Yo soy
responsable de mis cosas
El
argumento de la 1ª lectura es tan simple como lógico: cada uno es responsable de lo que hace o deja de hacer y de cómo vive.
Tan lógico como que quien peca, es el
responsable de su fallo; y el que hace el bien, es el responsable de lo bien
hecho. Por eso, él tendrá que rendir cuentas de su actitud. Luego, me hace
recordar la famosa novela de nuestro siglo de Oro: “El condenado por
desconfiado”. Puede ocurrir que el que había procedido bien se desvíe hacia el
mal; y viceversa: el que había obrado maldad, se convierta. En ese momento
sigue en pie el mismo principio anterior: que cada uno es responsable de su
cambio, y que el bueno que se hizo malo, es ahora malo; que el malo que se hizo
bueno, es ahora bueno. Y cada cual sigue siendo el que ha de rendir sus cuentes
del momento actual. No valen “medallas antiguas” colgadas, ni “sambenitos
antiguos” arrastrados. Cada uno es lo que AHORA
es.
Y
Jesús, sobrepasando el “no matarás” del Decálogo, advierte de otra manera de
matar: con la lengua, con la ofensa, con el desprecio, con el “ninguneo” que se
hace de otro. Ese otro queda herido. Y si tú vas tan tranquilo a hacer tu
ofrenda al Altar mientras ese otro sufre por estar así ninguneado, no sigas hacia al altar, sino vuélvete, vete
al hermano dolorido y resuelve tu caso. Luego regresas al Altar y haces tu
ofrecimiento. No se trata de que no puedas llegar a hacer tu obra buena con
Dios, sino que antes tienes que subir “la grada” que conduce a tu hermano, que
es la que deja paso franco a subir al Altar.
Esa
es la nueva “justicia”, la que supero la de los fariseos, que se quedaba en
meras prácticas que se cumplen…, y basta.
Jesús
ha repartido SU CUERPO…, y se ha dado a
comer…, a formar una sola masa con él. Ha dado a beber del CÁLIZ, el de su
Sangre salvadora, que libra del pecado y REDIME, y ha penetrado en las regiones
del alma de aquellos Once. Ahora me
gustaría tener un super-aparato que detectara el fondo de los sentires de ellos…
¿Qué conciencia tienen aquellos Once de lo que ha hecho Jesús…, de lo que hay ahora mismo dentro de ellos…? ¿Están
de alguna manera, “tocados” por un hecho tan misterioso que –aunque no puedan
entenderlo en plenitud- al menos les deja transidos del Misterio? ¿Se están
preguntando qué significará aquello? ¿Alguno estará rememorando aquella
explicación amplia que Jesús dio sobre el
comer su Cuerpo y beber su Sangre, que escandalizó a muchos (que entonces
abandonaron), pero que era camino de vida
eterna? Me pierdo en ese intento de meterme en los sentimientos de aquellos
hombres, tan llenos de buena voluntad, y tan toscos y hasta torpes para
comprender lo más sencillo.
Pero
me quedo pensando más…: Jesús está ahora mismo mirándolos desde su diván…, y dentro
de ellos desde su sacramento… Y también me subyuga esta línea de reflexión.
¿Qué es lo que ve Jesús en aquellos rostros, aquellas miradas –alguna como
queriendo explicación-, en aquel silencio de perplejidad o de ignorancia? Y el Jesús de dentro, ¿qué es lo que vive ahí
en el corazón de cada amigo?; ¿qué sentimientos son los que Jesús capta? Casi
seguro que nosotros los imaginamos con los ojos cerrados y dando gracias. La
verdad es que no lo puedo pensar así. Perplejos es lo mejor que me puede
reflejar los sentimientos que Jesús capa en esa intimidad del “dentro” de cada
cual.
Veo
un Jesús que hace allí, en cada “secreto interno personal” una labor lenta,
suave… Que lo menos que quiere hallar son corazones que se interrogan…, amigos
que desde su misma ignorancia pueden tener la seguridad del Amigo que no hace
nada de cara a la galería… ¡Y quisiera Jesús encontrar corazones que hicieran
lugar para que resonara DENTRO el eco de sus susurros interiores!
Jesús,
el de fuera, que mira y prudentemente observa lo que se ve…; Jesús el de
dentro, que va “tocando” el interior íntimo de lo que aquellos sienten ahora… Y
me resulta apasionante. No ya porque con ello vaya yo a resolver el enigma
aquel, sino porque lo estoy sintiendo al vivo en mi momento actual: una cosa es
mi COMUNIÓN SACRAMENTAL, mi revivir el momento de la Cena. Otra cosa es revivirlo tal cual era: una firma con
Sangre de un NUEVO TESTAMENTO, cuya cláusula base era la de amaos
unos a otros como Yo os he amado; y como yo he lavado vuestros pies, lavad
vosotros los pies [las lágrimas, los dolores, las suciedades, las
penas, las soledades…] de los demás. Una cosa es revivir el rito; otra, entrar en
el meollo del Corazón de Cristo y del plan de Dios.
Reconozco
que este pensamiento me descoloca, porque lo “natural” –lo que este momento llevaría en sí mismo- sería una
proyección abierta hacia un cambio interior tan hondo que nos fuera cambiando…:
un Jesús de dentro que no puede quedarse
en “haber entrado”… Y un Jesús de fuera
que se queda mirando…, y que ve lo que ve…, lo que estamos viendo todos…, y que
tiene limitadas repercusiones en la vida real…
Aun
así, Jesús dejó a aquellos hombres que tenía delante, un inmenso encargo…: Cuando repitáis lo que Yo he hecho ahora, estáis reviviendo mi muerte salvadora hasta
que yo vuelva. HACEDLO, revividlo como real Presencia mía.
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