Liturgia Domingo 1º adviento,
ciclo A
Empiezo por la 2ª lectura (Rom 13, 11-14). Sería como una proclama que
nos dispone a todo el tiempo de Adviento: Daos
cuenta del momento en que vivís; ya es hora de espabilarse, porque ahora
nuestra salvación está más cerca que cuando empezamos a creer.
Ha acabado un año litúrgico y abre las puertas otro. Eso es
una alegría pero al mismo tiempo es una llamada al corazón. Se abre un momento para espabilarse, porque a
medida que van pasando los tiempos, está
más cerca la salvación que cuando empezamos… Es una verdad incuestionable.
Y a la vez una interrogante fuerte en el alma: la noche está avanzada, el día se echa ya
encima: ¡dejemos las obras de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de
la luz! Un doble movimiento que hemos de tomar en cuenta: en nuestro vivir
diario hay una parte de “criatura vieja”, que es la de los defectos, las
pasiones, los egoísmos…: “dejemos las obras de las tinieblas”, nos dice San
Pablo. Tomemos en serio la urgencia de arrancar malas hierbas. Y hay otra parte
que es la “criatura nueva”, la que se va renovando continuamente en justicia y
santidad: son las “armas de la luz”. Hay que tomar claro partido, y esto nos
debe llevar a un sincero examen de conciencia.
Y a partir de ahí, conduzcámonos
como en pleno día, con dignidad. Y Pablo lo concreta en cosas que pueden
parecer poco “prácticas” para nosotros, y sin embargo no podemos desdeñar sus
recomendaciones: Nada de comilonas y
borracheras, nada de lujuria y desenfreno, nada de riñas y pendencias.
(Traduzcamos a cosas prácticas y personales: excesos de cualquier tipo; la
vista, el Internet, los partidismos).
Vestíos del Señor Jesucristo, y que el cuidado de vuestro cuerpo no
fomente los malos deseos. La lectura es de actualidad y muy útil para
enfocar el adviento con una actitud nueva.
De ahí el contenido de las otras lecturas: la del Evangelio
(Mt 24, 37-44) que engarza con los evangelios de San Lucas (que hemos tenido en
el final del ciclo anterior), en previsión de un encuentro futuro con el Señor,
al que necesitamos llegar preparados y bien dispuestos. Porque el día menos
pensado, nos toca a alguno el paso definitivo. Y eso también es objeto del
adviento, puesto que la venida del Señor,
a la que hemos de prepararnos, es a la auténtica y real venida que va a hacer
para cada uno de nosotros en el momento final de nuestra existencia. Para ese
momento, estad en vela, preparados,
porque a la hora que menos penséis. Viene el Hijo del hombre.
Todo eso es narrado por Isaías como una visión mesiánica
(2, 1-5), en la que –al final de un tiempo- va a aparecer el Mesías, árbitro de las naciones y juez de los
pueblos…, que nos instruirá en sus
caminos para que marchemos por sus sendas. Y será un tiempo nuevo en el que
las lanzas de la guerra se cambiarán en podaderas de cosechas y frutales, y de
las espadas se harán arados para cultivar. Un tiempo de paz y de expectativa de
la venida del Mesías.
El Adviento así nos está abriendo a una triple dimensión:
el Mesías anunciado va a llegar… Y el largo período histórico de expectativa se
hará realidad con la llegada de Jesús a Belén, nacido de la Virgen María.
Otra venida –y esa vez solemne y definitiva- al final de la
vida de cada persona, en la que el encuentro con Jesús triunfante va a ser real
y visible para cada alma.
Y entre una venida de Jesús a Belén y la otra al final de
la vida de cada individuo, está la llegada diaria, con la que quiere irnos disponiendo, y nos ayuda a tener esa
buena disposición en el día a día. Jesús nos visita de múltiples formas, desde
lo trivial de nuestro desenvolvimiento diario a momentos más íntimos de
presencia, y situaciones muy diversas que nos toca vivir.
Presencia que debe adquirir una potencia mayor, vivida como
encuentro personal e interrogante dentro de nosotros mismos, está LA
EUCARISTÍA. Llegada real y exigente que debe cuestionarnos nuestra vida
completa. Llegar a celebrar la Eucaristía es así, por una parte, aterrizar en
las circunstancias de nuestro hoy. Y por otra parte es exigencia para que “mañana
sea mejor”, que es la consecuencia a la que debe conducirnos nuestra
participación en el sacramento. Un desafío que pudiéramos formular con una
pregunta: ¿Empezamos este adviento con alguna novedad respecto del adviento del
ciclo litúrgico que ha acabado?
La vida del cristiano revive cada año un ciclo litúrgico. Al comenzar
un Adviento, suplicamos al Señor que nos haga responsables para acudir a esta
nueva llamada.
-
Que nos demos cuenta del momento en que estamos. Roguemos al Señor.
-
Que sintamos que es nuestra hora para espabilar nuestro espíritu para
acoger tu llegada. Roguemos al Señor.
-
Que vivamos con la exigencia de responder a tus llamadas. Roguemos al Señor.
-
Que demos al Adviento y a la Navidad su sentido religioso. Roguemos al Señor.
-
Que nos revistamos del estilo de Jesucristo. Roguemos al Señor.
Señor Dios
nuestro: aviva en nosotros, al comenzar el Adviento, el deseo de salir al
encuentro tuyo, y que nuestras obras buenas nos dispongan para mejor agradarte.
Por Jesucristo N. S.
Dicen que resulta difícil apreciar en plena oscuridad las distancias y en esa situación se encontraban los profetas cuando miraban hacia delante, en la espera del Mesías. No podían predecir cuando habría de venir; sólo sabían que en algún momento la estirpe de David retoñaría de nuevo. El pueblo de Dios debía estar a la espera.
ResponderEliminar"Estad vigilantes" nos dice el Evangelio de la Misa.,La Iglesia nos alerta con cuatro semanas de antelación para que nos preparemos a celebrar de nuevo la Navidad, El ADVIENTO es tiempo de preparación y esperanza.
"VEN , SEÑOR Y NO TARDES". Preparemos el camino para el Señor que llegará pronto.Es el momento de discernir qué cosas nos separan del Señor, Para ello debemos ir a las raíces mismas de nuestros actos, a los motivos que inspiran nuestras acciones.