LOS
PACIFICADORES
Comencemos
con una breve reseña de de la celebración litúrgica de SAN ESTEBAN, correspondiente al día 26 de diciembre. Es el primer mártir
de la era cristiana, que da su vida conscientemente en razón de su fe, y
precisamente por el odio a la fe cristiana por parte de los jefes dirigentes
judíos. Muere apedreado por haber sido acusad de blasfemo, cuando manifestó en
medio del tribunal que veía los cielos abiertos y al Hijo del hombre sentado a
la derecha de Dios. Murió, imitando a Jesús en su muerte, perdonando a quienes
le apedreaban y a los que habían decretado aquella muerte en razón de su fe.
NOCHE DE PAZ
Serán
llamados hijos de Dios.
He observado
mucho estos días. Nació Jesús cuando todo
el orbe estaba en paz. He observado
grupos, familias, He atisbado ambientes de
muchos tipos y en circunstancias muy aparentemente preparadas para fomentar el
clima de paz. Y me ha causado un doloroso sentimiento descubrir cómo se
coge tan frecuentemente el rábano por
las hojas para venir a crear puyas y formas que dan al traste con toda esa
postiza parafernalia con la que se quiso escenificar el buen entente de una
familia, de un colectivo, de una comunidad.
Y comprendo aquello de Jesus de “que
no se pueden sacar higos de los abrojos”.
He visto el
directo o indirecto “reventador” que, con apariencias de suavidad, ha traído a
colación “noticias” (que no son tales), comentarios por la bajo mientras se
está escuchando algo importante, y siempre dejando la “pequeña nota negativa”
(típica del “enterado de todo” y sabedor de mucho menos), pero que es lo
suficiente para poner la nota contraria al pacificador
que, siquiera en estos días –por lo que representan-, podría guardarse su sarcasmo,
su palabra subterránea.
He visto ese
juego infantil que cree que por cambiar una colocación de sillas, mesas,
butacas…, o porque son días para tomar juntos un licor, ha pensado que ya
estaba uniendo a los desavenidos, apaciguando a los criticones, o “creando
ambiente” de paz.
¡Qué
infantilismo! El que es agente de paz lo
es sin nada de eso. El que es agente guerrillero, displicente, murmurador,
ávido de trasmitir malas noticias, lo sigue haciendo.
Y es que el
tema del CAMBIO no es nunca el efecto de cuatro ideas “renovadas” –con toda la
buena voluntad que se quiera-, pero que las ideas no cambian el mundo. En LA
PERSONA, es el corazón y lo que alberga el corazón, lo que realmente tiene el
secreto de un cambio. Y el corazón lleva sus rincones de gusanera en este
ambiente de tensiones en que el arte más practicado es el de aquel que iba por
la calle y se acercaba a los dos que venían frente a él para decirles: “¿De qué van hablando Vds para que yo me
oponga?”
Los políticos
que nos han tocado y “las fuerzas vivas”, son el anti-ejemplo más evidente de
lo que es sembrar paz. Y una buena parte del clima de tensiones que se masca en
la gente de a pie, y que ya son “manzanas podridas” en el cesto popular, son
efecto mimético de esa casta política y social que nos está conduciendo a un
precipicio humano.
La PAZ de la
bienaventuranza exige que el propio corazón esté limpio (ya hablamos de ello).
Requiere que la PAZ esté asimilada y sea el substrato de la persona y la “cama”
de la caridad. Requiere que no sea persona que simplemente vive en paz “su paz”,
sino que contagia, trasmite, “impone” paz (y no por la fuerza sino por su mismo
ejemplo y su modo de hacer). Es un sembrador
de paz que, unas veces la lleva en su hablar y modo de hablar; otras en su
silencio y su SABER CALLAR. El que al sarcasmo responde con una sonrisa; a la
ofensa con una bondad. (Ese “pacificador” ha orado mucho, ha “combatido” mucho,
ha hecho “mucha guerra” contra si mismo. Por eso está entrenado y en plenas
facultades para poner bondad donde hay malicia o segundas intenciones).
Para ellos
está expresada la felicidad de ser llamados HIJOS DE DIOS. Y “ser llamados” es
un eufemismo bíblico para decir que ellos son hijos de Dios que llevan en si la impronta de la PAZ DE DIOS que
han reflejado de Padre. Diría la gente: “son hijos de tal padre”…, son los
verdaderos discípulos de Jesús. Por
ello, lo mismo que con Jesús las gentes se arremolinaban porque de Él salía una fuerza que sanaba a todos,
así ocurre con el PACÍFICO DE CORAZÓN: que se le busca porque a su lado siente
una seguridad. Sabe uno que allí no va a
surgir la palabra que “revienta” la tranquilidad, ni la media palabra que
parece que nada dice y que –sin embargo- deja ya el veneno en el aire.
Cuando ese
ser pacífico y pacificador está en un grupo, en una comunidad, en una tertulia,
allí se respira otro aire. Porque tiene el arte de echar el capote y hacer el
quite para que la embestida del burel no hiera a nadie de ese grupo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡GRACIAS POR COMENTAR!