Sábado 1º de
adviento
Un día muy rico en mensajes de
esperanza, que es lo propio del adviento:
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Recorría todas las ciudades y aldeas,
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enseñando..., anunciando el Evangelio del reino;
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curando todas las enfermedades y todas las dolencias.
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Al ver a las gentes, se compadecía al verlas abandonadas como ovejas que no
tienen pastor.
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Dijo a sus discípulos: rogad al Señor de la mies que mande obreros a su mies.
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Da sus discípulos autoridad para curar toda enfermedad...
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Los envía...: Id y proclamad que el Reino de los cielos está cerca; curad
enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios.
Es un mosaico de piezas mesiánicas que acaban dando la figura completa
de qué es y cómo es la VENIDA DE JESÚS. Si aquella esperanza de
Israel quedó realizada -por parte de Dios- en la venida de Jesús, nuestra vida
ha de ser una activa espera -y activa actitud que prepare cada día nuestro la
mejor entrada suya en nosotros. A eso hay que ponerle “nombres”, realidades
concretas. Porque no vamos a jugar con el adviento. Porque no vamos a jugar
con ese encuentro cierto que nos espera.
SERMÓN DEL
MONTE
Prototipos de
POBRES –pobres evangélicos- son
María y Jesús. María, la muchacha privilegiada sobre toda criatura, concebida
ya sin el pecado común a todo el género humano, que ante el anuncio de Dios,
que la elige por Madre del Mesías, Madre del Hijo del Altísimo, no tiene más
palabra que: “He aquí LA ESCLAVA DEL
SEÑOR”. No jugaba a “humilde”. Sentía en lo más hondo de su alma que Ella
era sólo una muchacha que se había abandonado de tal manera en manos de Dios,
que ahora no tenía más título que el de POBRE ESCLAVA… Aunque sin dejar de
reconocer que en ese barro suyo, Dios había hecho maravillas, porque Dios es
santo.
Jesús por su
parte, “siendo rico [siendo Dios, la
máxima riqueza esencial] se hizo pobre”
[se hizo hombre, como uno cualquiera, en pura obediencia a Dios].
Esa es la pobreza que hace feliz. Esa es la pobreza de espíritu, la pobreza del
corazón, la pobreza libremente elegida o libremente asumida y aceptada, y la
que hace reyes, porque depositan la
propia vida en los brazos del REY. La
pobreza que declara a boca llena que DIOS ES NUESTRO REY, y que no quiere tener otro dios que el Dios verdadero,
al que se le ama con todo el corazón,
toda la mente, todo el ser…, en cuyas manos se confía y de cuyas manos se
siente prendido el pobre y –consecuentemente-
seguro.
Es el pobre que tiene perfectamente asumido
que no se puede servir a dos señores.
Y como uno de ellos es “el dinero” (el “yo-mismo”, los ídolos de cartón que
presenta el mundo), es evidente que se dan en totalidad al OTRO SEÑOR…, al
Señor de los señores. Y podríamos decir simplemente que, para EL POBRE, no hay
ni necesidad de “elección”. El pobre se va derecho a Dios, como su único Señor.
Y se cuelga de Él y se abandona en Él, aunque Dios no siempre va a ofrecerles
el “caramelo” de la vida. Pero el POBRE será siempre como aquel agricultor que
siempre obtenía las mejores cosechas y, cuando le preguntaban extrañados cómo
conseguía aquello, respondía con toda su alma: porque yo tengo siempre los
temporales que yo quiero: viento, sol, lluvia, granizo… - ¿Y cómo es eso
posible?, le preguntaban. – Porque yo siempre
quiero lo que quiera Dios.
Luego vendrá
esa característica típica del POBRE: que –siendo pobre- comparte todo lo que
tiene. ¿Y qué tiene? – Su pobreza…, y un corazón abierto a toda necesidad, a la
que acude en la medida que le es posible desde su misma pequeñez. Es un hecho que las familias humildes se
ayudan mucho más que “las ricas”. Primero, porque las ricas ni necesitan ayuda,
ni son capaces de pedir ayuda, aunque la necesiten. Las pobres saben lo que es
tener que depender y que, hoy por mí mañana por ti, todos necesitamos de todos.
Y COMPARTIR LA POBREZA es uno de los modos más bellos que existen en la vida…
Es la pobreza que nos hace hermanos de los hermanos…, sencillos con los
sencillos…, la pobreza que hace feliz porque no se tiene más que lo que se
tiene, y no ambiciona tener más.
Queda ahora
un desarrollo más concreto. Las “ocho” bienaventuranzas no son ocho (en los
relatos bíblicos el 8 únicamente sale dos veces, mientras que el siete es de una fuerza simbólica de
plenitud. Entonces podemos concluir con toda certeza que esa bienaventuranza
que abre la puerta, se desdobla y explicita en las otras siete que
vienen a continuación: - ¿Cuál es la POBREZA QUE HACE FELIZ? Las 7
bienaventuranzas que vienen a continuación nos irán diciendo esos caminos –avenidas-
por las que transita la totalidad de la vida cristiana: la que vivió Jesús; la
que nos toca ir recorriendo a nosotros.
la vida es un juego de amor .
ResponderEliminarNo se va en carroza al paraíso .Padre Pio