En Sta. Marta: 'Los
cristianos vanidosos son como una pompa de jabón'
En la homilía de este jueves, el Santo Padre lamenta la actitud de
quienes se envanecen. Se trata de una enfermedad espiritual muy grave
25 de septiembre de 2014 (Zenit.org) - Guardémonos de la vanidad que nos
aleja de la verdad y nos hace parecer una pompa de jabón. Con estas
palabras el papa Francisco ha advertido a los fieles presentes esta mañana en
la misa de la Casa Santa Marta. En su homilía, partiendo de la cita
del Libro de Eclesiastés de la Primera Lectura, el Santo Padre ha destacado
que, también cuando hacen el bien, los cristianos deben rechazar la
tentación de aparentar, de dejarse ver.
Si tú no eres consistente, también pasarás como todas los cosas.
El Pontífice se ha inspirado en el Libro de Eclesiastés para detenerse en la
vanidad. Una tentación, ha observado, que no es sólo para los paganos, sino
también para los cristianos, para las personas de fe. Jesús, ha recordado,
reprendía mucho a los que se envanecían. A los doctores de la ley, ha
añadido, decía que no debían pasearse por las plazas con vestidos lujosos, como
príncipes. Cuando rezas, advertía el Señor, por favor no te dejes ver, no reces
para que te vean, reza a escondidas, en tu cuarto. Lo mismo, ha afirmado el
Papa, se debe hacer cuando se ayuda a los pobres: No hagas sonar la
trompeta, hazlo a escondidas. El Padre lo ve, es suficiente:
Pero el vanidoso dice: Mira, yo doy esta ofrenda para las obras de
la Iglesia y muestra el cheque, pero luego engaña a la Iglesia por otro lado.
Esto hace el vanidoso: vive para aparentar. Cuando tu ayunas --dice el Señor a
estos-- por favor, no te hagas el melancólico, el triste, para que todos se den
cuenta de que estás ayunando; no, ayuna con alegría; haz penitencia con
alegría, para que nadie se dé cuenta. Y la vanidad es así: es vivir para
aparentar, para dejarse ver.
Los cristianos que viven así --ha proseguido-- para aparentar, por
la vanidad, parecen pavos reales, se pavonean. Hay quien dice, yo soy
cristiano, yo soy pariente de ese sacerdote, de esa religiosa, de tal obispo,
mi familia es una familia cristiana. Se envanecen. Pero --ha preguntado el
Santo Padre-- ¿y tu vida con el Señor?¿Cómo rezas? ¿y tu vida en las obras de
misericordia? ¿Visitas a los enfermos? La realidad. Y por eso Jesús, ha
añadido, nos dice que debemos construir nuestra casa, es decir nuestra vida
cristiana, sobre la roca, sobre la verdad. Sin embargo, esta ha sido su
advertencia, los vanidosos construyen la casa sobre la arena y esa casa se cae,
esa vida cristiana se cae, resbala, porque no es capaz de resistir las
tentaciones:
¡Cuántos cristianos viven para aparentar. Su vida parece una pompa
de jabón. ¡Es bonita como una pompa de jabón! ¡Tiene todos los colores! Pero
dura un segundo ¿y luego qué? También cuando miramos algunos monumentos
fúnebres, pensamos que es vanidad, porque la verdad es volver a la tierra
desnuda, como decía el Siervo de Dios Pablo VI. Nos espera la tierra
desnuda, esa es nuestra verdad final. Mientras tanto, ¿me envanezco o hago
algo? ¿Hago el bien? ¿Busco a Dios? ¿Rezo? Las cosas consistentes. Y la vanidad
es mentirosa, es fantasiosa, se engaña a sí misma, engaña al vanidoso, porque
antes finge ser, pero al final cree ser eso, lo cree. Lo cree. ¡Pobrecillo!.
Y esto, ha subrayado, es lo que le sucedía a Herodes el tetrarca,
que, como narra el Evangelio de hoy, se preguntaba con insistencia sobre la
identidad de Jesús. La vanidad --ha dicho el Pontefíce-- siembra inquietudes
malas, quita la paz. Es como esas personas que se maquillan demasiado y después
tienen miedo de que llueva y el maquillaje se caiga. No nos da la paz la
vanidad --ha reiterado-- solo la verdad nos da la paz. Francisco ha insistido
que la única roca sobre la que podemos edificar nuestra vida es Jesús. Pensemos
--ha afirmado-- en esta propuesta del diablo, del demonio, también ha tentado a
Jesús con la vanidad en el desierto diciéndole: Ven conmigo, vayamos al templo,
hagamos el espectáculo; tú te tiras y todos creerán en ti. El demonio había
presentado a Jesús la vanidad en una bandeja. La vanidad, ha asegurado el Papa,
es una enfermedad espiritual muy grave:
Los Padres egipcios del desierto decían que la vanidad es una
tentación contra la que debemos luchar toda la vida, porque siempre vuelve para
quitarnos la verdad. Y para hacer que comprendieran esto decían: es como
la cebolla, la coges y le vas quitando hojas --a la cebolla-- hoy le quitas una
hoja a la vanidad, otra poca vanidad mañana, y te pasas toda la vida quitando
hojas a la vanidad para poder vencerla. Y al final estás contento: me he
quitado la vanidad, he quitado las hojas de la cebolla, pero te queda el olor
en la mano. Pidamos al Señor la gracia de nos ser vanidosos, de ser verdaderos,
con la verdad de la realidad y del Evangelio.
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