FRANCISCO
JAVIER, Patrono del A.O.
3
dcbr.: Martes 1º de adviento
“Te doy gracias...”
Pretendo
tocar en este Adviento temas prácticos, que no es “explicar el evangelio”,
sino hacer pie en él para dar una pincelada.
“Obras
son amores”. Eso es evidente. Lo primero
del amor entre dos personas, es el hecho de amar y que se vean las obras
de amor. Pero quizás nos falta
también EXPRESAR EL AMOR. Quizá en esto
sea más sensible la mujer.
No
basta querer a alguien; no basta estar satisfecho con lo que esa persona
hace. SE NECESITA manifestárselo: alabar
lo que ha hecho, reconocerle su bondad, y hasta el simple detalle de expresar lo
bien que ha preparado una cosa...; el arte que ha tenido para sacar algo
adelante.
El
amor expresado se va alimentando a sí mismo; va adquiriendo valores, va dando
cariño. Y el amor que se alimenta, no decae.
Hoy es frecuente escuchar: “se nos ha ido el amor”. ¿Y cómo no se
va a ir si se vive la vida tan egoístamente que sólo se piensa en sí mismo?
¿Cómo no se va a pasar el amor cuando no se piensa más que en disfrutar y
pasarlo bien? ¿Acaso puede darse amor sin sacrificio y sin detalles pequeños,
diarios, de amor...? El cariño es planta delicada..., es como el pan que ha de
amasarse todos los días. De lo contrario
“se pone duro”, se reviene.
Si
pudierais contar cada cual vuestras historias de amor... Por eso: TE DOY GRACIAS, SEÑOR, y eso es ya
una buena experiencia de Adviento, que prepara mejor el encuentro con el Señor.
SAN FRANCISCO JAVIER
Estudiante en la
Universidad de París vino a compartir habitación y bolsa con Ignacio de Loyola, quien le repitió
mucho: ¿De qué te vale ganar el mundo
entero si arruinas tu vida? Se unió a Ignacio y otros para constituir la
Compañía de Jesús. Ordenado sacerdote, fue enviado a como misionero a India y
Japón. Incansable, indoblegable en su intento de llevar la fe cristiana a todos
los que él pudiera.
El
Apostolado de la Oración nació un 3 de diciembre, para dar a un grupo de
inquietos estudiantes jesuitas la visión misionera que hay en toda obra
cristiana, también en el estudio (cuando es el momento de estudiar). Vivir un SERVICIO en la Iglesia ya
es apostólico. Y se vive orando en todo momento, y orando cuando se trabaja, se
estudia, se realiza la propia labor.
SERMÓN
DEL MONTE (2)
Solemos
imaginar el Sermón del Monte como algo gozoso, sereno, apacible…, en el que
Jesús habla y todos escuchan placenteramente.
Los
sentimientos de los oyentes debieron ser muy otros. Por lo pronto,
desconcertados, como si entraran en el vértigo de lo absurdo. Aquellas personas
vivían una situación dura de pobreza, de injusticia, de lucha por la vida. Los
potentados doblegaban y explotaban al pueblo. Hasta vendían a las esposas de
sus obreros para cobrarse deudas. Las autoridades oprimían, unas veces viniendo
de los jefes religioso, otras desde el poder romano. Más los publicanos usureros, los cambistas de
monedas con intereses exagerados, los arrendatarios que chupaban la sangre…
Y
a ese pueblo, les cae de pronto una extraña promesa
de felicidad…, por ser pobres.
Si no era un sarcasmo, se parecía. Felices
los que lloran…, los que llevan paz y no buscan venganza, los que padecen
persecución por ser fieles y justos.
Estaban acostumbrados a oír hablar de violencia, de rebeldías contra el
poder…, de crucificados por pretender libertades…, y de una ley del talión que se practicaba cada
vez con mayor maldad del corazón.
Y
Jesús, con su porte de hombre bueno, con su atracción sobre las gentes, cercano
a cualquiera y sin aprovecharse de nadie…, desgrana esas bienaventuranzas de de
LOS POBRES, en cualquier forma de “pobreza”, tan hiriente en muchas ocasiones.
Y aquellas gentes estaban apercibiéndose de que Jesús hablaba de verdad;
hablaba otro lenguaje, traía luz y ensanchaba las almas. ¡Traía una verdadera
revolución!, pero no era contra nadie… Era cada uno el que debía sentirse feliz
y buscar la felicidad en una nueva era que Jesús anunciaba. No había truenos,
ni rayos que marcaran leyes, ni sonaba a preceptos impuestos y lejanos… De pronto estaban ante “la locura de Dios”, tan distante de la “cordura de lo humano”.
Estaban tocando otra forma de sentir a Dios…
Jesús
se estaba sentenciando a sí mismo y sentenciando a quienes le quisieran seguir
por un camino tan distinto del que había hasta allí… Dice un famoso autor: “El día que Jesús enseñó las
bienaventuranzas, firmó su propia sentencia de muerte”. Enseñó muy al
contrario del mundo religioso existente. Y ese mundo acabará vengándose de Él.
Y vengándose de quien quiera ir con Él y estar con Él. El Monte de las
bienaventuranzas y el Monte Calvario, se están dando la mano.
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