LA SAGRADA
VOLUNTAD DE DIOS
Este
es el leiv motiv de este día. Si
vamos a las lecturas correspondientes –[Deut 4, 1, 5-9: Mt 5, 17-19]- todo el
mensaje de este miércoles 3º de Cuaresma es el valor de la voluntad de Dios, expresada en mandatos, decretos y
preceptos con los que Dios dignificó a un pueblo primitivo y lo condujo a unas
formas religiosas, sociales y humanas que superaron las de todos los pueblos
circundantes. Y como detrás de toco ese planteamiento estaba la gloria de Dios,
Jesús –el gran “innovador”- no dejará de vivir y ayudar a vivir hasta los
puntos de las íes de esas manifestaciones de Dios. La diferencia que aportará
Jesús es la plenitud, porque la vida de una persona no puede enmarcarse en un
código de leyes sino en la relación personal con un Dios que merece mucho más
que los serviles cumplimientos… Porque ese Dios es PADRE, y la relación con un
padre se lleva y se vive desde el corazón. Inmensa plenitud que agrada a Dios y
da una categoría nueva, superior, al que así cree, ama y vive como HIJO.
Jesús
ha quedado ya entre el grupo de criados… Echado allí como una alimaña con la
que se puede jugar impunemente. Azuzados por el otro, aquel de la bofetada, a
quien Jesús le ha pedido razones de aquella acción.
Pero
hoy pensaba yo que todos ellos no merecían mucha atención en mi tiempo de
oración. Que el objeto de mi contemplación era Jesús. Y que Jesús está allí con
esa espantosa sensación de animal enjaulado y maltratado. Sin justicia, sin
defensa, sin salida. Y en aquel mal asiento de piedra en el que lo han tirado,
Jesús está viviendo esa Pasión diferente a la que ha comenzado desde los hechos
y personas de fuera. Jesús está viviendo ese horror que la propia imaginación
amplifica, pero con muchas razones reales para ver lo que va a venir.
Caifás
–el verdadero Pontífice ese año- estaba agazapado. Con su conocimiento y consentimiento
o sin él, Anás –el vengativo y mal hombre Anás- había sido el que recibió a
Jesús “en su casa”. ¿A título de qué? Ya era un indicio para Jesús de que
aquello iba a funcionar muy mal… Y había sido Caifás quien –sin saber siquiera
el alcance de los que decía-había previamente sentenciado que “era mejor que muriera un solo hombre por
tal del bien del pueblo”. Jesús, en esas horas de la noche, y casi sin que
pudieran afectarle mucho más las burlas y golpes de los criados, lo que estaba “leyendo”
iba mucho más allá… Caifás ya lo había condenado sin juicio…
Pero
la historia iba más lejos y atravesaba sus límites y saltaba a la eternidad.
Cuando Dios creó al hombre y la mujer, tuvo el gran sueño de su vida. Serían el
primer eslabón de una cadena de hijos… Pero UN HOMBRE “despertó” a Dios de sus “sueño”
y se arrancó de Dios…, y por un hombre
vino el desastre y la muerte. Ahora Caifás, sin saberlo, acababa de
pronunciar las palabras que reproducían en renovado “sueño” de Dios: que sería
OTRO HOMBRE quien tenía que morir para que todo un pueblo no perezca…
En ese nuevo “sueño
de Dios”, sería el HOMBRE NUEVO quien restañara la herida…, quien redimiera… (que es lo mismo que “comprar lo propio, a alto coste”). Y
ese otro
Hombre –bien lo sabe Jesús- es Él… Por eso su recién incoada Pasión
está abocada a la muerte…, y cuanto ahora le va sucediendo está dentro de esa
decidida voluntad de Dios de salvar al
mundo entero. Por supuesto que no mueve Dios las manos sacrílegas de los
criados, ni los envenenados pensamientos de Caifás, ni la diabólica venganza de
Judas… Pero Jesús va leyendo todo eso
desde “la traducción simultánea” del “otro idioma” de la Historia de la Salvación.
¿Y eso le
hacía sufrir menos? No. Sufría todo el inmenso dolor de la impotencia humana,
del terror de lo que puede irle cayendo encima, de lo que ya está viendo en
aquella chusma que le escupe…, y en ese pobre discípulo, tan querido, que se ha
confiado a sus fuerzas y se ha metido en el avispero, y ahora está jurando y
gritando que no conoce a “ese hombre”… Y es que ni oró a su
tiempo (y ahora cae en la tentación), ni supo medir sus fuerzas… Los
sentimientos de Jesús son crecientemente más dolorosos, pasando del sufrimiento
que le echan encima los enemigos, a esa puñalada en el alma que le asesta el
pobre aturdido Simón…
Cuando, por
fin, cansados de un juego al que el preso no colaboró con protestas…, aquellos
criados decidieron irse a dormir, llevaron a Jesús a la mazmorra para que allí
estuviera hasta que llegara la hora del juicio). Y Jesús quedó a solas, en sus
pensamientos, en sus sentimientos profundos, en su dolor agudo del alma… Y
fueros horas muy oscuras, muy difíciles, muy espantosas. Verdaderamente que el día que el demonio le dejó para otra ocasión”, fue como la
amenaza del espíritu del mal… Y ahora ha llegado esa “hora del poder de las
tinieblas”, y Jesús está comprobando en propias carnes lo tremendo que es pasar
por esta hora. No es sólo lo que padece, sino las imaginaciones fantasmales de
lo que queda por delante…, y eso es mucho más espantoso que cuando llega cada
padecer.
Y no es que
Jesús se eche atrás. San Ignacio nos hace pensar lo que Cristo padece y QUIERE
PADECER. No le cae encima por desgracia. Lo tiene asumido… Y esto es precisamente llevar le ley de Dios
a su plenitud, aunque eso cueste tanto trabajo…, duros trabajos del Evangelio.
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