Liturgia
Nueva
visión. Lo anterior fue “en la tierra”,
en iglesias de diferentes lugares, con su “angel” (=obispo) correspondiente.
Hoy
es visión del Cielo. La “puerta abierta” es señal de que el vidente es
invitado a entrar. Si no, no podría
hacerlo. Lo invita el propio Cristo: “Sube
aquí y te mostraré lo que tiene que suceder después”. Y aquello es tan
sublime que Juan cae en éxtasis. Y lo que ve ahora es el Cielo.
“El
trono de Dios y el que está sentado en el trono”, descrito en forma de
comparaciones sublimes: jaspe y granate y
un arco iris como esmeralda alrededor del trono. No puede hacerlo de otra manera.
“24
ancianos en 24 tronos; los ancianos con vestiduras blancas y coronas de oro”,
serían los Arepresentantes más notables de la
historia religiosa de Israel y del mundo. Así lo ve el comentarista.
“Del trono salían relámpagos y retumbar de
truenos”, manera como el vidente puede mostrar la trascendencia de lo
divino al faltarle conceptos para definir lo infinito. Ante el trono, siete lámparas ardiendo, y siete espíritus de Dios
(=la plenitud) y un mar transparente
parecido al cristal. Narración fantástica de lo inexpresable.
“Los 4 vivientes”, representan lo
más fuerte de la Creación: león, toro, águila, y otro “de aspecto humano”. Se refiere a órdenes superiores de ángeles,
que cantan permanentemente la Santidad suprema de Dios, su Gloria, su dominio,
sus gracias, con los que Dios colma la Creación. Esos ángeles día y noche cantan sin pausa: “Santo, Santo,
Santo es el Señor, soberano de todo; el que era y es y viene”. Y cada vez
que cantan, los 24 ancianos se postran ante el trono…: es decir, viven
permanentemente postrados en adoración de amor ante Dios, y arrojan sus coronas ante el trono, diciendo: “Digno eres, Señor y
Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y la fuerza por haber creado el
universo”.
Toda una expresión de la felicidad
perenne que es ese vivir en la presencia de Dios, sin cansarse jamás.
Lc 19, 11-28. La gente pensaba que el
reino de Dios iba a aparecer de pronto y de un momento a otro.
Y Jesús les baja de esa ilusión
comparando la vida con un encargo que reciben unos súbditos mientras el amo se
ausenta para obtener el título de rey. Y da a diez empleados suyos una onza a
cada uno para que negocien mientras vuelve. O sea: no se va a acabar el mundo
todavía. Por un espacio de tiempo “el amo” se ausenta, pero deja labor que
hacer a sus empleados, que deberán trabajar y negociar con la onza recibida.
Al regreso –cuando quiera que sea ese
regreso- el amo pide cuentas. Y los empleados van dando el resultado de su
gestión: uno, ha gestionado y ha alcanzado diez; otro cinco… Otro, nada. Y el
amo premia al de diez con el mando de diez ciudades (es decir: es hombre de
fiar); el de cinco, cinco ciudades. Y el que no ha producido nada, no sólo no le
corresponde nada sino que le han de retirar hasta la onza que recibió, y
pasarla al que tiene diez. Porque ese es capaz de hacer fructificar y el otro
no. Cierto que aquel ya tiene diez, peso al
que tiene se le dará porque es de fiar.
En la vida hay muchas maneras de
esperar la venida del Señor, y muchas actitudes. Desde quienes están activos y
responsables, quien más, quien menos, hasta los holgazanes que no hacen nada
por mejorar. Y Jesús los ha dibujado con trazo maestro para que nos miremos en
ese espejo y seamos de los que “aguardamos actuando” y no de los que se guardan
la onza en el pañuelo. La pasividad no encaja en el reino. El “ahí me las den
todas” es contrario al encargo para el que el Señor nos puso en la existencia.
Todavía hay una “parábola paralela”
dentro de la de las “onzas”, y es la de los que no sólo no fructifican sino la
de los que minan el terreno y quieren eliminar de la vida a ese amo, y mandan
“emisarios” [actitudes negativas, de resistencia, enemigas] para que conste que
“no queremos ese rey”. Jesús está
completando el cuadro de aquellos que no son solamente negligentes sino
expresamente enemigos que hacen la guerra al reino. Y con ese estilo rajante
con que le gusta expresar con exageración las consecuencias, dice que el amo
aquel manda degollar a esos enemigos.
Por mi parte me atrevo a decir que
puede ser elemento incluido por Jesús en la parábola, y puede ser la forma de
mostrar el temperamento extremo de aquel pueblo que ayer, como hoy, resuelve
las cosas por la tremenda.
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