02 de marzo de 2014 (Zenit.org) - Como cada domingo, el papa
Francisco rezó la oración del ángelus desde la ventana de su estudio en el
Palacio Apostólico, ante una multitud que le atendía en la Plaza de San Pedro.
Dirigiéndose a los fieles y peregrinos venidos de todo el mundo,
que le acogieron con un largo y caluroso aplauso, el Pontífice argentino les
dijo:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el centro de la Liturgia de este domingo encontramos una de las
verdades más confortantes: la divina Providencia. El profeta Isaías la presenta
con la imagen del amor materno lleno de ternura: “¿Se olvida una madre de su
criatura, no se compadece del hijo de sus entrañas? Pero aunque ella se olvide,
yo no te olvidaré” (49,15). ¡Qué hermoso es esto! ¡Dios no se olvida de
nosotros! ¡De ninguno de nosotros! ¿eh? ¡De ninguno de nosotros! Con nombre y
apellido. Nos ama y no se olvida. ¡Qué hermoso pensamiento!Esta invitación a la
confianza en Dios encuentra un paralelismo en la página del Evangelio de Mateo:
“Mirad las aves del cielo -dice Jesús-: no siembran, ni cosechan, ni recogen en
graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. (...) Observad los lirios
del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que ni
Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos” (Mt 6, 26. 28-29).
Pensando en tantas personas que viven en condiciones de
precariedad, o incluso en la miseria que ofende su dignidad, estas palabras de
Jesús podrían parecer abstractas, si no ilusorias. ¡Pero en realidad son más
que nunca actuales! Nos recuerdan que no se puede servir a dos amos, ¿eh?: Dios
y la riqueza. Mientras cada uno busque acumular para sí, jamás habrá justicia. Tenemos
que oír bien esto, ¿eh? Mientras cada uno busque acumular para sí, jamás
habrá justicia. Si en cambio, confiando en la providencia de Dios,
buscamos juntos su Reino, entonces a nadie le faltará lo necesario para vivir
dignamente.
Un corazón ocupado por la furia de poseer es un corazón lleno
de esta furia de poseer, pero vacío de Dios. Por eso Jesús ha advertido varias
veces a los ricos, porque en ellos es fuerte el riesgo de colocar la propia
seguridad en los bienes de este mundo. En un corazón poseído por las riquezas,
no hay más espacio para la fe. Si en cambio se deja a Dios el lugar que le
espera, o sea el primer lugar, entonces su amor conduce a compartir también las
riquezas, a ponerlas al servicio de proyectos de solidaridad y de desarrollo,
como demuestran tantos ejemplos, también recientes, en la historia de la
Iglesia.Y así la providencia de Dios pasa a través de nuestro servicio a los
demás, nuestro compartir con los demás. Si cada uno de nosotros no acumula
riquezas sólo para sí, sino que las pone al servicio de los demás, en este caso
la Providencia de Dios se hace visible en cuanto gesto de solidaridad. Sin
embargo, si alguno acumula sólo para sí ¿qué le pasará? Cuando será llamado por
Dios, no podrá llevar las riquezas con él. Porque sabéis: ¡el sudario no tiene
bolsillos! Es mejor compartir, porque nosotros llevamos al cielo sólo aquello
que hemos compartido con los demás.
El camino que Jesús indica puede parecer poco realista con
respecto a la mentalidad común y a los problemas de la crisis económica; pero,
si pensamos bien, nos conduce a la escala justa de valores. Él dice: “¿No vale
más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?” (Mt 6, 25). Para
hacer que a nadie le falte el pan, el agua, el vestido, la casa, el trabajo, la
salud, es necesario que todos nos reconozcamos hijos del Padre que está en el
cielo y por lo tanto hermanos entre nosotros, y nos comportemos
consecuentemente. Lo recordé en el Mensaje para la Paz del 1 de enero: el
camino para la paz es la fraternidad. Este ir juntos, compartir las cosas
juntos.
A la luz de la Palabra de Dios de este domingo, invoquemos a la
Virgen María como Madre de la divina Providencia. A ella confiamos nuestra
existencia, el camino de la Iglesia y de la humanidad. En particular,
invoquemos su intercesión para que todos nos esforcemos en vivir con un estilo
simple y sobrio, con la mirada atenta a las necesidades de los hermanos más
necesitados.
Al término de estas palabras, el Santo Padre rezó la oración del
ángelus. Y al concluir la plegaria, el Papa prosiguió haciendo un llamamiento a
la comunidad internacional para que se resuelva la delicada situación que
atraviesa Ucrania:
Queridos hermanos y hermanas,
os pido que sigáis rezando por Ucrania, que está viviendo una
situación delicada. Mientras anhelo que todas las partes del país se esmeren
para superar las incomprensiones y construir juntos el futuro de la nación,
dirijo un apremiante llamamiento a la comunidad internacional, para que
sostenga toda iniciativa en favor del diálogo y de la concordia.
A continuación, llegó el turno de los saludos que tradicionalmente
realiza el Pontífice:
Dirijo un cordial saludo a las familias, grupos parroquiales,
asociaciones y todos los peregrinos venidos de Italia y de diferentes países.
Saludo a los fieles españoles provenientes de las diócesis de Valladolid e
Ibiza; así como a los italianos de Amantea, Brescia, Cremona, Terni,
Lonate y Ferno, y al coro de Tassullo. Saludo a los numerosos
grupos de chicos de las diócesis de Como, Vicenza, Padova, Lodi, Cuneo y
Cremona.
Francisco también quiso dedicar unas palabras a los grupos de
Confirmación presentes en la Plaza de San Pedro:
Queridos chicos,
algunos de vosotros habéis recibido desde hace poco la
Confirmación o estáis preparándoos para recibirla, otros haréis la profesión de
fe, y estáis implicados en vuestros oratorios.
Queridos chicos,
¡Qué vuestra relación con Jesús sea cada vez más fuerte y
profunda, para que traiga mucho fruto! ¡Adelante, queridos chicos!
Por último, el Santo Padre recordó que esta semana comienza la
Cuaresma:
Esta semana comenzaremos la Cuaresma, que es el camino del Pueblo
de Dios hacia la Pascua, un camino de conversión, de lucha contra el mal con
las armas de la oración, el ayuno y la misericordia. La humanidad necesita
justicia, reconciliación y paz, y logrará alcanzarlas sólo volviendo con todo
al corazón de Dios, que es su manantial. También todos nosotros necesitamos el
perdón de Dios. Entremos en la Cuaresma con un espíritu de adoración de Dios y
de solidaridad fraterna con los que, en estos tiempos, están más probados por
la indigencia y los conflictos violentos.
Como de costumbre, el papa Francisco concluyó su intervención
diciendo:
"A tutti, a tutti voi, auguro una
buona domenica e buon pranzo. Arrivederci!" (Os
deseo a todos un buen domingo y una buena comida. ¡Hasta pronto!)
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