Somos milagro
de Dios
Muy
breve pero altamente expresiva la secuencia de la 1ª lectura Comienza con la
queja de alguien que se cree abandonado por Dios. Y la respuesta inmediata de
Dios es de una ternura excepcional. Pregunta Dios, sin esperar a una respuesta:
¿Es que puede olvidarse Dios de su
criatura, no conmoverse por el hijo de sus entrañas? Y Dios mismo da la
respuesta que va mucho más allá de la pregunta: Pues aunque ella se olvide, Yo
nunca me olvidaré de ti.
Podemos
nosotros hacernos ahora la pregunta: ¿Puede una madre olvidarse de su hijo? Y
podrían responder algunos: “Me remito a los hechos”. Y los hechos demuestran
que hay madres que abominan de su maternidad y hasta la truncan. O que se
anteponen de tal modo a esa maternidad, que antes que ello cultivan su propia
figura. Con todo el argumento de Dios sigue en pie, y hasta con mucha mayor
fuerza: ¡es posible que haya esas madres que desdoran el propio valor de la
palabra “madre”! Pues bien: aunque las haya, Yo –dice Dios- nunca me olvidé
de ti.
Era
ese el sentido del argumento de Dios…: puede haber amores humanos, naturales,
que se sueldan con relación irrompible: hablemos de la madre normal, la que
lleva de verdad el nombre de MADRE. Pues aun así, el amor y el cuido y la
ternura de Dios siempre saldrá por delante. Porque Dios no puede olvidarse,
porque nos lleva escritos en las palmas de las manos y en el corazón.
No
es rara la pregunta de algunos ante un enfermo terminal, que sin embargo no
termina… Dicen: ¿tiene esto sentido?; ¡ya podía Dios acordarse! ¡Qué
ingenuidad!: “Yo nunca me olvidaré de ti”
Y nosotros no podremos barruntar salida a esos sentimientos que no van más allá
de lo útil, pragmático, conveniente, placentero. Dio responderá siempre: Aunque una madre se olvide de su hijo de
pecho, Yo nunca me olvidaré de ti.
Y
Jesús ratifica y ahonda y adorna esa realidad con un de los más bellos
capítulos del evangelio: “No estéis
agobiados por la vida pensando qué vais a comer o con qué os vais a vestir. ¿No
vale más vuestra vida que el alimento y el vestido? ¡Vuestro Padre celestial
los alimenta y viste! Y como Jesús era un observador contante de la naturaleza,
observa a los pájaros y a los lirios salvajes: los pájaros comen sin sembrar, sin almacenar… ¡Vuestro Padre los
alimenta! Y los lirios pueden ser envidiados por el propio Salomón: No hilan ni trabajan, y sin embargo Dios los
viste de lujo. ¡Cuánto más a vosotros!
Es
evidente que podemos aducir –en nuestra peculiar crisis nacional-, que nos
falla el argumento, porque hay muchos a los que no llega esa afirmación de
Jesús. Y sin embargo hay algo “milagroso”: que por un sitio o por otro, de una
forma o de otra, siguen viviendo y vistiendo.
Adonde
nos lleva Jesús con todo esto es a afirmar y hacer patente que Dios es
Providente, y que nunca se olvida del
hijo de sus entrañas, y que no vivamos
PRE-ocupados. Ocupados, sí; Buscando soluciones, ¡aun con más decisión!...,
OCUPADOS, responsables, respondiendo al instinto de conservación. Pero NO PRE-ocupados.
Y aterriza en algo tan concreto como vivir
el hoy, Y no el ayer ni el mañana. “Ayer” ya ha pasado; ya no lo
tenemos en las manos; se fue y es inalterable. Sólo Dios lo tomó en sus manos y
en su Corazón…, y tiene la capacidad divina de echárselo a las espaldas para no
verlo ya nunca más. Una cualidad, tan divina que sin embargo, Jesús nos
la pone ante los ojos para que la vivamos desde a madurez adulta.
Tampoco
el “Mañana”, que no tenemos ni lejanamente en nuestras manos. Lo que haya que
prever, bien está. Pero lo que pasa de ahí, se sale de la órbita de Dios. Ya
tiene “HOY” su afán, sus problemas y sus disgustos, y lo que no debe hacerse es
pretender estar “resolviendo” hoy (que nada resuelve) lo que puede ser ese “mañana”.
Jesús
nos lleva a buscar HOY el Reino de Dios
y su santidad. Lo demás vendrá como añadido. Y quien añade es el mismo
Dios, la Gracia de Dios, y ese cúmulo de gracias
que se presentan de veinte mil maneras que ni advertimos, pero que todas han
pasado por la mano de un Dios misericordioso y Providente.
La
2ª lectura remachará el clavo pidiéndonos que la gente vea en nosotros unos servidores de Cristo y administradores de
los misterios de Dios. Y lo que se busca en un administrador es que sea fiel. Para eso está la
conciencia, como luz y aldaba para hacernos caminar por las sendas de Dios. Y pondrá al descubierto el corazón de cada
uno, y Dios se hará presente.
Presencia
que tiene su realidad sacramental en la EUCARISTÍA,
en la que Jesús se ha quedado y desde donde nos sitúa a nosotros en posición
ventajosa para abordar nuestro HOY, para darle a HOY la mayor plenitud posible,
y para ser felices en este HOY en que Dios nos da la vida. Y para que seamos manos de Dios providente, porque no se
trata de ver a Dios como el “Dios de milagros” sobrenaturales, sino el que nos
pone a cada uno como milagro vivo ante los que tenemos delante…, los que nos puso
Dios para seguir haciendo nosotros SU OBRA.
Vivir el momento presente requiere rechazar los falsos temores a peligros futuros,que nuestra fantasía agranda y deforma.También perdemos el sentido de la realidad con las falsas cruces,que nuestra imaginación inventa y padecemos por no aceptar la pequeña cruz que el Señor nos pone delante,la cual nos llenaría de paz y alegría.
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