El papa Francisco, en la homilía de este jueves en Santa Marta,
ha asegurado que la corrupción es una forma de blasfemia, el lenguaje de
Babilonia por el cual “no hay Dios” sino solo “el dios dinero, el dios
bienestar, el dios explotación”. Así, el Santo Padre ha recordado que en esta
última semana del Año litúrgico, la Iglesia pide reflexionar sobre el final del
mundo y sobre nuestro final.
La homilía de Francisco se ha basado en la lectura del día del
Apocalipsis que habla de tres voces. La primera es el grito del ángel: “ha
caído Babilonia”, la gran ciudad, “la que sembraba la corrupción en los
corazones de la gente” y que lleva “a todos por el camino de la corrupción”.
De este modo, ha precisado que “la corrupción es la forma de
vivir en la blasfemia, la corrupción es una forma de blasfemia”. El lenguaje
–ha añadido– de esta Babilonia, de esta mundanidad, es blasfemia, no hay Dios:
está el dios dinero, el dios bienestar, el dios explotación. Por eso ha
asegurado que esta mundanidad que seduce a los grandes de la tierra, caerá.
Asimismo ha explicado que en contraste con el grito del ángel,
que era un grito de victoria por la caída de “esta civilización corrupta”, hay
otra voz potente, el grito de la multitud que desde allí alaba a Dios:
“Salvación, gloria y poder son de nuestro Dios”. Es la voz “poderosa de la
adoración, de la adoración del pueblo de Dios que se salva y también del pueblo
en camino, que todavía está en la tierra”. El pueblo de Dios, ha proseguido,
pecador pero no corrupto: pecador que sabe pedir perdón, pecador que busca la
salvación de Jesucristo.
Este pueblo se “alegra cuando ve el final y la alegría de la
victoria se hace adoración”, ha explicado el Papa. No se puede permanecer
solamente con el grito del ángel, si no hay “esta voz poderosa de la adoración
de Dios”.
Pero –ha advertido– para los cristianos “no es fácil adorar”.
Así, ha asegurado que “somos buenos cuando rezamos pidiendo algo” pero la
oración de alabanza “no es fácil hacerla”. Por esta razón, el Pontífice ha
precisado que hay que aprenderla “desde ahora” para no “aprenderla rápidamente
cuando lleguemos allí”. Así, ha subrayado “la belleza de la oración de
adoración, delante del Tabernáculo”. Una oración que dice solamente: “Tú eres
Dios. Yo soy un pobre hijo amado delante de ti”.
Finalmente, la tercera voz es un susurro. El ángel que dice
escribir: “¡Beato los invitados al banquete de las bodas del Cordero!”. La
invitación del Señor no es un grito sino “una voz suave”. Al respecto ha
señalado que “la voz de Dios cuando habla al corazón es así: como un hilo de
silencio sonoro”. Y esta invitación a las “bodas del cordero” será el final,
“nuestra salvación”, ha dicho el Papa.
Para concluir, el Santo
Padre ha pedido que Dios “nos dé esta gracia de esperar esa voz, de prepararnos
a escuchar esta voz: ‘ven, ven, ven siervo fiel –pecador pero fiel– ven, ven al
banquete de tu Señor”.
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