29 de diciembre de 2013 (Zenit.org) - En este primer domingo después
del día de Navidad, solemnidad de la Sagrada Familia, el papa Francisco rezó la
oración del ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico,
ante una multitud que le atendía en la plaza de san Pedro.
Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo,
que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el pontífice argentino les
dijo:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En este primer domingo después de Navidad, la liturgia nos invita
a celebrar la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret. De hecho, cada pesebre
nos muestra a Jesús junto a la Virgen y San José en la gruta de Belén. Dios ha
querido nacer en una familia humana, ha querido tener una madre y un
padre. Como nosotros.
El Evangelio de hoy nos presenta a la Santa Familia en la vía
dolorosa del exilio, buscando refugio en Egipto. José, María y Jesús
experimentan la condición dramática de los refugiados, marcada por el miedo, la
incertidumbre, la incomodidad (cf. Mt 2,13-15.19-23).
Por desgracia, en nuestros días, millones de familias pueden
identificarse con esta triste realidad. Casi todos los días la televisión y los
periódicos dan noticias de los refugiados que huyen del hambre, la guerra y
otros graves peligros en busca de seguridad y una vida digna para ellos y sus
familias. En tierras lejanas, incluso cuando encuentran trabajo, los refugiados
y los inmigrantes no siempre encuentran una acogida verdadera, el respeto, el
aprecio de los valores que llevan. Sus expectativas legítimas chocan con
situaciones complejas y problemas que parecen insuperables a veces. Por lo
tanto, mientras fijamos la mirada sobre la Santa Familia de Nazaret, cuando se
ve obligada a convertirse en prófuga, pensemos en el drama de los inmigrantes y
refugiados que son víctimas del rechazo y la explotación. Pero también pensemos
en los "exiliados", yo los llamaría "exiliados escondidos",
aquellos “exiliados” que puedan existir dentro de las propias familias:
los ancianos, por ejemplo, que a veces son tratados como un estorbo. Muchas
veces pienso que un signo para saber cómo van las cosas en una familia es ver
cómo son tratados los niños y los ancianos.
Jesús ha querido pertenecer a una familia que ha experimentado
este tipo de dificultades, para que nadie se sienta excluido de la cercanía
amorosa de Dios. La huida a Egipto a causa de las amenazas de Herodes nos
muestra que Dios está allí donde el hombre se encuentra en peligro, donde el
hombre sufre, donde se escapa, donde experimenta el rechazo y el abandono; pero
también está donde el hombre sueña, espera regresar a su patria en libertad,
proyecta y elige a favor de la vida y la dignidad de sí mismo y de sus
familiares. Hoy nuestra mirada sobre la Santa Familia se deja atraer también
por la simplicidad de la vida que esta lleva en Nazaret. Es un ejemplo que
hace tanto bien a nuestras familias, ayudándoles a convertirse cada vez más en
comunidades de amor y de reconciliación, en las que se experimenta la ternura,
la ayuda mutua, el perdón mutuo.
Recordemos las tres palabras clave para vivir en paz y alegría en
la familia: “permiso”, “gracias”, “perdón”. Cuando en una familia no se es
entrometido, cuando en una familia no se es entrometido y se pide permiso,
cuando en una familia no se es egoísta y se aprende a decir gracias, gracias, y
cuando en una familia uno se da cuenta de que ha hecho algo malo y sabe pedir
perdón, ¡en esa familia hay paz y hay alegría!
Recordemos estas tres palabras. Pero podemos repetirlas todos
juntos. Permiso, gracias, perdón. Todos: Permiso, gracias, perdón.
Pero también quisiera animar a las familias a tomar conciencia de
la importancia que tienen en la Iglesia y en la sociedad. El anuncio del
Evangelio, de hecho, pasa sobre todo a través de las familias, para luego
llegar a los diferentes ámbitos de la vida diaria.
Invoquemos con fervor a María Santísima, la Madre de Jesús y Madre
nuestra, y a San José, su esposo. Pidámosles que iluminen, conforten y guíen a
todas las familias del mundo, para que pueda cumplir con dignidad y serenidad
la misión que Dios les ha confiado .
Al término de estas palabras, el santo padre rezó la oración del
ángelus. Y al concluir la plegaria prosiguió:
Queridos hermanos y hermanas,
en el próximo Sínodo de los Obispos se abordará el tema de la
familia, y la fase de preparación ya ha iniciado desde hace tiempo. Por eso
hoy, fiesta de la Santa Familia, deseo confiar a Jesús, María y José este
trabajo sinodal, rezando por las familias de todo el mundo. Os invito a uniros
espiritualmente a mí en la oración que ahora recito:
Jesús, María y José,
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.
en vosotros contemplamos
el esplendor del verdadero amor,
a vosotros, confiados, nos dirigimos.
Santa Familia de Nazaret,
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas Iglesias domésticas.
haz también de nuestras familias
lugar de comunión y cenáculo de oración,
auténticas escuelas del Evangelio
y pequeñas Iglesias domésticas.
Santa Familia de Nazaret,
que nunca más haya en las familias episodios
de violencia, de obstinación y división;
que quien haya sido herido o escandalizado
sea pronto consolado y curado.
que nunca más haya en las familias episodios
de violencia, de obstinación y división;
que quien haya sido herido o escandalizado
sea pronto consolado y curado.
Santa Familia de Nazaret,
que el próximo Sínodo de los Obispos
haga tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José,
escuchad, acoged nuestra súplica.
que el próximo Sínodo de los Obispos
haga tomar conciencia a todos
del carácter sagrado e inviolable de la familia,
de su belleza en el proyecto de Dios.
Jesús, María y José,
escuchad, acoged nuestra súplica.
Amén
Después de rezar esta oración inédita, escrita de su puño y letra,
llegó el turno de los saludos que tradicionalmente realiza el pontífice:
Dirijo un saludo especial a los fieles que están conectados con
nosotros desde Nazaret, Basílica de la Anunciación, donde ha ido el secretario
general del Sínodo de los Obispos; desde Barcelona, Basílica de la Sagrada Familia Basílica, donde ha ido el presidente
del Consejo Pontificio para la Familia; Loreto, Basílica Santuario de la Santa
Casa. Y lo extiendo a los reunidos en diversas partes del mundo para otras
celebraciones en las que los principales protagonistas son las familias , como
la de Madrid.
Por último, saludo con afecto a todos los peregrinos aquí
presentes, ¡especialmente a las familias! Sé que hay de la comunidad de rumanos
en Roma. Saludo a los jóvenes del Movimiento de los Focolares, venidos de
varios países, y al resto de los jóvenes, incluidos los grupos de la diócesis
de Milán, Como, Lodi, Padua, Vicenza y Concordia-Pordenone. Saludo a los chicos
de Curno y Calcinate con sus catequistas, los fieles de Salcedo, Carzago
Riviera, San Giovanni in Persiceto y Modica.
Y concluyó, como de costumbre:
Os deseo a todos una hermosa fiesta de la Sagrada Familia, un buen
domingo y una buena comida. ¡Hasta pronto!
(RED/IV)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡GRACIAS POR COMENTAR!