Sábado 2º
adviento
Dejamos
a Isaías que ha sido el profeta del adviento, que ha expuesto de mil
formas lo que será ese futuro tan distinto, porque la llegada del Mesías hará
todo nuevo y prodigiosamente bueno. Sus audaces comparaciones y paradojas han
querido mostrar la diferencia de un mundo ya salvado con lo que es la situación
opresiva del destierro.
Hoy se toma la 1ª lectura del libro Eclesiástico con su panegírico
de Elías, profeta más cercano que Elías, que Dios lo “reserva para el
momento de aplacar, reconciliar padres con hijos, y restablecer las tribus de
Israel”.
En
el Evangelio sigue Jesús tomando la idea de un Elías que volvería a
hacerse presente..., ¡y se ha hecho presente y lo han despreciado!
Comprenden los apóstoles que Jesús se ha referido a Jan Bautista. Para concluir
que “el Hijo del hombre va a padecer a manos de ese mismo pueblo que maltrató
a Elías”.
Todo
esto en el adviento, ¿qué? Pues que tanto esperaron entonces y no aceptaron la llegada
del gran profeta, que en el adviento real de hoy, el que vivimos nosotros,
nos enfrenta a nuestra acogida de Jesús. Ayer nos ponía ante un balance de
situación. Hoy nos pone ante una mala solución de ese balance. [Quedamos ahí
ante nosotros mismos].
SERMÓN DEL MONTE
No
es un recurso que yo haya tomado el SEMÓN DEL MONTE como la reflexión en este
adviento, sino la ida a la fuente,
al meollo mismo de nuestra vida cristiana, porque toda ella se basa en estos
grandes y amplios planteamientos que puso Jesús en el frontispicio de su obra
evangelizadora.
Si
el Sinaí supuso el arranque de un pueblo de Dios bajo la pauta de unos
Mandamientos, Jesús sube a otro monte y nos entrega su legado, que supone los
mandamientos y los sobrepasa. De las “tablas de piedra” pasa Jesús a “lo que
sale del corazón” (ya había anunciado el profeta que Dios nos daría un corazón de carne”. Ese es que palpita en las
bienaventuranzas, dichas o alegrías que no presenta Jesús).
Serán consolados
Aún
podemos decir más. Y si lo hacemos mirando al mundo que tenemos delante,
podremos comprenderlo mucho mejor. Estamos asistiendo a un carrusel de tensiones,
malestar, ganas de pelea, crítica de todo, odios clarísimos en lo privado y en
lo político y social. Al revés de los
tres mosqueteros –“uno para todos y todos para uno”- estamos asistiendo al
despropósito del “todos contra todos”… Y no es sólo que lo vemos… Es que lo
practicamos. El “tuyo” y el “mío”, el menosprecio a lo ajeno (incluso dentro de
los movimientos de Iglesia), el egoísmo imperante que sólo admite, hincha y
valora lo propio, y que deja tan ridículamente encerrados a sobrevalorar lo
propio y mirar lo ajeno por encima del hombro…, el que haya tantas “víctimas”
(subjetivas) porque cualquiera se siente perseguido por sus propios hermanos en
la fe…, sin que se deje un resquicio a admitir que es uno quien se ha enrocado
en su propia amargura… Y así podríamos
seguir.
¿Puede
ser eso lo que tenga entrada en el Reino de Dios? ¿Es esa la FELICIDAD que
Jesús afirmó a los que lloran? Evidentemente no. Y cuando afirma Jesús que serán
consolados, hay una doble vertiente por delante: que el tiempo, el
conocimiento más cercano de las personas, la purificación del propio
pensamiento (para eliminar prejuicios), debe desembocar en un creyente en
Cristo en ese piélago del amor cristiano en el que nadamos en el propio Corazón
de Cristo, y eso nos lleva a salir de nosotros mismos y a hacernos consoladores de los demás.
Pero
hay otra vertiente de no menor envergadura: cuando ese conocimiento,
pensamiento, reflexión orante sincera, nos hace mirarnos al espejo a cada uno.
Porque es cada uno quien tiene que sanar dentro de sí. Sobrepasar sus propios
traumas, echar sentido del humor (reírse
de sí mismo), echarse a nadar en ese mar de buena voluntad y buena fe y
menos suspicacias… Autovalorarse pero no en hojarascas de falsa vanidad, ni de
infantil inconsciencia, sino sacando a flote los valores que uno tiene dentro.
¡Y todos tenemos muchos”!
Entonces,
bajando de esas dos vertientes de un “monte absurdo” y entrando en ese otro
Monte donde esta Jesús, nos sentiremos
consolados. Es un efecto que no sólo se ha de esperar recibir en la vida
eterna. Hemos de ser felices ya aquí. Y
cuantas menos antenas tengamos echadas para captarlo todo…, (y con ondas
distorsionadas), mucho más oxígeno encontraremos para sacar adelante la parte
que nos toda a cada uno: la de consolar y la de saber evitar nuestros “desconsuelos”.
Ir superando “llantos” de perdedores/as, y buscar con ilusión todos los
resquicios que nos ofrecen las realidades que están ahí…, o dentro de nosotros
mismos. Ojalá podamos llorar ese llanto pacificador de quien encontró la razón
para gozar, porque la tenía tan cerca y no la sabía encontrar.
10 Muchos tropezarán entonces, y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán.
ResponderEliminar11 Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos;
12 y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.
EVANGELIO DE SAN MATEO
Tu no has olido la exhortacion apostolica del Papa. Te la recomiendo
ResponderEliminarY tu eres de los que uelen muchos libros pero hacen poco. Te recomiendo yo un poco de más contención. y si no sabes de que va la cita, pregunta primero, antes de juzgar.
EliminarVeo que para usted los profetas, no forman parte de la Biblia, pues ellos eran también "quejosos" y eso no es vicio, sino virtud y don especial. Le aconsejo que repase lo que digo, y deje de dar palos al viento.
ResponderEliminar