La llegada
inmediata
Hoy entra la 2ª parte del adviento, ya
directamente centrada en los misterios previos al nacimiento de Jesús. Se verá
en los evangelios que se proclaman en la Misa.
El
arranque de hoy es una de esas tan queridas genealogías, propias de los judíos.
Pero para enmarcarla, la 1ª lectura ha resaltado el papel de Judá,
empezando por Jacob (llamado “Israel” por el mismo Dios). Y de ese padre viene
un hijo y una rama que es Judá, de la que no se apartará el bastón de
mando..., y le rendirán homenaje todos los pueblos.
El
Evangelio de hoy será para los oyentes una relación monótona y
desabrida. Para un hebreo es su propia identidad. Por eso, arrancando de Abrahán
(padre de una generación incontable) irá viniendo Jacob..., y con un
maquillaje peculiar se irá llevando la
descendencia ininterrumpidamente hasta Judá. Porque en esa rama y estirpe entra
José, el esposo de María, de la que nacerá Cristo. San Mateo, que es el
que introduce a José en el protagonismo de la historia mesiánica, ha seguido la
genealogía que desemboca en José. A través de esas generaciones, Jesús es el
hijo de David, el anunciado Mesías Salvador.
EL SERMÓN DEL MONTE
Los que tienen hambre y sed de justicia.
-
Cuidad de no obrar vuestra justicia ante los
hombres para ser vistos por ellos. (Mt 6, 1)
-
Buscad primero el reino de Dios y su justicia.
(6, 33)
-
Deja ahora, porque así conviene cumplir toda
justicia. (3, 15)
-
Vino a vosotros el Bautista por el camino de la
justicia y no creísteis en él. (21, 32)
Es patente que
esta expresión no equivale a la de uso normal entre nosotros. Para nosotros es
una “justicia jurídica”, de leyes, obligaciones, castigos o declaración de inocencias.
En el lenguaje
bíblico es otra cosa: José era “varón justo” (cabal, obediente a Dios. La “justicia
falsa” de los escribas y fariseos es la incoherencia entre lo que dicen y lo
que hacen. Es la “justicia postiza” de las apariencias: aparecer como buenos,
pero ser sepulcros blanqueados.
Es otra la justicia del Reino, que es la búsqueda y
práctica de hacer la voluntad de Dios. Lo indica San Pablo, en lo justo, lo santo, lo perfecto, cuando
Dios reina en el corazón de la persona. Por eso la palabra “justicia” equivale
a SANTIDAD, bondad, fidelidad.
Juan, que
resiste, debe bautizar a Jesús para
cumplir toda justicia…: porque Jesús recoge todo el pecado del mundo (que era lo que confesaban quienes iban a
ese bautismo), y lo cargara sobre sus espaldas para llevarlo hasta la cruz y
dejar allí clavado el pliego de multa de nuestros pecados, que son purificados
por la sangre de su cruz, nuevo bautismo
con el que Jesús fue bautizado: el bautismo de su sangre. Por tanto OTRA JUSTICIA tan diversa de la
nuestra, porque es la justicia que justifica
y no la “justicia justiciera” que condena. Es la justicia que perdona al
culpable y no puede perdonar a quien no se reconoce pecador (“el inocente”…)
El hambre
de ser JUSTOS es todo lo contrario de las justicias humanas, que bien se
sabe que son tan parciales e injustas. El hambre
y sed es del Dios vivo, del Dios que
ha hecho tanto por mí, y al que se desea ahora AGRADAR como forma de vida
de la persona.
Y concluye: porque
ellos serán saciados.
Es el efecto
del justo (que es justo porque es humilde, porque es POBRE -no perdamos de
vista que seguimos colgados, explicitando, la primera bienaventuranza). Y si para
el que elige ser pobre, Dios es su Rey, el JUSTO de corazón está poseyendo ya
aquí mismo en la tierra esa saciedad del gozo de tener a Dios…, de tener el
alma EN Dios. Y Dios es nuestra justicia.
No se quitarán las injusticias humanas…, pero el justo vive de la fe…, el JUSTO ha tomad altura y –aunque sufre
el dolor de una humanidad injusta- no llega a salpicarle su injusticia, aunque
padezca las consecuencias. El justo responderá al mal con el bien; a la
agresividad con la comprensión; al amargo, con dulzura; al que teme fantasmas
por todas partes (en realidad los lleva dentro de sí), con la confianza; al que
zahiere, con el bálsamo de la sonrisa o de la prudente distancia.
El JUSTO será siempre el totalmente
convencido de que Dios es SIEMPRE BUENO,
y en Dios no cabe ni una brizna de mal. Por ello, pase lo que pase, ocurra
lo que ocurra, jamás pondrá su recelo o su queja en Dios. Dios es para Él su
seguridad, su apoyo, su referencia indiscutible. Y aunque he visto caer las columnas del cielo y las estrellas del
firmamento, en cuanto a mí estoy seguro
que no caeré (escribió San Claudio de la Colombière). ¡Esa es su hambre
saciada aún aquí abajo!, porque Dios le pone a cubierto de toda injusticia…,
aunque la injusticia siga existiendo…
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