la basílica de San
Pedro, el santo padre realizó una breve visita al pesebre preparado en la Plaza
de San Pedro, al que se acercó en el jeep cubierto. Allí al concluir sus
oraciones ante el pesebre, saludó a quienes trabajaron en armarlo. Y después se
acercó para saludar al público que se apiñaba en las vallas.
Texto completo de las palabras que el santo
padre dirigió a los presentes
“El apóstol Juan define el tiempo presente de una manera precisa:
“Ha llegado la última hora”. Esta afirmación que se repite en la misa del 31 de
diciembre, significa que con la venida de Dios en la historia estamos ya en los
tiempos “últimos”, después de los cuales el paso final será la segunda y
definitiva venida de Cristo.
Naturalmente aquí se habla de la 'calidad' del tiempo, no de su
'cantidad'. Con Jesús ha venido la plenitud del tiempo, plenitud de significado
y plenitud de salvación. Y no habrá más una nueva revelación, pero la
manifestación plena de lo que Jesús ha ya revelado.
En este sentido estamos ya en la 'última hora'; cada momento de
nuestra vida no es provisorio es definitivo y cada acción nuestra está cargada
de eternidad. De hecho la respuesta que damos hoy a Dios que nos ama en
Jesucristo, incide en nuestro futuro.
La visión bíblica y cristiana del tiempo y de la historia no es
cíclica, pero linear: es un camino que va hacia un cumplimiento. Un año que ha
pasado por lo tanto no nos lleva a una realidad que termina pero a una realidad
que se cumple, es un paso ulterior hacia la meta que está delante de nosotros:
una meta de esperanza y de felicidad, porque encontraremos a Dios, razón de
nuestra esperanza y fuente de nuestra alegría.
Mientras llega a su término el año 2013, recogemos como en un
cesto, los días, las semanas, los mese que hemos vivido, para ofrecer todo al
Señor. Y preguntarnos: ¿cómo hemos vivido el tiempo que él nos ha donado? ¿Lo
hemos vivido sobre todo para nosotros mismos, para nuestros intereses, o hemos
sabido usarlo también para los otros? ¿Cuánto tiempo hemos reservado para
'estar con él', en la oración, en el silencio, en la adoración?
Y después pensemos, nosotros ciudadanos romanos, también a esta
ciudad de Roma. ¿Qué ha sucedido este año? ¿Qué está sucediendo, qué sucederá?
¿Cómo es la calidad de la vida en esta ciudad? ¡Depende de todos nosotros!
¿Cómo es la calidad de nuestra ciudadanía? ¿Este año hemos contribuido en
nuestra pequeña capacidad a volverla vivible, ordenada, acogedora?
De hecho el rostro de una ciudad es como un enorme mosaico cuyos
azulejos son todos los que allí viven. Seguramente quien recubre cargos
públicos tiene mayor responsabilidad, pero cada uno es corresponsable en el
bien y en el mal.
Roma es una ciudad de una belleza única. Su patrimonio espiritual
y cultural es extraordinario. Y al mismo tiempo en Roma existen tantas personas
marcadas por las miserias materiales y morales, personas pobres, infelices,
sufridoras, que interpelan la conciencia de cada ciudadano.
En Roma quizás sentimos más fuerte este contraste entre el
ambiente majestuoso y cargado de belleza artística y el malestar social de
quien hace más esfuerzo. Roma es una ciudad llena de turistas, pero también
llena de refugiados. Roma está llena de gente que trabaja, pero también de
personas que no encuentran trabajo o realizan trabajos mal pagados y a veces
indignos. Y todos tienen derecho a ser tratados con la misma actitud de acogida
y equidad, porque cada uno es portador de dignidad humana.
Es el último día del año. ¿Qué haremos, como actuaremos en el
próximo año para volver un poco mejor a nuestra ciudad? Roma del año nuevo
tendrá un rostro aún más bello si será aún más rica de humanidad, que sabe
hospedar, acoger. Si todos nosotros estaremos atentos y seremos generosos hacia
quien está en dificultad; si sabremos colaborar con el espíritu constructivo y
solidario, en favor del bien de todos.
Roma del año nuevo será mejor si no habrán personas que la miran
'de lejos', como a una tarjeta postal, que miran la vida solamente 'desde el
balcón', sin involucrarse en tantos problemas humanos, problemas de hombres y
mujeres que al final... y desde el principio, queramos o no, son nuestros
hermanos.
En esta perspectiva la Iglesia de Roma se siente impregnada para
dar su contribución a la vida y al futuro de la ciudad. Pero es su deber, se
siente animada y a animar con la levadura del evangelio, a ser signo e
instrumento de la misericordia de Dios.
Esta noche concluimos el Año del Señor 2013, agradeciendo y
pidiendo perdón. Las dos cosas juntas, agradecemos y pedimos perdón.
Agradecemos por todos los beneficios que Dios nos ha dado, y
especialmente por su paciencia y su fidelidad, que se manifiestan en el
sucederse de los tiempos, pero en modo singular en la plenitud del tiempo
cuando “Dios mandó a su Hijo, nacido de mujer”.
La Madre de Dios, en cuyo nombre mañana iniciaremos un nuevo tramo
de nuestra peregrinación terrena, nos enseñe a acoger a Dios hecho hombre,
porque cada año, cada mes, cada día sea lleno de su eterno amor”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡GRACIAS POR COMENTAR!