No sé si podré acudir a la
cita los próximos días, en los que me ausento de mi “base de operaciones” y de
mi vida normal.
Liturgia
Al estilo normal de Pablo, comienza una carta presentándose bajo alguna
determinada faceta de su misión pastoral. Hoy se dirige a su discípulo Tito (1,
1-9) y se presenta como el apóstol de
Jesucristo para promover la fe en los elegidos de Dios y el conocimiento de la
verdad, según nuestra religión y la esperanza de la vida eterna.
Habla entonces de esa vida eterna que Dios ha prometido desde tiempos inmemoriales, y que ahora le ha
confiado al propio Pablo. Y en ese halo de responsabilidad sobre las nuevas
comunidades, Pablo exhorta a Tito en lo referente a los presbíteros que ha de
consagrar para las diferentes iglesias –uno para cada una-, y del Obispo
correspondiente. Y le da las características esenciales que deben tener los presbíteros
que establezca y el Obispo.
“Éstos son los que
buscan al Señor”, ha coreado el Salmo (23). Ellos son los que suben al monte del Señor, a su recinto
sacro: hombres de puro corazón y manos inocentes.
El evangelio (Lc 17, 1-6) lleva un doble tema: el escándalo
y el perdón. Respecto del escándalo, sobre todo el que se da a los más débiles,
Jesús es tajante: más le valía al que
escandaliza que le encajaran al cuello una rueda de molino y lo arrojasen al
fondo del mar. Es decir: más vale la muerte que escandalizar. Es inevitable que suceda el escándalo, pero
¡ay del que escandaliza!
Suele tomarse el escándalo como una materia más propia del
sexto mandamiento. Y si bien es verdad que en ese terreno hay mucho más
peligro, no es el único ni el más principal. “Escandalizar” es todo modo de
inducir al mal o a la duda de la verdad, a la fidelidad al bien. Y el escándalo
puede darse en cosas de mayor envergadura y en otras de aparente menos
importancia, pero que crean un peligro de caída en la fe, en las buenas obras,
en los criterios… Téngase en cuanta, además, que Jesús lo ha referido
directamente a “los pequeños”, que no
son necesariamente los niños sino a los más débiles en la fe. Y ahí hay que
cuidar mucho palabras y formas porque para ellos son un tanto “los modelos”
esos otros “más fuertes”. Y como éstos procedan o actúan, así les llega a los
débiles. De ahí la manera de enjuiciar Jesús la situación.
El otro punto de la enseñanza de Jesús es EL PERDÓN DE LAS
OFENSAS. Si tu hermano te ofende,
repréndelo; si se arrepiente, perdónalo; si te ofende siete veces y siete
vuelve a decirte: “lo siento”, lo perdonarás. Así de sencillo y así de
drástico. Y así de práctico.
Porque puede ocurrir que sea el pecado más recalcitrante de
muchos. Son capaces de arrepentirse de otras materias, pero son irreductibles en
el tema del perdón. Muchas veces hacia los extraños, pero lacerantemente con
los mismos familiares (y muchas veces más enconado con los familiares). Y luego
rezan el Padrenuestro y piden a Dios que les
perdone COMO ellos (NO) perdonan… Ahí Jesús se hace fuerte y cuenta la
parábola del que pidió compasión para sí y no la tuvo con su subordinado. Jesús
concluye que entonces Dios no perdona. La cosa es seria. Y pide a gritos
disposiciones interiores de perdón o que caminan en línea de perdón, al menos
en la parte que le toca al que tiene conciencia cristiana.
Los apóstoles vieron lo difícil que era aquello que estaba
pidiendo Jesús y le rogaron que les aumentara
la fe…, que les dispusiese mejor, que les ayudase a comprender y a aceptar
cosas que le costaban. Y Jesús les respondió que basta con un poquito de fe,
pero de fe verdadera. Aunque fuera como
un grano de mostaza. Pero si es verdadera fe, podréis decir a esa morera: “Arránate de raíz y plántate en el mar”…, y
os obedecería. Por tanto, si hablamos de verdadera fe, no podrá nunca
decirse que “no puedo perdonar” porque la fe está obligando a dar el paso del
perdón. Y cuando alguien se siente incapaz de otorgar ese perdón, adonde tendrá
que mirar al fondo de todo es a su propia fe. Así de serio es el tema.
Lo que no significa que estemos de acuerdo con la persona
ni que nos tenga que resultar aceptable su proceder. Eso es otra cosa, y es
cierto que algunas veces es la otra persona la que no se aviene al perdón.
Entonces el que tiene fe asume su parte de perdón cordial, porque a él así se lo
pide su buena relación con Jesús.
Padre Cantero: Ayer fuimos a Misa al Sagrado Corazón y al preguntar por usted nos enteramos que estará fuera toda esta semana. Le deseo, en compañía de mi esposo, que disfrute en la compañía de aquellos Hermanos que lo quieren tanto.Nosotros hemos orado por usted y por su Comunidad.
ResponderEliminarEl Evangelio de hoy es fuerte; tiene unas palabras muy duras para el que hace caer a los demás o los separa de la FE.Jesús subraya el valor de la fe y los apóstoles caen en la cuenta y se la piden.