Domingo 1º de
Cuaresma-A
Un
tema claramente definido ocupa este domingo: la tentación. O sea, el engaño
sutil que presenta una opción falsa de “bien” para desviar del camino recto al
que nos llama Dios.
Muy
fácil de ver en la narración de la 1ª
lectura en Gn 2, 7-9; 3, 1-7. Desde sus comienzos, la humanidad tiende a lo
prohibido y se busca sus razones para saltar ese cerrojo. Dios ha pedido a Adán
y Eva una leve prueba de fidelidad: sólo un árbol no debe ser tocado por ellos,
mientras que dispone de la creación entera. La tentación es la de siempre: ¿y
por qué nos va a prohibir Dios?, ¿no somos libres y dueños de nosotros? Lo que
Dios quiere es tenernos bajo su poder…
El
resto es fácil: el fruto es apetitoso a la vista, y ellos quieren ser tanto
como Dios. La tentación ha ido surgiendo desde una soberbia que se ha alimentado
poco a poco, y acaba yéndose al árbol, cogiendo el fruto y comiendo. Han
destrozado en un instante todo el proyecto de Dios.
Han
pasado muchos siglos y Dios se dispone a restañar la brecha que quedó abierta
en la humanidad. Viene al mundo el propio Hijo de Dios, y –en su bautismo- el
Padre revela que ese es el Mesías.
Es repetitivo
en el Antiguo Testamento que todo gran proyecto en un hombre importante, lleva
aparejados 40 días de “retiro” para quedarse a solas con Dios. Jesús, designado
Mesías, también se retira 40 días, conducido por el Espíritu de Dios. Dice el
texto que ayunó 40 días y al final sintió
hambre. Es evidente que la sintió antes. Jesús piensa en la misión
recibida. El hambre y debilidad del ayuno dan lugar a un sutil pensamiento:
siendo Yo el Mesías, puedo perfectamente cambiar una piedra en pan. Eso no es
malo, me suaviza el hambre y me muestra a las claras que yo no soñé en balde…
Pero aquel pensamiento equivaldría a tener un mesianismo para propio provecho.
Y queda desenmascarada la tentación (el sutil lazo-trampa que había en aquella
aparente “inocencia” de la piedra hecha pan. Y Jesús se responde: No sólo de pan vive al hombre, sino de la
Palabra de Dios. Y queda superada aquella situación.
Bien está
para mí, podría pensar Jesús. Pero ¿y hacia afuera? Si yo me presento “Mesías”
ante el pueblo, ¿qué van a pensar? ¡Tantos falsos mesías han salido…! Parece
lógico que he de presentarme con un hecho llamativo que atraiga la atención y
la adhesión de las gentes… Y la imaginación vuela y surge “la especie” de un
lanzamiento desde lo alto del Templo. Y como está en la Escritura que “Dios enviará su ángel para que mi pie no
tropiece contra el suelo”, a lo mejor se refiere a esta presentación mía… Y
Jesús ora una y otra vez y va descubriendo que eso es poner a Dios en la
tesitura de un milagro forzado… O –por otra parte- es el juego maldito de que
me estrello y se acabó el Mesías… ¡Tentación descubierta!, y Jesus que dice
decididamente: Yo no obligo a Dios a un
milagro…, y queda con mucha paz en su alma. [No puedo sustraerme a la real
tentación de Jesús en la cruz, retado por el pueblo con una propuesta muy
atrayente: “Si eres el Hijo de Dios, baja
de la cruz y creeremos en ti”. ¡Qué oportunidad! Había venido a eso…,
estaba crucificado por eso…, y ahora se le viene a las manos tan fácilmente
lograrlo, con algo tan posible para Él como bajar de a cruz espectacularmente.
¡Qué fácil nos sería a nosotros asentir con esa bajada! ¡Cómo mostraría ahora
Jesús su verdad frente a la mentira de los jefes religiosos…! ¡Qué victoria tan
sensacional! Y sin embargo Jesús no bajó de la cruz. No cedió al engaño].
Pero era
evidente que por ahí no ganaría muchos adeptos, ni su obra salvadora iba a
conseguir muchos frutos. Es claro como el agua que el mundo está en otra nube
diferente. Que con el proyecto mesiánico, que incluye doblegar el YO, no va
conseguir mucho. Y la tentación que empieza a rondar es la de “rebajar el tono”,
“hacerse más “natural”, ceder una parte en beneficio del conjunto… O sea –hablando
en plata- doblar la rodilla ante la
situación…, cambiar de plan, ceder en los criterios…, porque “todo lo
tendrás si te pones de rodillas ante el príncipe de este mundo y lo adoras”.
Aquí había tocado fondo la tentación, y en realidad era tan burda que Jesús
cortó secamente: “Sólo adoro a Dios y
sólo me postro ante Dios”. [Me permitiréis el salto a la realidad: Jesús es
reconocido Mesías por Simón Pedro. Pero al concretar Jesús lo que supone ese
mesianismo (que incluye padecer y morir), Simón pretende con malas formas que
Jesús retire lo dicho. Simón pretendía ese cambalache de mesianismo “de otra
manera”, cediendo… Y Jesús ve tan clara la tentación, que viene –además- de un
amigo y con apariencia de bien, que reacciona Jesús fuertemente y le dice a
Simón: Apártate, Satanás. ¡Era
exactamente a 3º tentación del relato evangélico de hoy! Y Jesús no cedió.
OBEDECIÓ el proyecto de Dios.
Por eso San
pablo sintetiza brevemente: Por la
desobediencia de uno entró el pecado en el mundo; por la obediencia de uno
vendrá la amnistía y la salvación.
El sentido
profundo de la Eucaristía de hoy es esa necesidad de oración reflexiva, como
encuentro personal a solas con Jesucristo y con Dios, para discernir los
sutiles engaños de falsos motivos o razones que nos van desviando del camino
recto por el que hemos de transitar en el día a día. ¡Tentaciones de “andar por
casa”, nacidas de las medias verdades, hay muchas más que demonios!
L demonio promete siempre más de lo que puede dar.La felicidad está muy lejos de sus manos.Toda tentación es siempre un miserable engaño,y para probarnos el demonio cuenta siempre con nuestras ambiciones.Nos buscamos a nosotros mismos en las cosas que hacemos.Nuestro propio "yo" puede ser,casi siempre,el peor de los ídolos.
ResponderEliminar