Francisco reflexiona
sobre los carismas dentro de la Iglesia. Un don de Dios por medio de su
Espíritu. "'¡Qué bonito! Tantos dones diferentes, porque somos todos hijos
de Dios, y todos amados de una manera única'
En esta semana, continuamos hablando de la Iglesia. Desde el
inicio, el Señor ha colmado a la Iglesia de los dones de su Espíritu,
haciéndola así siempre viva y fecunda, con los dones del Espíritu Santo. Entre
estos dones, se distinguen algunos que resultan particularmente preciosos por
la edificación y el camino de la comunidad cristiana: se trata de los carismas.
En esta catequesis sobre la Iglesia queremos preguntarnos: ¿qué es exactamente
un carisma? ¿Cómo podemos reconocerlo y acogerlo? Y sobre todo: ¿el hecho que
en la Iglesia haya una diversidad y una multiplicidad de carismas, es visto en
sentido positivo, como algo bonito, o como un problema?
En el lenguaje común, cuando se habla de "carisma", se entiende
a menudo un talento, una habilidad natural. Se dice, "esta persona tiene
un carisma especial para enseñar, tiene talento". Así, frente a una
persona particularmente brillante y atractiva, se dice: "Es una persona
carismática". ¿Qué significa? No lo sé, pero es carismática. Y así
decimos, no sabemos qué decimos, pero decimos es carismática. En la prospectiva
cristiana, sin embargo, el carisma es mucho más que una cualidad personal, de
una predisposición de la que se puede estar dotado: el carisma es una gracia,
un don concedido por Dios Padre, a través de la acción del Espíritu Santo. Y es
un don que es dado a alguien no porque sea mejor que los otros o porque se lo
ha merecido: es un regalo que Dios le hace, para que con la misma gratuidad y
el mismo amor lo pueda poner al servicio de toda la comunidad, para el
bien de todos.
Hablando un poco de forma humana se dice así: "Dios da esta
cualidad, este carisma a esta persona, pero no para sí, sino para que esté al
servicio de toda la comunidad". Hoy antes de llegar a la plaza he recibido
muchos muchos niños discapacitados en el Aula Pablo VI, había muchos. Una
asociación que se dedica al cuidado de estos niños. ¿Qué es? Esta asociación,
estas personas, estos hombres, estas mujeres, tienen el carisma de cuidar a los
niños discapacitados. Esto es un carisma.
Algo importante que se subraya enseguida es el hecho que uno no
puede entender por sí mismo si tiene un carisma y cuál. Pero muchas veces
nosotros hemos escuchado personas que dicen "yo tengo esta cualidad, sé
cantar muy bien". Y nadie tiene el valor de decirle "mejor que estés
callado porque nos atormenta a todos cuando tú cantas". Nadie puede decir
"yo tengo este carisma". Es dentro de la comunidad que florecen
y se desarrollan los dones de los que nos colma el Padre; y es en el seno de la
comunidad que se aprende a reconocerlos como un signo de su amor para todos sus
hijos. Cada uno de nosotros, entonces, está bien que se pregunte: "¿Hay
algún carisma que el Señor ha hecho surgir en mí, que el Señor ha hecho surgir
en mí, en la gracia de su Espíritu, y que mis hermanos, en la comunidad
cristina, han reconocido y animado? ¿Y cómo me comporto yo en cuanto a este
don: lo vivo con generosidad, poniéndolo al servicio de todos, o lo descuido y
termino por olvidarlo? ¿O quizá se convierte en mí en motivo de orgullo, tanto
como para quejarme siempre de los otros y pretender que en la comunidad se haga
a mi manera? Son preguntas que debemos hacer. Si hay un carisma en mí, sea
reconocido este carisma, de la Iglesia y si estoy contento con este carisma. O
tengo un poco de celos del carisma de los otros. "Quiero tener ese
carisma". El carisma es un don, solamente lo da Dios.
¡La experiencia más bonita es descubrir cuántos carismas
diferentes y de cuántos de su Espíritu el Padre colma su Iglesia! Esto no debe
ser visto como un motivo de confusión, de malestar: son todos regalos que Dios
hace a la comunidad cristiana, para que pueda crecer en armonía, en la fe y en
su amor, como un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo.
El mismo espíritu que da esta diferencia de Carismas da la unidad
de la Iglesia, el mismo Espíritu. Frente a esta multiplicidad de carismas
nuestro corazón se debe abrir a la alegría y debemos pensar: "¡Qué bonito!
Tantos dones diferentes, porque somos todos hijos de Dios, y todos amados de
una manera única". Ay, entonces, si estos dones se convierten en motivo de
envidia o de división, de celos. Como recuerda el apóstol Pablo en su Primer
Carta a los Corintios, en el capítulo 12, todos los carismas son importantes a
los ojos de Dios y, al mismo tiempo, ninguno es insustituible. Esto quiere
decir que en la comunidad cristiana necesitamos el uno del otro, y cada don
recibido se realiza plenamente cuando es compartido con los hermanos, por
el bien de todos. ¡Esta es la Iglesia! Y cuando la Iglesia, en la variedad de
sus carismas, se expresa en comunión, no se puede equivocar: es la belleza y la
fuerza del sensus fidei,
de ese sentido sobre natural de la fe, que es donado por el Espíritu Santo para
que, juntos, podamos todos entrar en el corazón del Evangelio y aprender a
seguir a Jesús en nuestra vida.
Hoy la Iglesia celebra la fiesta Santa Teresa del Niño Jesús. Esta
Santa que ha muerto a los 25 años amaba tanto la Iglesia, quería ser misionera,
pero quería tener todos los carismas. Y decía "yo quiero hacer esto, esto,
esto, todos los carismas quería". Ha ido a rezar, ha escuchado que su
carisma era el amor. Y ha dicho esta bella frase "en el corazón de la
Iglesia yo seré el amor" y este carisma lo tenemos todos. La capacidad de
amar, pidamos hoy a Santa Teresa del Niño Jesús esta capacidad de amar tanto a
la Iglesia, de amarla tanto y aceptar todos los carismas con este amor de hijos
de la Iglesia, de nuestra Santa Madre Iglesia jerárquica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡GRACIAS POR COMENTAR!