Liturgia
Apoc 11, 4-12.- Hoy es mucho
más difícil de explicar.
Los
dos testigos podrían ser Moisés y Elías (ley y profetas, como en la
transfiguración), y llamarlos “los dos olivos” o “dos lámparas” y todo lo que pueden hacer si quieren hacerles daño,
son comparaciones contenidas en el A.T.
Aludir a Moisés y Elías puede ser por dos causas: o por sentido
mesiánico de todo el pasaje, o por referirse a Israel, obra de Dios, del que
Moisés y Elías son dos figuras definitivas.
“La
bestia que sube del abismo” (“el abismo del mal”, “que hará la guerra y
derrotará y matará” a Israel),
es el Imperio Romano, con Roma “la gran ciudad”, inmoral como Sodoma y
perseguidora del Pueblo de Dios, como Egipto.
“Donde
también su Señor fue crucificado” no se refiere tanto a Jesús
(que naturalmente no murió en Roma), sino a los discípulos de Jesús y las
persecuciones y los mártires. Por eso ese adverbio: “también” referido a “su
Señor”.
No
enterrar los cadáveres es humillación.
Pero sólo durará eso tres días y medio, tiempo muy pequeño que indica lo
poco que puede el mal contra el bien.
Porque
“resucitaron”. Los “dos
testigos”, como los cristianos martirizados, de hecho viven:
influyen con su ejemplo y doctrina. Dios
entró en ellos y se pusieron en pie, mientras que los enemigos son ahora
los que se llenan de terror.
Se oye finalmente la llamada de
Jesucristo desde el Cielo: “Subid acá”, que será la resurrección y
triunfo definitivo y final de todos los seguidores de Jesucristo.
El evangelio (Lc 20, 27-40) está
tocado hace dos domingos, y es una defensa de la otra vida, mucho más allá de
las casuísticas humanas.
Los saduceos eran unos materialistas
que no creían en la resurrección ni en los conceptos espirituales. Y vienen con
una burda invención para ridiculizar a Jesús que defiende la resurrección. El
problema que le presentan es la llamada “ley
del levirato” por la que un varón no debía morir sin hijos. Y por eso
estaba prescrito que su hermano se llegara a la viuda para suscitarle un hijo
que sería hijo del difunto y no del hermano vivo. La casuística es que siete
hermanos se van uniendo a la viuda, y ninguno llega a dar el deseado hijo.
La pregunta que plantean para crear el
absurdo, es: En la resurrección, ¿de
quién será esposa esa mujer? Pues estuvo casada con los siete.
Y Jesús responde en otra onda sin
entrar en el burdo ejemplo que le han presentado. Les dice que están muy equivocados porque en el cielo
no se casaran los que llegan allí, porque serán
como ángeles, hijos de Dios, precisamente porque participan de la resurrección. ¡Es que es la resurrección lo que
hace todo diferente en la otra vida!
El pensamiento de los saduceos tiene
mucha más trascendencia de lo que puede parecer a primera vista, puesto que
incide en la misma resurrección de Jesucristo. Si no hubiera resurrección,
Jesucristo no habría resucitado. Y todo el edificio de la fe cristiana
carecería de base, puesto que cuanto creemos está fundamentado en el hecho del
triunfo de Jesús sobre la muerte. Que, a su vez, es triunfo sobre el pecado y
sobre el demonio. Es decir: en la resurrección de Jesucristo está todo.
Por lo demás, no me queda sino que
repetir lo que ya dije en su momento. Meterse los saduceos en el tema del cielo
es su gran error, porque ¿qué es es Cielo, cómo es el Cielo, cómo serán las
cosas en el Cielo…? Lo mejor que se ha podido describir es no saber ni poder
describirlo: Lo que ni el ojo vio, ni el
oído oyó, ni el entendimiento humano alcanza a comprender. A partir de ahí,
todo lo demás. Es que el CIELO es DIOS
MISMO; Dios es quien “hace cielo”, y no se puede concebir el Cielo porque no
tenemos aún ojos para ver a Dios o entendimiento para poderlo abarcar.
El día que veamos a Dios cara a cara, sabremos lo que es EL CIELO. Y entonces
ya no necesitaremos explicaciones ni comparaciones, ni se plantearán preguntas
como aquella de los saduceos. Porque EL CIELO ES OTRA COSA. Y no hay
coordenadas humanas para poder describirlo, ni de lejos.
Acaba ese evangelio diciendo que unos
doctores de la ley aplaudieron la respuesta de Jesús, y que después de aquello
ya no se atrevieron a hacerle más
preguntas.
ResponderEliminarLa enseñanza de Jesús en el Templo, está interrumpida por las preguntas mal intencionadas de los saduceos y otros como ellos que quieren desacreditar a Jesús ante el pueblo, pero la trampa favorece la buena noticia de que Dios no abandona a sus hijos y a sus hijas ante la muerte.Porque la vida resucitada no es una prolongación de esta vida presente, sino un cambio total en relación con lo que conocemos y vivimos ahora. Los saduceos no creen en la resurrección de los cuerpos y, Jesús los remite al Dios de la vida a Quién conoce perfectamente, en Quién confía totalmente y sabe qué es lo que quiere ofrecernos.