Enfoque de la Cuaresma
Este
“jueves de Ceniza” viene a ser en la liturgia el arranque de todo lo que está
por decirse: lo que vayamos a hacer es completamente libre, y está en nuestras
manos la elección. Deut 30, 15-20 es la Palabra de Dios que dice: Ante ti pongo la vida y el bien; la muerte y
el mal. Elige el bien y vivirás”. Y cada uno de nosotros tomará una
decisión y vivirá una Cuaresma en plena libertad de elección. Quiere decirse
que no es una elección “de juguete cuaresmal”, sino una dirección hacia una
vida más acorde con la vocación cristiana.
El
Evangelio nos pone ante la razón fundamental en una sana elección: Jesucristo,
en su plena libertad, elige “padecer
mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y doctores, ser
ejecutado… Y resucitar al tercer día”. Y ahora, puestas las bases, “el que quiera seguirme, que se niegue a sí
mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo”. Las bases de la
elección están echadas.
Hoy
me preguntaban “dónde empieza la Pasión de Jesús”. Es ponerme en un compromiso.
Porque lo mismo puedo decir que en la Encarnación, que decir que fue en la
resurrección de Lázaro, o en el banquete de Simón, o en el pacto de Judas con
los senadores, o que fue en el Huerto de los Olivos. Quizás la respuesta más
complexiva sea: en el instante mismo en que eligió
la vida y el bien. Y por tanto, en el mismo primer instante en que se aplicó
a sí mismo el Salmo: “Aquí me tienes, oh
Dios, para hacer tu voluntad”.
Jesús
pudo vivir “tranquilo” sin entrar en confrontación con los fariseos y dirigentes.
Pudo quedarse en Efrén cuando había logrado escabullirse de los sacerdotes que
ya habían decidido su muerte. Allí le llegó el aviso de las hermanas de Lázaro
que le anuncian que “tu amigo está
enfermo”. Y Jesús desconcertó con sus respuestas al mensajero: Esta enfermedad no es de muerte; mi amigo
duerme y voy a despertarle; son doce las horas del día… Sabían los
apóstoles que volver a Judea era meterse en los cuernos del toro, y Tomás
también toma su decisión y hace su arenga: “Vayamos
y muramos con Él”. Siguen, pues, las elecciones del bien y –aunque parezca
una contradicción con el texto original- también elección de la muerte.
Y
Jesús fue a Betania, se presentó a Mata como quien es “la resurrección y la vida”, y acaba sacando a Lázaro de su
sepulcro. Unos amigos se congratulan mucho, otros toman el fácil camino de la
queja y la crítica (“¿por qué no estuvo
aquí para que no muriera?”), y otros judíos se van a los sacerdotes para
avisarles del caso. Realmente haber “elegido Jesús la vida y el bien” le
supondría –en diverso sentido- tragarse la muerte y el mal. Pero “eran doce las horas del día” y Jesús
camina a pleno sol de la verdad, de la fidelidad, de la misión encomendada, de
la elección hecha hacía mucho tiempo, y por la que tuvo tantas dificultades con
sus mismos discípulos y los apóstoles.
Jesus
volvió a retirarse, porque no tuvo nunca la “vocación de suicida”. Siguió
haciendo el bien y enseñando, aunque ya sabía que colgaba sobre Él la espada de
Damocles. Luego volverá a Betania y emprenderá una etapa final desbordada como
quien sabe que ha llegado la recta final y hay que aprovechar lo más posible en
la culminación de lo elegido. El blog intentará llevar a los lectores, paso a
paso sobre esta ruta de escalofrío, en la que se mezclan las más bajas pasiones
y la Pasión… En una humanidad, representada allí –y hablamos ahora más
expresamente de una porción religiosa- va a salir a flote lo más sucio del
corazón humano. Y va a emerger por encima de ello la nobleza sublime del HOMBRE
que llevó su elección hasta el final, sin dar un solo paso atrás.
Como
el eco de tantos personajes, vamos a estar siempre cada uno de nosotros, y nos
deberemos ir situando en nuestro verdadero lugar. Hay una “dinámica de grupo”
en la que se ponen varias sillas, y a cada uno corresponde un estilo de vida
definido: Heroico – Fiel – Sin compromiso
– El que se escaquea lo que puede – el que huye. Y se invita a los
participantes a sentarse en la silla que crean ellos que les corresponde. Una
vez situados, se invita a los otros a que muevan de esa “localización” a los
que piensen que deben estar en otra silla…
Confieso
que queda muy mal sabor cuando uno se coloca en un puesto intermedio y llega
otro y le cambia a una silla “peor”. Pero se me ocurre que pensar que esta
dinámica la podríamos hacer, aunque sea en el secreto del alma, porque todos
vamos a pretender estar en la silla media alta… Pero examinando nuestras
elecciones del día a día…, de los años que llevamos vividos…, puede llegar la
conciencia a decirnos que nuestro sitio es otro. Que si hiciéramos la dinámica
tal como es, casi seguro que nos iban los “otros” a cambiar de lugar.
La
pregunta de comienzos de Cuaresma es: ¿dónde me situaría yo?; ¿dónde me situaría
el mismo Jesús? Queda ahí la cuestión. Y
es desde la plena libertad de hijos de Dios y seguidores de Cristo (y “a lo
Cristo”), la que tiene que irnos dando respuesta…, y cambiando de “silla”.
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