Liturgia
El capitulo 3 el libro del Apocalipsis (1-6. 14-22) se presta a unas
reflexiones muy profundas y personales, por aquello de “escarmentar en cabeza
ajena”, que es un procedimiento muy práctico en la vida espiritual. El Obispo
de la iglesia de Sardes es advertido de que su vida personal no está a la
altura que le corresponde a su misión: “No
he encontrado tus obras perfectas a los ojos de mi Dios. Acuérdate, pues, de lo
que recibiste y oíste en mi palabra; guárdala y arrepiéntete”. No hay,
pues, una condena sino una llamada de atención. Y nos sirve a cualquiera de nosotros
por cuanto cualquiera puede aplicarse esa palabra de advertencia y,
consiguientemente, esa llamada al orden.
Por el
contrario, en la Iglesia de Sardes hay
muchos que no han manchado su ropa y tienen el vestido blanco; irán conmigo
pues se lo merecen. El que venza se vestirá todo de blanco y no borraré su
nombre del libro de la vida. El que
tiene oídos, que oiga. Eso es lo que nos toca a cada uno.
Mucho más penoso
es el aviso al Obispo y comunidad de la Iglesia de Laodicea. Ni son buenos ni
son malos. Ni se les puede tildar de todo mal ni alabar porque procedan bien.
Están en una situación anodina, ni fría
ni caliente, y por tanto provoca nauseas para vomitar. Se creen ricos en
bondades. Aunque no lo sepas eres
desventurado y miserable, pobre, ciego y desnudo. He ahí el examen de
conciencia que les llega desde fuera. El problema es que se creen “ricos” (que
nada tienen que cambiar). Y sin embargo le sacan esos defectos… Lo malo es que
no se los ven ellos mismos. Y así ni buscan ser mejores, ni ven necesidad de
luchar. Se han anquilosado en lo que tienen y no se plantean nada más. Y no
quieren que nadie les plantee otros caimonos, otras actitudes. Están a gusto en
ser y permanecer como están y no quieren que nadie les complique la existencia.
Es un retrato
de muchos cristianos que nos hemos situado en una determinada posición y lo
mejor es que no nos muevan de ahí. Ni malos ni buenos. Sencillamente “tibios”,
anodinos, situados, “ricos” (pagados de nosotros mismos)…
El mensaje de
Jesucristo, a través de Juan, es: a los
que yo amo, los reprendo y los corrijo. Estoy a la puerta llamando; si alguien
oye y me abre, entraré y comeremos juntos. A los vencedores los sentaré en mi
trono, junto a mí, lo mismo que yo me senté en el trono junto a mi Padre.
Por tanto, una fuerte llamada de atención, y una fuerte promesa de bien, allí
donde haya una actitud nueva.
Viene a pelo
el evangelio de hoy: Lc 19, 1-10, con la figura de Zaqueo. Un publicano, jefe
de publicanos, un hombre que a la vez es sencillo y es “rico”, pecador. Se
entera que va a pasar por la puerta de su casa un personaje que viene rodeado
de fama: Jesús. Y concibe la idea de verlo pasar…, conocer de vista a quien
traía tanta fama. Y Zaqueo se sube a un árbol para poder dominar la situación,
pues él era bajito y el gentío le impedía.
No contaba con
lo que iba a ocurrir: que Jesús no pasó de largo. Que se detuvo bajo la higuera
de Zaqueo y que lo llamó por su nombre: Zaqueo,
baja en seguida porque quiero alojarme en tu casa. Fue como una descarga en
el alma de aquel hombre, que se encontró “mirado” allí donde él pretendía mirar…
Mirado y llamado. Por eso bajó enseguida y puesto
en pie, en actitud activa, lanzó su primera promesa: La mitad de mis bienes se la doy a los pobres.
Permitidme
relacionar este momento con el de Sardes o Laodicea. No es el problema estar “en
negativo”, si hay disposición para saltar a la palestra y tomar nuevas
posiciones. Zaqueo las ha tomado. No se puede decir de él que no es frío ni
caliente… Porque si era frío, como publicano, ha dejado arder su corazón ante
la mirada de Jesús. Y todavía da un paso más adelante; no se anquilosa, no se
queda en que no le compliquen la vida… Él decide complicársela bajo aquella
mirada de Jesús. Y por eso, si he
defraudado a alguien, le devuelvo cuatro veces… Verdaderamente hoy
ha llegado la salvación a esta casa, como dijo Jesús. Dejó que la gente
murmurara, pero la realidad es que el publicano había sabido salir de su
postura primera y se había situado ante otra realidad. Y así resulta que mientras
aquella se perdía en sus críticas, Zaqueo había vencido sobre sí mismo. Y al
que vence, Jesús lo sienta a su lado, como él mismo está sentado a la derecha
del trono de Dios.
¿No será esta
liturgia de hoy una llamada fuerte en muchas conciencias? Porque nos ha
presentado el problema y la solución. Ahora toca tomar partido por una postura
o por la otra.
Zaqueo, ¡baja en seguida porque quiero alojarme en tu casa! Zaqueo trata de "ver" a Jesús, quiere conocerlo...La gran sorpresa es que Jesús conoce a Zaqueo por su nombre de pila e interiormente("hijo de Abraham") Para que Zaqueo pueda conocer a Jesús, Él mismo debe revelarse como el Mesías salvador. Él ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido... Los que impedían a Zaqueo ver, sólo lo conocían como pecador y por sus duras críticas se delatan: ellos tampoco conocen a Jesús. Al conocer a Jesús, Zaqueo, reconoce a los demás como hermanos con los que debe compartir y restituir.
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