08 de diciembre de 2013 (Zenit.org) - En este segundo domingo de
Adviento, solemnidad de la Inmaculada Concepción de María, el papa Francisco
rezó la oración del ángelus desde la ventana de su estudio en el Palacio
Apostólico, ante una multitud que le atendía en la plaza de san Pedro.
Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo,
que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el Pontífice argentino les
dijo:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Este segundo domingo de Adviento cae en el día de la fiesta de la
Inmaculada Concepción de María, y entonces nuestra mirada es atraída por la
belleza de la Madre de Jesús, ¡nuestra Madre! Con gran alegría la Iglesia la
contempla «llena de gracia» (Lc 1, 28). Digámoslo tres
veces: "Llena de gracia". Todos: ¡Llena de gracia! ¡Llena de
gracia! ¡Llena de gracia! y así
como Dios la ha mirado desde el primer instante en su diseño de amor. María nos
sostiene en nuestro camino hacia la Navidad, porque nos enseña cómo vivir este
tiempo de Adviento en la espera del Señor. ¡El Señor viene! ¡Esperémoslo!
El Evangelio de san Lucas nos presenta a María, a una joven
de Nazaret, pequeña localidad de Galilea, en la periferia del imperio romano y
también en la periferia de Israel. Y sin embargo, sobre ella se ha posado la
mirada del Señor, que la ha elegido para ser la madre de su Hijo. En vista de
esta maternidad, María ha sido preservada del pecado original, es decir, de
aquella fractura en la comunión con Dios, con los otros y con el creado, que
hiere profundamente a cada ser humano.Pero esta fractura ha sido sanada por
adelantado en la Madre de Aquel que ha venido a librarnos de la esclavitud del
pecado. La Inmaculada está inscrita en el diseño de Dios; es fruto del amor de
Dios que salva el mundo.
Y la Virgen no se ha alejado jamás de ese amor: toda su vida, todo
su ser es un “sí” a Dios. ¡Pero ciertamente no ha sido fácil para ella! Cuando
el Ángel la llama «llena de gracia» (Lc 1, 28), ella se queda «muy turbada»,
porque en su humildad se siente nada ante Dios. El Ángel la conforta: «No temas
María, porque has hallado gracia ante Dios. Y he aquí, que concebiras a un
hijo... y le pondrás por nombre Jesús». (v. 30). Este anuncio la turba todavía
más, también porque todavía no está desposada con José; pero el Ángel añade:
«el Espíritu Santo vendrá sobre ti... Por lo tanto, el que nazca será santo y
será llamado Hijo de Dios». (v. 35). María escucha, obedece interiormente y
responde: «He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra».
(v. 38).
El misterio de esta chica de Nazaret, que está en el corazón de
Dios, no nos resulta extraño. No es ella que está arriba y nosotros aquí.
No, no, estamos conectados. De hecho, ¡Dios fija su mirada de amor sobre
cada hombre y cada mujer! Con nombre y apellido. Su mirada de amor está
sobre cada uno de nosotros. El Apóstol Pablo afirma que Dios «nos ha
elegido antes de la creación del mundo para ser santos e inmaculados». (Ef 1,
4). También nosotros, desde siempre, hemos sido elegidos por Dios para vivir
una vida santa, libre del pecado. Es un proyecto de amor que Dios renueva cada
vez que nos acercamos a Él, especialmente en los Sacramentos.
En esta fiesta, entonces, contemplando a nuestra Madre Inmaculada,
bella, reconozcamos también nuestro destino más verdadero, nuetra vocación más
profunda: ser amados, ser transformados por el amor. Miremos a ella, y
dejemonos mirar por ella; para aprender a ser más humildes, y también más
valientes en el seguimiento de la Palabra de Dios; para acoger el tierno abrazo
de su Hijo Jesús, un abrazo que nos da vida, esperanza y paz.
Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración del
Ángelus. Y al concluir la plegaria prosiguió:
Queridos hermanos y hermanas, os saludo con afecto,
especialmente a las familias y los grupos parroquiales y asociaciones.
Saludo a los fieles de Cossato, Biella, Bianzé, Lomazzo, Livorno Ferraris,
Rocca di Papa, San Marzano sul Sarno y Pratola Serra. Quisiera unirme
espiritualmente a la iglesia que vive en América del norte, que hoy conmemora
la fundación de su primera parroquia, hace 350 años: Notre-Dame de Québec.
Damos las gracias por los progresos logrados desde entonces, en particular por
los santos y los mártires que han fecundado aquellas tierras. Bendigo a todos
los fieles que celebran este jubileo el corazón.
Dirijo un pensamiento especial a los miembros de la Acción
Católica Italiana, que hoy renuevan su adhesión a la Asociación. ¡Ahí están! Os
deseo todo lo mejor para vuestro compromiso apostólico y formativo. ¡Adelante,
sed valientes!
Esta tarde, siguiendo una antigua tradición, iré a la Plaza de
España, a orar a los pies del monumento de la Inmaculada. Pido que os unais
conmigo en esta peregrinación espiritual, que es un acto de devoción filial a
María, para confiar a la ciudad de Roma, a la Iglesia y a la humanidad entera.
En ese momento, el papa Francisco explicó que a continuación iría
a visitar la Basílica de Santa María la Mayor, para a rezar a Nuestra Señora
Salus Populi Romani por todos los habitantes de la Ciudad Eterna.
Y concluyó, como de costumbre:
Os deseo un buen el domingo y una buena fiesta de nuestra madre.
¡Buen almuerzo y hasta pronto!
VÉASE OTRA ENTRADA SIGUIENTE: EL PAPA ANTE LA INMACULADA
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡GRACIAS POR COMENTAR!