Jueves 2º de
adviento
El
Evangelio de hoy expresa la importancia del tiempo presente de ADVIENTO, desde
dos perspectivas:
1.-
Juan Bautista, el Profeta definitivo del tiempo de preparación a la venida del
Mesías, es -en boca de Jesús- el hombre más grande de todos los hombres
hasta ese momento. Su misión de
anunciar ya a la inmediata la llegada del Salvador de Israel, le hacen superior
a todos los profetas.
2.-
Pero una vez llegado el Reino de Dios (que quiere decir: una vez iniciada la
NUEVA ERA, que trae Jesús), el más pequeño de este Reino es más
grande que Juan Bautista. Porque
se ha entrado en el tiempo de la Salvación, la plenitud de los tiempos,
el tiempo preparado por Dios, el momento del seguimiento de Jesús.
Y
esto es un momento decisivo.
Hay
una lucha contra el Reino. Lo fue en tiempo de Jesús y lo es ahora Lo cual requiere no un simple cambio más o
menos superficial de lo anterior; el Reino de Dios es el reino de los que
luchan y se dominan a sí mismos, de los que saben que no se vive el
Reino por pura inercia de seguir siendo como se es ya, sino que pide una
actitud de progreso continuo, de no estancarse, de saber que siempre espera
algo más.
El
ADVIENTO ES UNA LLAMADA para disponer al que quiere vivir como enseña Jesús y
como ha vivido Jesús. Y Jesús siempre estuvo
en marcha HACIA LA VOLUNTAD DE DIOS.
SERMÓN
DEL MONTE
Ellos
recibirán consuelo
“Los que sembraban con lágrimas, cosecharán
con júbilo. (Salmo 126). “El Espíritu
de Dios sobre mí. He sido enviado a consolar a los que sufren y a dar
la buena noticia a los pobres”.
Este
Reino de Dios que lleva las bienaventuranzas como síntesis de toda la obra de
Jesús, va resaltando en positivo la otra cara de la moneda de lo que son hechos
de la vida: la miseria, el llanto, el abuso de los fuertes.
¿Cómo
se va a invertir el proceso negativo que propician los hijos de las tinieblas? –
No por milagros, ni siquiera porque se prometa una acción masiva de Dios para
impedir los abusos sociales, la insolidaridad, la desigualdad, la esclavitud de
las mafias perniciosas. De hecho la dicha
prometida está expresada en futuro: “serán
consolados”. Jesús promete una nueva situación, un estadio positivo
en el que se construya una comunidad nueva en la que haya solidaridad, ayuda,
libertad auténtica (y por tanto, respetuosa con la libertad del otro). Un nuevo
estadio de cosas en donde el amor supla y supere todo lo demás. Un nuevo
espacio donde ya no habrá ni llanto, ni
luto, ni dolor.
De
hecho no es pura utopía, ni es tener que mirar ya detrás de la muerte. Fue una
realidad –aun con sus defectos- el nacimiento de aquellas comunidades
cristianas primeras en las que se vivió ese milagro diario de convivir en paz, armonía,
ayuda, colaboración, apoyo, servicio mutuo y solidaridad. Y lo que una vez fue, puede revivirse. Pero
no se revivirá por decreto ni por mandatos, sino porque los cristianos se vayan
aglutinando en grupos (comunidades) en las que se tome tan en serio el
evangelio que se empiece a hacer forma
de vida. No serán comunidades grandes. La Iglesia habrá de volver a esos
principios suyos…, con poca gente…, pero con plena decisión de hacer vida el
evangelio de Jesús.
El
reto queda lanzado a cada uno de nosotros, que nos ufanamos en definirnos
cristianos. Que de tal manera pongamos nuestros ojos y nuestro corazón en
Jesucristo que hagamos de la vida una tarea. Hay un hermano nuestro (un vecino,
un familiar, un alguien…) que es incomprendido y quizá marginado. ¡Que ahí hay
otro que se apega a él para integrarlo o ayudarle! Que alguien es humillado… Que ahí hay otro que
lo siente como propio y que sale a dar la mano, e incluso a defender al que está
padeciendo esa humillación. Que uno está
más solitario…; pues otro sabe sacar su tiempo para darle alguna compañía. Los
mil casos que pueden presentarse cuando se toma como propio lo que lleva encima
el otro miembro de comunidad cristiana. [Repito que esto puede ser posible en
esos grupos más pequeños; como aquellas comunidades primitivas. Y de hecho no
es una utopía. Ya se hace. Con todos los defectos que podamos tener los
humanos. Pero bien podemos tomar nota y aprender de lo bueno que otros están
siendo capaces de intentar, en vez de justificar nuestros egoísmos con la
crítica del defecto del otro].
Finalmente
–ya se puede saber- el llanto, el sufrimiento que provocan las opresiones y
tiranías (incluso de “los buenos”)- puede que no se logre en esta vida, donde el hombre es un lobo para el otro hombre.
Pero no quedará así. De eso podemos estar seguros. Porque el Reino definitivo
en el Cielo, será la definitiva confirmación de que aquel llanto pacífico no se
quedó en lloros inútiles. Hay un lugar
de absoluto consuelo, en donde los
que sembraban con lágrimas, recogerán entre cantares.
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