15 de diciembre de 2013 (Zenit.org) - En el tercer domingo de Adviento,
el santo padre se ha asomado a la ventana del Palacio Apostólico, a las 12.00
para recitar el la oración del ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en
la plaza de San Pedro. El frío se hacía sentir y llovía. Entre los presentes,
se encontraban los niños del Centro de Oratorios [centros parroquiales
infantiles y juveniles] Romanos para la bendición de las imágenes del Niño
Jesús que pondrán en el belén familiar, escolar o parroquial.
Estas son las palabras del papa al introducir la oración mariana
"Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy es el tercer domingo de Adviento, llamado también domingo
Gaudete, domingo de la alegría. En la liturgia resuena más veces la invitación
a estar contento, a alegrarse. ¿Por qué? Por que el Señor está cerca. La
Navidad está cerca.
El mensaje cristianos se llama Evangelio, es decir, Buena Noticia.
Un anuncio de alegría para todo el pueblo. La Iglesia no es un refugio para
gente triste. La Iglesia es la casa de la alegría. Y aquellos que están tristes
encuentran en eso la alegría, encuentran en ella la verdadera alegría. Pero esa
del Evangelio no es una alegría cualquiera. Encuentra su razón en el saberse
acogidos y amados por Dios, como nos recuerda el profeta Isaías. Dios, Él viene
a salvarnos, y da su ayuda especialmente a los que tienen el corazón
desorientado. Su llegada en medio a nosotros nos fortalece, nos da fuerza,
valor, produce regocijo y florece el desierto y la estepa, es decir nuestra
vida cuando se hace árida. ¿Y cuándo se hace árida nuestra vida? Cuando está
sin el agua de la Palabra de Dios y de su Espíritu de amor. Por más grandes que
sean nuestro límites y nuestras pérdidas, no se nos permite estar débiles y
vacilantes frente a las dificultades y a nuestras mismas debilidades. Por el
contrario, se nos invita a fortalecer las manos, a fortalecer las rodillas para
tener coraje y no temer, porque nuestro Dios nos muestra siempre la grandeza de
su misericordia.
Él nos da la fuerza para ir adelante. Él está siempre con nosotros
para ayudarnos a ir adelante. Él es un Dios que nos quiere mucho. Nos ama. Y
por esto está con nosotros para ayudarnos, para fortalecernos e ir adelante.
¡Ánimo! Siempre adelante. Gracias a su ayuda nosotros podemos recomenzar
siempre de nuevo. ¿Cómo recomenzar de nuevo? Alguno puede decirme: 'No padre,
yo he hecho tantas, soy un gran pecador, una grande pecadora, yo no puedo
recomenzar de nuevo'. Te equivocas, tú puedes recomenzar de nuevo. ¿Por qué?
Porque Él te espera, Él está cerca de ti, Él te ama. Él es misericordioso. Él
te perdona. Él te da la fuerza de recomenzar de nuevo. A todos. Seamos capaces
de reabrir los ojos, de superar tristezas y llantos y entonar un canto nuevo. Y
esta alegría verdadera permanece también durante la prueba, también en el sufrimiento,
porque no es superficial, pero baja a lo profundo de la persona que se fía de
Dios y confía en Él.
La alegría cristiana, como la esperanza, tiene su fundamento en la
fidelidad de Dios, en la certeza que Él mantiene siempre sus promesas. El
profeta Elías exhorta a aquellos que han perdido el camino y se encuentran en
la desesperación a confiar en la fidelidad del Señor, porque su salvación no
tardará en irrumpir en su vida. Cuantos han encontrado a Jesús a lo largo del
camino, experimentan en el corazón una serenidad y una alegría de la que nada
ni nadie podrá privarlos. Nuestra alegría es Jesucristo, ¡su amor es fiel e
inagotable! Por eso, cuando un cristiano se vuelve triste, quiere decir que se
ha alejado de Jesús. ¡Pero entonces no podemos dejarle solo! Es necesario rezar
por él y hacerle sentir el calor de la comunidad.
La Virgen María nos ayuda a acelerar el paso hacia Belén, para
encontrarnos con el Niño que ha nacido por nosotros, por la salvación y la
alegría de todos los hombres. A ella el ángel le dijo: "Alégrate llena de
gracia: el Señor está contigo". Ella nos ayuda a vivir la alegría del
Evangelio en la familia, en el trabajo, en la parroquia y en cualquier
ambiente. Una alegría íntima, hecha de maravilla y de ternura. Esa que siente
una madre cuando mira a su hijo recién nacido, y siente que es un regalo
de Dios, '¡un milagro por el que dar gracias!"
Al finalizar estas palabras, el santo padre ha rezado la oración
del Ángelus. Y al concluir, continuó:
"Queridos hermanos y hermanas, lo siento que están bajo la
lluvia, pero yo estoy con ustedes desde aquí. Son valientes ¿verdad? ¡Gracias!
Hoy el primer saludo está reservado a los niños de Roma. ¿Dónde
están? ¡Buenos! Venidos a la tradicional bendición de las figuras del Niño
Jesús, organizada por los Centros de Oratorios Romanos. Queridos niños, cuando
recen delante de vuestro Belén, acuérdense también de mí, como yo me acuerdo de
ustedes. Les doy las gracias y ¡feliz Navidad!
Saludo a las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones,
y a los peregrinos procedentes de Roma, de Italia y de tantas partes del mundo,
en particular de España y de Estado Unidos de América. Con afecto saludo a los
chicos de Zambia y les deseo que se conviertan en "piedras vivas"
para construir una sociedad más humana. Extiendo este deseo a todos lo jóvenes
aquí presentes, especialmente a los de Piscopio y Gallipoli y a los
universitarios lucanos de Acción Católica.
Saludo a los coros de Vicenza, el Aquila y Mercado San Severino; a
los fieles de Silvi Marina y San Lorenzello; como también a los socios del CRAL
Telecom con sus familiares. A todos ustedes les deseo feliz domingo".
Y concluyó con su ya famoso "Buon pranzo", y ¡Hasta pronto!
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