Aquí hay uno
que es más
En la carta a los Gálatas 4, 22-24; 26-27; 31-5, 1 [la selección nos ha facilitado el
entendimiento de la lectura], Pablo utiliza una típica demostración rabínica.
Partiendo de las dos esposas de Abrahán, una Sara, la verdadera esposa y que
está dentro de la promesa de Dios; y la otra Agar, la sierva, y por tanto esclava,
establece Pablo una comparación. Los hijos de Agar son los que permanecen
esclavos de la ley, mientras que la descendencia de Sara -que es la que prevalece- representa la libertad
de quien creyó a Dios y vive bajo la influencia de la promesa y la gracia de
Dios. Quiere Pablo llevarlos así a su tesis fundamental: el Evangelio que él
les ha predicado les libera, mientras que el que le traen los partidarios de la
circuncisión –la ley- les esclaviza. Cristo
nos ha liberado. Por tanto, manteneos firmes y no os sometáis de nuevo el yugo
de la esclavitud.
¿Nos parece muy lejana esta argumentación? Yo la estoy
viendo constantemente en personas muy religiosas o en personas más bien
ignorantes: que se aferran a la esclavitud de las leyes, de “lo que siempre se
hizo”, de lo que aprendieron de niños, o de lo que crea ahora la nostalgia y la
“pelea” sorda con avances de pensamiento eclesial, y tratan de vivir la marcha atrás,
con el detrimento y la confusión que eso provoca en la gente sencilla y tantas
veces ignorante, o necesitada de “cosas” más que de espíritu. No estamos tan
lejos de aquella situación de los gálatas si nos ponemos con sinceridad a mirar
nuestras tendencias y esa pléyade de “detallitos” con los que hoy se quiere
vivir la fe, y que en realidad manifiestan la falta de una verdadera fe en el
Evangelio.
Como anillo al dedo viene el Evangelio de hoy (Lc m11,
29-32). Se lamenta Jesús de la generación
pervertida en la que se está desenvolviendo…, unas gentes que piden signos y a las que nunca les
bastan los signos. Una generación que anatematiza las prácticas fundamentales
que emanan de la buena praxis eclesial y litúrgica y se aferran a una letanía
de “novedades” (muy volviendo atrás) como si en eso estuviera la renovación de
las buenas costumbres. ¡Hasta la añoranza de las Misas en latín y de espaldas!
Cuando se llega a eso ya tenemos retratada una sociedad que anda lejos de la
Buena Noticia, tan diferente, que nos da el Evangelio. Y Jesús –que a Él mismo
se le ha atribuido echar el demonio con el poder del demonio-, acaba ya por
renunciar a dar más pruebas. La que dará es ya la final: la de Jonás, el que
desaparece en el vientre del cetáceo y reaparece al tercer día… ¡La muerte y
resurrección! Es la única y última prueba! Si a esa no le hacen caso, ya no hay
más. La gente sensata responde: Nínive respondió a la llamada del profeta Jonás…
La reina del Sur respondió a la fama de Salomón… Y actuaron: Nínive se conmovió
y se convirtió; la reina de Saba vino hasta Salomón…
Pues aquí hay uno mayor que Jonás y uno mayor que Salomón. Y
serán los propios habitantes de Nínive quien condenará a esta generación que no
cree en Éste que es mayor que todos esos añadidos… Aquí hay uno que pertenece
al nuevo Israel libre, descendiente de Sara y Abrahán (y por tanto hijos de la
promesa, y LIBRES). Al otro lado siguen los descendientes de Agar que prefieren
vivir la esclavitud de cosas y formas, como si en ello les fuera el contenido
último de la salvación de Dios.
La Misa de espaldas y en latín fue una concesión oficial tras los cambios conciliares, motivada por la transición a una nueva Constitución de Sagrada Liturgia, que algunos no aceptaron en su totalidad. Y una transición ha de evitar traumas (que en la Iglesia pueden originar males mucho mayores que los que se intentan resolver). Pero al cabo de tantos años de innumerables y constatadas ventajas de la reforma litúrgica, el 99’99% de la población practicante católica está muy lejos de esas nostalgias que se conservan “en derecho” pero que no tienen sentido práctico ni lógico. Y por mucho que se pretenda distanciar de otras prácticas espureas que pululan por cada nueva nostalgia del pasado, bastaría un somero análisis sociológico para concluir que proceden de la misma raíz.
ResponderEliminarOtra vez me decido a dejar aquí mi comentario agradecido a sus enseñanzas, querido P. Cantero.
ResponderEliminarEs muy positivo y necesario hacernos caer en la cuenta "Que no es el Evangelio el que hay que interpretar según el Código de Derecho Canónico sino el Código según el Evangelio de la paz y del perdón" (P. José Mª Díaz Moreno, S. J., Razón y Fe nº 1392)
Enhorabuena y gracias, una vez más, querido P. Cantero.
Le dedico un filial abrazo.
Aprovecho la oportunidad para contar una cosa que me pasó el otro día.
ResponderEliminarSantísimo expuesto. Aparece el Sacerdote revestido con unas vestiduras "muy llamativas". Va a dar la bendición. Y de repente suena un cántico en latín. En ese momento fui consciente que sonaba muy bonito pero que no entendía ni papa. No conozco el latín, ¿y porqué tendría que conocerlo?.
Luego una oración. También en latín. Y me pregunto: ¿No se puede hablar en la lengua de todos los que vivimos aquí, para que todos entendamos?
Mi conclusión: "Algunos anteponen la tradición a lo práctico". Que pena.
¿Así vamos a llegar a la gente? ¿O aquella oración era para un número limitado de privilegiados?