3ºA Cuaresma
Dos
líneas complementarias aparecen en la 1º lectura y Evangelio: de una parte las
protestas, las resistencias, el situarse “a la contra”. Es la parte humana. De
otra parte es la acción de Dios, con su paciencia y delicadeza y atención a las
necesidades que nos surgen, saliendo al paso para responder a ellas.
En
el caso de aquel pueblo que sufre la sed en el desierto, Dios da a Moisés la
clave para que el pueblo tenga el agua en abundancia. Ha habido rebelión,
protestas contra Moisés, que –en el fondo- van contra Dios. Sin embargo la
respuesta de Dios será el agua que brota de la roca, cuando Moisés actúa por
indicación de Dios. Y el pueblo saciará su sed.
En
el Evangelio la mujer samaritana no quiere ni conversación con aquel judío que
está sentado junto al poco, cansado del camino. Sería lo natural ofrecer agua,
puesto que ella tiene cómo sacarla, pero no sólo no lo hace sino que pone secamente
su distancia entre “tú judío y yo,
samaritana. Jesús no da por imposible el diálogo y va llevando
delicadamente su conversación –pese a todas las resistencias- hasta que la
mujer se aviene ya a conversar.
Ahora
Jesús pondrá a la mujer ante sí misma, y el fondo de su problema: “Anda; llama a tu marido”. Porque era
ahí donde estaba la verdadera cuestión. Es el caso que tantos y tantos
presentamos en continuas protestas o quejas de lo que nos rodea, y que incluso
alcanzan a Dios… Muchas tintas de calamar para pretender escapar del centro. Y
Jesús nos hace el favor –llegados estos momentos fuertes de Cuaresma- de
ayudarnos a que entremos en el fondo personal. No está el problema fuera; está
en nosotros: “Anda, llama a tu marido”
es un enfrentarnos a nuestro interior real.
Nos
cabe, como la samaritana, intentar soslayar y escapar con medias verdades: “No tengo marido”. Y Jesús nos alabará
la parte de verdad que pueda haber en nuestra respuesta, pero nos pondrá la
verdad completa por delante: Porque has
tenido 5, y el que tienes no es marido tuyo. En medio de los intentos de
huida instintiva que puede tener cualquiera, Jesús cuadra el caso y nos lo
quiere llevar a toda la completa verdad. Porque o es así o Él no puede
manifestarse…; quiere ayudarnos pero le interponemos muchos obstáculos. Ante
esta palabra de Jesús, que declara la verdad total del caso, aquella mujer
acaba bajando la cabeza y reconociendo implícitamente que lo que ha dicho Jesús
es la entera verdad:
“Señor; veo que tú eres profeta”. Y cuando llega al pueblo, dice: “Me ha dicho todo lo que yo he hecho”.
Ahora está en línea de cambio.
Es
la historia de cada uno, ayudada desde el clima cuaresmal: o nosotros nos sinceramos,
o Jesús tiene que entrar y descubrirnos nuestra verdad…, ponernos el dedo en la
llaga. Ojalá sea, de una manera o de otra, que nos pongamos de frente ante
nuestra conciencia verdadera, y acabemos pudiendo recibir el agua viva que salta hasta la vida eterna.
Ahí
brotará el agua de la roca…, ahí se manifestará Jesús: Yo soy el Mesías, que está hablando contigo. Ahí el agua de nuestro
Bautismo recobra la fuerza para que nuestro momento actual sea más acorde con el don de Dios” que Jesús ha venido a
traer. Bautismo que culmina en la Eucaristía, que es la presencia del propio
Jesús que está ahí como Salvador que está hablando con nosotros.
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