Vayan,
ante todo, las felicitaciones a todos/as quienes celebran hoy su onomástica.
Están bajo el buen patronazgo del Santo al que la Iglesia venera con culto
especial.
La
liturgia da rasgos de José. Salvo en el evangelio del día, las otras lecturas
son mero resplandor que anuncia el día. En la 1ª (2Sam 7, 4…) el discurso está
dirigido a David, pero es tan ancho y dilatado que no pido abarcarlo David. En
el anuncio estaba un descendiente que
daría el carácter eterno que David no
podía tener. Lo curioso es que ese
descendiente –el Mesías, Jesús- “emparenta con David no por línea natural
sino porque José fue de esa familia y estirpe, y José estaba casado con María,
y María fue la madre de Jesús. El “trono
de Jesús, durará eternamente.
En
la 2ª lectura (Rom 4, 13…) la idea que prevalece es la de la fe. Y el prototipo
de la fe de Israel fue Abrahán, quien creyó
contra toda racionalidad. También la
descendencia de Abrahán será sobre muchas naciones…, y Dios le computará tal fe como santidad.
En
el Evangelio –puede leerse o Mt 1, 16…, o Lc 2, 41-51- aparece ya José, un
varón “justo” –fiel a Dios- que nunca pudo pensar que su vida sería ni tan
grande ni tan complicada. Era un artesano, carpintero (se dice en el evangelio)
que se enamoró de María y que soñó una casa llena de hijos… Cuando se encontró
con la tremenda “sorpresa” de su prometida embarazada (sin haber tomado él
parte alguna), se trunca su vida, sus proyectos, sus ilusiones. Pero siendo
hombre esencialmente bueno, decide desaparecer del mapa y no dañar a nadie.
Libre
era. Libre para denunciar a la “esposa adúltera”. Libre para huir. Libre para
decidir a su manera, que era la que podía humanamente pensar… Pero cuando se le han truncado sus sueños, y
se va a dormir con su pesadilla que le aplasta, otro sueño se le echa
encima y en el sueño surge el ángel
que le habla de parte de Dios. Y le presenta varias decisiones de Dios: no temas…, Hijo de David; lo que lleva tu mujer es de Dios…; tú tienes un
papel en este drama histórico: pondrás
el nombre al Niño (misión que corresponde al padre de familia), el nombre será JESÚS (que salvará…) No cabían más pruebas de que Dios se
había metido por medio…, y que estaba enrolado en un misterio de mucha
envergadura…
Sigue
–aún así- siendo muy libre para tomar una decisión. De hecho, en el otro
platillo de la balanza estaba su vocación de varón judío, ilusionado con crear
una familia… Y José ha de sopesar… Y José acaba decantándose abiertamente por
dejarse llevar por Dios. Y su aceptación fue la gran liberación de su
pesadilla. Se destensó plenamente, y pido dormir con el alma ilusionada, a la
espera del amanecer, en el que se dirigiría a la casa de María para decirle que
la tomaba como esposa y que celebrarían solemnemente la boda.
¡Qué
bucólico se hace meditar en ello! ¡Qué profundidad encierra la actitud de José!
Porque esa noche ha cambiado totalmente su vida. Y no sólo por el hecho de
aceptar aquel sueño, sino porque a partir de ahí José no será él… Desde ese
instante José queda echado en manos de Dios. Y el evangelio nos da buena cuenta
de un José que no volvió a tomar iniciativa propia, porque desde ese momento se
dedicó a realizar al pie de la letra cada “comunicación en sueños” que le hacía
Dios. Y “esa comunicación en sueños” es nada menos que la fe absoluta y rendida
de quien escruta la voluntad de Dios y la vive sin reservas.
De
hecho “los ángeles” no vuelven a aparecer desde que se establecen en Nazaret
tras los hechos de Belén. Y sin embargo José vivió cada instante bajo el ángel de su fe plena de hombre de
Dios: esposo fiel, trabajador honrado, persona de oración, viviendo sus
obligaciones de creyente, amigo de sus amigos…, y manto protector del misterio de
María y el responsable de la crianza, educación, formación, alimento, vida de
hogar… de aquella Familia que Dios le ha puesto en las manos.
Y
con una connotación de no poca monta: cuando María llama la atención al Niño
que se quedó en Templo, lo hace con el lenguaje más normal: tu padre y yo te buscábamos angustiados…
Y el evangelista nos pone ante un Jesús que establece la distancia: “Yo tenía
que ocuparme en las cosas de MI PADRE”. Y José, ¡que bien sabe que es verdad
que él no es el padre de Jesús!, se limita a callar y pensar…, y a vivir su
misión en plenitud, como si fuera el verdadero padre de Jesús. Estas cosas son sublimes y son las propias de
un HOMBRE DE FE, UN HOMBRE DE DIOS.
Para
más detalle, José no vuelve a ser citado en los evangelios como actuación suya.
Ya ha hecho todo lo que tenía que hacer y para lo que estaba ahí. Y no se dijo
nada más de él.
Sus
títulos son: Padre nutricio del Hijo de
Dios; esposo de María (la madre de Jesús), y porque fue el cuidador de
Jesús, Patrono de la Iglesia y de los
Seminarios (él educó y formó al primer sacerdote). Modelo de padre de familia…¸Patrón de la buena muerte (porque
en la suya fue asistido por Jesús mismo). Y de seguro que se me quedan en el
tintero muchas más cosas. Aportarlas en comentarios.
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