UN “CLÁSICO”
El
episodio del innominado joven rico es
uno de los que más me hacen pensar. Porque, además, es de los que no se me
quedan en “algo que ocurrió” sino como un eco que traspasa de muy diversas
formas la vida de muchas personas. En evangelio nos presenta el momento crucial
de un muchacho en plenitud de deseos, generoso hasta venir por su cuenta a
ofrecerse…, y luego fracasado, disgustado consigo mismo, porque en cuanto le ha
llegado la realidad concreta a sus manos, se ha quedado achicado, avergonzado, incapaz
de dar el paso que tocaba ya con sus manos. Jesús lo había visto tan noble, tan
formado y fiel, tan dispuesto a un paso nuevo y superior, que los ojos de Jesus
hacia aquel joven fueron unos ojos llenos de cariño. El momento aquel en que ha
quedado ya establecido que la condición para entrar en el Reino es renunciar al
Yo y a los propios bienes antes de dar el paso para ponerse al lado de Jesús,
son unos segundos de verdadera emoción. En el muchacho, porque es el instante
en que se juega su futuro, su decisión, su “vergüenza torera”, su sinceridad de
voluntad, y hasta su propia honrilla. Y está con un vaivén de pensamientos
vertiginosos que le pasan del sí al no como un tiovivo que marea… En Jesús
es la respiración contenida…: aquel joven que Jesús ya ha acogido en su corazón
con tanto cariño…, aquella posibilidad de un discípulo de cualidades tan buenas… El sí
que le haría tan feliz a Jesús… El dolor de un posible no… Un instante, ciertamente, pero de esos que se hacen eternos.
[Como yo lo he vivido igual en propias carnes, me hago cargo de la tensión y dramatismo
de eso segundos de espera].
El
muchacho se entristeció; bajó la cabeza con la vergüenza en el alma, aceptó
dolorosamente su fracaso, y volvió las espaldas y comenzó la retirada. ¡Tenía
muchos bienes!…, apostilla el evangelista. A Jesús se le cayeron los palos del
sombrajo: ¡había puesto tanta alma en aquel joven…! Y con un suspiro que le
salió de lo hondo de su alma, se dijo para sí, pero no en voz baja: ¡Qué difícil es que un rico entre en el
Reino! Los discípulos lo oyeron y se extrañaron. Jesús les vio aquella cara
de asustados por lo que habían escuchado, y –ahora, ya de frente y hablándoles
a ellos- Jesús habló con toda su fuerza (su dolorida fuerza…): Hijos: qué difícil les va a ser entrar en el
Reino de Dios a los que ponen su confianza en las riquezas. [Esos son los “ricos”
desgraciados; en la expresión de siglos anteriores era mucho más drástica: “maldito
quien pone su confianza en la riqueza”]. Y aquí entran las riquezas de bienes
económicos y, para mi mirada honda, están las muy peores “riquezas” que hay
encerradas en el YO: todo ese mundo que atrapa a la persona, al joven, al niño,
al anciano, al hombre y a la mujer…, y que queda encerrada en ese mundo del
amor propio salido de madre, la “personalidad” que se antepone a cualquier otra
cosa…
Es
que estoy viendo ahora mismo a esas familias de hoy, encerradas entre los
barrotes de sus propios caprichos, apetencias, egoísmos individualismos,
egocentrismos, comodidades, satisfacción de los sentidos, y todo tan resuelto y
tan a pedir de boca. Estoy viendo la incapacidad actual para que un joven –atiborrado
de todo- pueda solucionar en plano de donación de sí esa encrucijada que se le
presente: ¿optar por el Reino o huir por “poseer muchos bienes”. Aquel momento
evangélico esta a la orden del día. Estoy seguro que hay jóvenes excelentes,
que están dando parta de su tiempo y descanso para atender una ONG de las de
verdad, en beneficio de otros que están necesitados. Estoy seguro que entre
esos jóvenes los hay muy posibles para dar el paso por el Reino, bajo la mirada
llena de amor de Jesús… Pero he aquí que en ese momento pasan por su mente todo
ese cúmulo de “bienes” de todo orden que le llaman en su interior acomodado… Y
dan la espalda y prefieren quedar como cobardes fracasados…, pero con sus “bienes”
a disfrutar. [Di Ejercicios en un noviciado, con 8 novicias. Una me dijo: la
semana pasada éramos el doble. Me quedé un poco perplejo. La novicia me dijo: “Eran
chicas estupendas: espirituales, trabajadoras, de excelente carácter… Pero los
viernes se venían abajo porque no podían pasar si “la movida”. Pienso en los
ojos y la mirada de Jesús sobre aquellas 8 que se habían ido, y comprendo su
tristeza y su exclamación…] Y comprendo que Jesús insistiera ante los apóstoles
y les recalcara: “Es más difícil que un rico
entre en el Reino que hacer pasar un camello por el ojo de una aguja”.
Los
apóstoles se extrañaron más, y acabaron formulando un sentimiento penoso: “Entonces, ¿quién puede salvarse? Y
Jesús les respondió con una luz de esperanza. ”Es imposible a los hombres; no para Dios”. O sea: mientras cada
persona se mantiene en sus trece, en su hedonismo, en su querer hacer de esta
vida su falso paraíso, no hay posible entrada en el Reino (en ese “venir detrás
de Mí”). Pero Dios puede hacer milagros… No porque fuerce a nadie, sino porque
la Gracia de Dios puede ser gota que va empapando y un buen día esa persona descubre
que su vida y sus bienes son vacíos…; que su alma tira hacia arriba…, que Jesús
le atrae, que algo se remueve dentro…
Que “el joven rico” puede dejar de ser tan rico…, puede tomar un nombre
propio si deja a un lado sus “bienes” de latón y se lanza hacia adelante. ¡Es posible
para Dios!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
¡GRACIAS POR COMENTAR!