lunes, 20 de octubre de 2014

20 oct.: Salvación y Desprendimiento

La salvación gratuita
y la pobreza salvadora
          En la carta a los efesios (2, 1-10), posiblemente la más cordial y profunda de San Pablo, el apóstol hace una mirada al pasado: lo que fuimos, una mirada al presente –salvados por Dios- y una mirada al futuro: lo que nos queda por hacer.
          Lo que fuimos: muertos por nuestros pecados y culpas, porque seguíamos las corrientes del mundo, dejándonos llevar del espíritu inferior que es revende contra Dios. Seguíamos tendencias sensuales, obedeciendo bajos instintos, y destinados así a la reprobación. [No deja de valer este relato para sincerar la propia realidad actual].
          Lo que somos: Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos al pecado, nos ha hecho revivir con Cristo –por pura gracia estáis salvados- porque nos ha resucitado con Cristo y nos ha sentado en el Cielo con Él. [Y todo esto lo está diciendo en presente a unos fieles reales de carne y hueso, en circunstancias más o menos como nosotros]. También merece la pena pararse en este relato de Pablo, que se apresura a asegurar que nada de esto es mérito nuestro sino pura gracia de Dios.
          Lo que debemos ser. Se presupone el punto anterior, y no debe quedar en segundo plano como quien le quita fuerza. Supuesto que por pura gracia estáis salvados y elevados ya a la derecha de Cristo, -somos, pues, obra de Dios, que nos ha creado en Cristo Jesús-, ahora nos queda vivir esa vida dedicada a las buenas obras, que Él determina que practiquemos. Por tanto, tenemos labor que hacer. Vamos sobre ruedas…, pero necesitamos actuar.

          El Evangelio –Lc 12, 13-21- comienza con algo que no acabamos de entender: que hay “negocios” puramente humanos en los que no tenemos que pretender que Jesús o lo espiritual nos lo resuelva. Son aspectos –muchas veces- tan de sentido humano que es una falta de respeto entremezclar a Dios en ello. Yo lo sintetizaría en la frase consabida de no meter a Dios en la sopa.
          Y de ahí se eleva Jesús a principios generales y aspectos muy serios que pueden ir relacionados con lo anterior: la avaricia… Avaricia que puede ser de dinero y que puede ser de querer llevar uno siempre la razón, o de querer acaparar para tener seguridad de futuro. Y sitúa la parábola del rico que tiene una inmejorable cosecha y ve en ello resuelto el resto de sus días… Ahora túmbate, come, bebe y date buena vida. Ni por asomos ha mirado hacia afuera y no se ha planteado lo que pueda sacar de ello en provecho para los otros. [Por favor: no me lo reduzcan a un dar dinero o “cosas”. Hay mucho más “trayecto” en ese tipo de persona pagada de sí misma, satisfecha, que ya cree tener lo que necesita…, pero que se queda ahí y se conforma con ello. ¡Y no es sólo el dinero, sino el egoísmo del ande yo caliente…]
          Jesús advierte que Dios ve que ese tal es necio…; esta tarde te van a pedir la vida; lo que has acumulado ( o te has reservado) ¿de quién será?

          La conclusión es evidente: Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico para Dios. Coincide con el final de la carta a los efesios. Somos llamados a vivir le plenitud de nuestra salvación a base de las buenas obras que determinó que practicásemos. Y en la línea de superación del YO, hay mucho camino que andar para ponerse en la línea de salida de quien vive ya como salvado por el Señor.

1 comentario:

  1. Ana Ciudaf4:29 p. m.

    Si estamos con Cristo, poco nos bastará para andar por la vida con la alegría de los hijos de Dios. Si no nos acercasos a Él, nada bastará para llenar un corazón siempre insatisfecho.

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