Lunes 3º
adviento
Fin de la 1ª parte del adviento, Momento
de transición y punto de tensión. La profecía de Balaán es la del que ya
ve con los ojos abiertos las bellas tiendas de un pueblo que camina a
la liberación... Vegas dilatadas, jardines junto al río, áloes que plantó el
Señor. Un héroe que sale de su descendencia, que avanza por la
constelación de Jacob. La inminencia de otro sistema, de otra forma de
existencia está vista “en éxtasis” y “todavía a lo lejos”..., pero visto con “ojos
perfectos.
En
el Evangelio de hoy, la tensión. Está Jesús ya en medio. Ya ha llegado. Los
fariseos reventadores no quieren ver. Por enésima vez preguntan. Jesús les pone
un dilema a ver si ellos -alguna vez- son capaces de “ojos perfectos”. Pero no;
ni los tienen ni los quieren tener. Eluden el tema. Y Jesús acaba haciendo lo más
tremendo que puede hacer: no darles respuesta. Ahí quedarán con sus
dudas o sus prejuicios. Pero sin respuesta de Jesús.
En
cuantas ocasiones del Evangelio ocurre algo semejante, lo espeluznante es Jesús
que se calla. Que adviento nos dé esos ojos limpios (perfectos) con los que
sepamos ver..., o Jesús nos “levante la voz” para que veamos... NUNCA SU
SILENCIO.
SERMÓN DEL MONTE
Me
voy a permitir interrumpirte, Jesús. Estás diciendo TU PROGRAMA. ¿Estás convencido
que te escuchan? ¿O simplemente te
oyen, pero como si vinieras de otro planeta? Porque Ya has hablado de pobreza (=humilde actitud ante la vida
que abaja todo “poder”). Has hablado de mansedumbre
(=tu propio retrato) en una cultura que es de todo menos mansa… La “ley del talión” es una buena prueba).
Hablaste de la felicidad de los que
lloran (en llanto que no lleva venganza, ni amargura…). ¿Qué han cogido de todo ello? ¿Qué aplicación
al Reino…, a la vida y acción personal se ha pegado de eso? ¿Y vas a seguir
perdiendo el tiempo, Señor, proclamando unos principios constituyentes que de
antemano están rechazados por una forma de pensamiento?
Quizás
Jesús nos diga con el oráculo de Balaán una respuesta: todavía está lejos, pero
llegará, porque quien se adhiere a su Persona, acaba rindiéndose a su Palabra.
Una Palabra muy nueva, por la que lo pretendieron apedrear en Nazaret, por la que
más de una vez tuvo que esconderse para evitar las iras, y por la que –en definitiva-
acabó en la cruz.
De
ahí que –permaneciendo fiel a su misión- ahora pronuncie su 5ª razón de
felicidad: Felices los que tienen hambre y sed de fidelidad. [Dado que la
palabra “justicia” tiene tan diverso sentido en el lenguaje bíblico y en su
significación real, escribo “fidelidad”
en el intento de evitar un choque inútil en la comprensión de esta
bienaventuranza].
¡Ansias
de ser fiel!, de no desviarse a derecha ni izquierda aunque sea uno empujado,
atraído, “tentado”, engañado por ese sistema mundano que vuelve lo negro en
blanco. Entonces podemos ahora entender por qué son felices los que
tienen ansias de justicia: porque viven en el fiel justo de la balanza,
y no se dejan manipular ni influir por los vientos de unos o de otros. Juan Bautista es elogiado porque no fue “caña agitada por el viento”. En efecto fue persona ávida de la verdad. Eso
sí: la verdad que conocía en un planteamiento anterior a Jesús. Cuando llegó
Jesús, el menor de los nacidos de mujer,
es mayor que Juan Bautista, porque ha comenzado otro mundo: el de la
misericordia, el llanto pacífico sin violencias, la mansedumbre (“aprended de mí que soy MANSO Y HUMILDE de
corazón, y hallaréis descanso”.
Es exactamente la bienaventuranza proclamada).
Hacen
falta muchas ansias de fidelidad para poder sobrepasar los propios prejuicios,
las propias seguridades, los orgullos… La fidelidad se presta a Jesucristo…,
porque “no se puede echar vino nuevo en
odres viejos”…, y Jesús ha traído una nueva “ley”. Y no vale entremezclar.
Se rompen los odres y se pierde el vino. La fidelidad es aquella que María
encomendó en Caná a los sirvientes, previniendo alguna cosa “rara”: haced lo que Él os diga”. Exactamente
está ahí la plena verdad. Y cuando un poco más delante de la bienaventuranzas cierre
Jesús su enseñanza constituyente del Reino, lo hará advirtiendo que muchos
vendrán con el consabido: “Señor, Señor”…
Y Él les dirá: no os conozco. Porque los
que yo conozco son los que escuchan la
palabra de Dios y la practican. ¡Eso es la fidelidad! ¡Esas ansias –hambre
y sed- es la que puede ser saciada desde el evangelio, desde la acogida plena
de Jesucristo!
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