LITURGIA
“Señora elegida”. Se dirige
Juan (2ª, 4-9) a una comunidad cristiana a la que llama “señora elegida”, y
hace referencia a sus fieles (“tus hijos”) que
proceden con autenticidad, según el mandamiento que el Padre nos dio. A esa
comunidad de cristianos que procede con ejemplaridad, tiene algo que pedirle…, y no v a ser nada nuevo sino recordarles el mandamiento que tenemos desde
el principio: amarnos unos a otros.
Y con una profundidad que no se queda en palabras de “amor”, les concreta que
ese amor de que él les habla significa
seguir los mandamientos de Dios.
Creo que a veces se
intenta simplificar la vida cristiana en una sola expresión de “amar”. Y eso,
en tanto está bien, cuanto que se sepa que amar y tomarse en serio los 10
mandamientos es hablar de una misma cosa. O sea: que poco centrado está el amor
cuando no abarca esas “dos tablas”, la que toca a nuestras relaciones con Dios
(los tres primeros mandamientos), y la que toca a la relación con los demás
(que son los otros 7). Como meras leyes ya tienen el valor de que Dios las dio.
Pero como respuesta de amor es corresponder a Dios en la línea en la que él
quiere ser correspondido.
Continúa Juan: Como oísteis desde el principio, éste es el
mandamiento que debe regir vuestra conducta. Y precisamente no aterriza en
decirnos que hemos de amar mucho al Señor, sino que han salido en el mundo muchos embusteros que no reconocen a Jesucristo
venido en cuerpo de carne. El mandamiento ahora entra en una fase de
aceptación dogmática de la verdad de la encarnación. Y ama el que reconoce la
encarnación del Hijo de Dios. Y el que la niega es un embustero y el anticristo. Todo el que se propasa y no se
mantiene en la doctrina de Cristo, vive sin Dios; el que permanece en la
doctrina de Cristo, vive con el Padre y el Hijo. Insisto, pues, en que Juan
se ha pasado del sentimiento del amor a la aceptación de la doctrina. Y en la
aceptación de la doctrina es donde está concretando lo que es “amar” (en lo que
es la argumentación de esta carta).
Y no deja de tener actualidad.
Porque la moda de hoy es contentarse con ser “buenas personas”, “socialmente
buenas”…, pero alejarse de la verdadera doctrina. ¡No digamos lo que es
alejarse de la práctica de esa doctrina! Y cae por su mismo peso que no es tan
“buena persona” quien ha perdido su conexión con el Bien. Y como llama Juan, es
mentiroso quien perdió su conexión con quien es LA VERDAD. Allí donde Cristo no
es confesado como uno de nosotros, abajado desde su cielo para poder cargar con
nuestras cargas), es evidente que tampoco acepta la doctrina y las
consecuencias prácticas de esa doctrina. Y que pretenda reducir entonces al
“amor”, es quedarse en un sentimiento platónico del amor, que no tiene ninguna
fuerza ni se centra en una realidad.
Lc 17, 26-37 propone
–en boca de Jesús- casos concretos de gentes que vivían su vida cuando
aconteció una calamidad: en tiempos de Noé y en tiempos de Lot. Y concluye: así sucederá el día que se manifieste el
Hijo del hombre. El último día (en realidad es el último en cada persona), no
habrá tiempo para querer entonces prepararse. El que esté en el campo, que no vuelva al pueblo; la que está en la
azotea, que no baje. El momento final .momento del encuentro con
Jesús-, llegará en el momento que llegue
y no queda sino que acogerlo allí” donde estemos y en el “entonces” en que
estamos.
Que no será simultáneo
para todos, porque de dos que están moliendo, a una le toca y a la otra no; de
dos que están en la misma cama, a uno le toca y al otro no.
La
realidad es que sucederá allí donde suceda. Como los buitres acuden allí donde
está la presa. Jesús ha querido hacer
muy plástico ese momento, y lo ha presentado con esa imaginación tan rica que
le es propia, con la que adorna sus parábolas, de las que ésta que ha puesto
ahí es una de ellas. Y que explicada por un occidental es tan claro como que
nadie sabe el día ni la hora. Así lo hubiera expresado el occidental. Pero la
riqueza de imágenes orientales es la que lleva Jesús en su estilo y así lo hace
visible de una forma muy expresiva a aquellas gentes a las que se dirigía.
La
lección es muy sencilla y una vez más nos invita a vivir preparados para
estarlo en el momento en que seamos tomados.
¡Dichoso el que camina en la Ley del Señor!(Sl 118)
ResponderEliminarJesús nos invita a vivir cada día de manera responsable. Los primeros cristianos vivian en permanente zozobra, esperando un retorno inminente de Jesucristo. Para nosotros esto ya es muy lejano. A todos se nos pide fidelidad y constancia. Jesús nos recuerda que debemos colaborar en el crecimiento del Reino.