Sábado de Ceniza
Sigue
avanzando la Cuaresma. Hoy el mensaje litúrgico es una mezcla de preceptos a
cumplir, pero con un corazón que se implica: hay que acabar con gestos y
palabras amenazadoras, y eso hará brillar a la persona. El Señor premiará con
una serenidad de espíritu. En el Evangelio, Leví es un personaje socialmente
despreciado: era publicano y por tanto, considerado como pecador público. Pasa
Jesús delante de él y como el famoso escultor, no vio Jesús “el bloque tosco”
que tenía delante sino su mente se fue hacia el “Moisés” que había concebido en
su mente. “Sólo faltaba quitarle lo que
sobra”. Por eso miró Jesús, se fijó en Leví, y lo llamó de la misma manera que
a los otros: “Sígueme”. Y el valioso “Moisés” que había oculto, dio el paso
adelante; encargó a compañeros que se hicieran cargo de aquello, y se fue tras Jesús,
que “había venido a llevar hasta Dios lo
que estaba perdido”.
Vamos
haciendo camino paralelo entre liturgia y evangelio (en su caminar hacia la
Pasión). Jesús se levanta aquel día con una idea: sabe que su muerte está
próxima. Hasta hoy, Jesús había tratado de que nadie lo declarase Mesías. Ha llegado un momento tan avanzado y están
las cosas tan como al principio en la dureza de los dirigentes a aceptarlo como
Mesías, que hoy rompe su habitual estilo y está dispuesto a quemar el último
cartucho. Reunió a sus Doce y emprendió el camino hacia Jerusalén. Al pasar por
Betfagé deja una muestra de su personalidad, encargándole a dos que fueran a
una casa donde estaban atadas a la puerta una pollina y su cría; desatadla y traedla… Y cuando tiene allí
ante Él aquellos dos animales, alguno echa su manto sobre la pollinica y hace
subir a Jesús. Y surge una emoción no preparada, en la que la imagen –ya anunciada
por el profeta Zacarías- del Mesías sobre una cría de asna, provoca el
entusiasmo, el contagio colectivo y las gentes se van sumando y echan sus
mantos por el suelo, o cortan ramajes para hacer una alfombra por la que pase
Jesús. El canto que brota solo es un canto mesiánico: Hosanna al Hijo de David; bendito el que viene en nombre del Señor.
Y Jesús, que siempre impuso silencio para no ser delatado como Mesías, ahora
acepta totalmente y así se dirige a Jerusalén desde el Monte de los Olivos. Así
entra aclamado y así se dirige al Templo. Las gentes cantan y aclaman… Los
sacerdotes se escandalizan y conminan a Jesús a hacer que las gentes se callen.
Y profecía sobre profecía, Jesús les ataja recordándoles que está escrito que aunque callaran aquellos, las mismas piedras
hablarían. La suerte estaba echada.
Los
sacerdotes no podían enfrentarse a esa muchedumbre emocionada que festejaba el
hallazgo del Mesías esperado. La actitud de los sacerdotes les enfrió los
ánimos. Y como era ya tarde, empezaron a marcharse. Jesús, con sus Doce,
también emprendió el camino hacia su lugar de estancia, en Betania, junto a Marta,
María y Lázaro. La suerte estaba echada.
Es
muy posible que los anfitriones, que tanto querían a Jesús, le advirtieran del
paso tan peligroso que había dado, y que ellos estaban preocupados. Jesús podía
responderles con la misma expresión que empleó con sus apóstoles cuando decidió
arriesgar para ir a resucitar a Lázaro…: Son
doce las horas del día y yo trabajo a la luz hoy y mañana… No es que Jesús
pretenda retar a los dirigentes judíos y esté “haciendo oposiciones” a que lo
maten. Jesús está declarándose abiertamente lo que es, a lo que ha venido… Sabe
que está arriesgando. Pero lo que no puede es echar ahora el paso atrás, cuando
ha vivido su vida para hacer presente que el Mesías salvador, y promesa del Padre,
se ha cumplido en Él. Ha llegado la salvación que todos esperaban…
En
“jueves de ceniza” se presentaba la realidad profunda de la persona en una elección: estaban delante la vida y el bien, la
muerte y el mal… La elección es
libre, pero el camino está trazado. Sabemos en propias carnes lo difícil que es
ser fiel a unos principios, y mantenerse en ellos, pase lo que pase. Jesús
asume el riesgo y permanece en la verdad, pese a las múltiples insinuaciones
que le venían de fuera para “no ser
exagerado”…, para “vivir bien sin complicarse demasiado”. Jesús no entendía, ni
podía entender, esa manera de vivir. Lo que Él libremente había elegido, eso
iría adelante aunque todos se opusieran.
Y
la Pasión a la que está abocándose Jesús es el fruto de HABER ELEGIDO y permanecer
fiel al cabo de tiempo de esa elección. Y los días que le queden va a seguir
sembrando, sin desanimarse, porque Jesús es un convencido de que es posible el
cambio de corazón aun en la última hora. Y a ver si lo consigue, Jesús
permanece hablando a las gentes, exponiendo parábolas muy significativas,
curando y sanando, y sin ceder un palmo ante ese mundo religioso pervertido
porque se había ido materializando en su propia relación con Dios. Jesús ha
predicado siempre ir con la verdad por
delante, y va a mantenerse en la misma tónica hasta el final.
Pero
bien comprendemos cualquiera que a eso se le llamaría hoy: “políticamente incorrecto”. Y Jesús nos afirmaría que de seguro que
Él no iba por esa línea, sino por la línea de LA VERDAD que es la que agrada a
Dios.
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