Clausura de la LA PUERTA SANTA
Además de la parte dedicada a la Liturgia –y que está ahí debajo-
quiero tener una palabra a la clausura de la PUERTA SANTA que se tiene hoy en
las iglesias diocesanas, un domingo antes de la clausura oficial del AÑO DE LA
MISERICORDIA y la Puerta de la Misericordia que el Papa realizará el próximo
domingo, festividad de Jesucristo, Rey del Universo.
El AÑO DE LA MISERICORDIA ha sido un grito de la Iglesia
para realzar y acentuar la actitud de misericordia que debe reinar en el mundo
y que, por lo menos, debemos vivir profundamente los Católicos. Un año que ha
sido un repetido aldabonazo en la conciencia de fieles y pastores, para excitar
–más allá de cualquier otro sentimiento y actitud- la actitud compasiva y
misericordiosa de Jesucristo. Ese sentimiento debe quedar ya en el substrato de
toda la vida pastoral de la Iglesia, y debe prevalecer sobre cualquier otro.
Y a esto quería dirigir esta reflexión: que se clausure la
PUERTA SANTA y el AÑO DE LA MISERICORDIA de una manera oficial, no es que ya se
ha cumplido con una etapa y que ahora empieza otra diferente. Significa que se
ha sembrado la semilla de la misericordia y que ya ha de fructificar
permanentemente. Y cada semilla ser origen de nueva semilla de misericordia
para que entendamos –la Iglesia, pastores y fieles- que toda la vida cristiana
se ha de desarrollar bajo ese paradigma de la compasión, el amor y la
comprensión. Misericordia en las familias, misericordia en las relaciones
sociales, misericordia en los trabajo, en los colegios en los mismos niños, en
todo lo que rige la vida de las relaciones humanas.
Ha quedado marcada la vida del creyente en Cristo con esa
característica, y ya no tiene marcha atrás. Y como dice hoy Jesús en el
evangelio: no hagáis caso a quien
viene con otro mensaje que se despegue del que el Papa y la Iglesia nos han
trasmitido a través de este año que ahora acaba (litúrgicamente). También Pablo
tuvo que advertir a los fieles de Galacia que cualquiera que les mostrase otro evangelio distinto del que Pablo les
había enseñado, fuera apartado.
El Año de la Misericordia nos ha unido a Jesús, le hemos conocido, nos hemos emocionado y, el que más y el que menos le ha prometido su adhesión para andar este durísimo camino que nos conduce a la Casa del Padre. Los peligros son muy grandes; pero estamos decididos a seguirle y a vivir una vida responsable, porque confiamos en su Misericordia.
ResponderEliminarJesús nos recuerda que todo caducará, que no somos defensores del pasado sino centinelas del futuro. No hay que vivir angustiados si somos dóciles y nos dejamos conducir por el Espíritu porque sabemos que la victoria definitiva sobre el mal y la muerte no será fruto de nuestros esfuerzos, sino un regalo de Dios.