¿Quién decimos
que es Jesús?
Hay
tiempo para todo, y cada cosa tiene su tiempo. Es el argumento de la lectura
del Eclesiastés (3, 1-11), escrito con el estilo simple repetitivo y cadencioso
de un escritor que tiene tiempo para
tener tiempo de ir diciendo cosa por cosa. Y lo que no ha dicho
explícitamente, aunque fácilmente se colige, es que hay tiempo de orar y hay tiempo de actuar. ¡Con cuánta frecuencia
nos encontramos con la persona “muy religiosa” que ”no ha tenido tiempo de orar”, porque tiene tantas “obligaciones”
entre manos, que no le queda tiempo para ORAR! Ha tenido tiempo de levantarse,
tiempo de preparar el día, de arreglar a los niños o el instrumental de trabajo,
tiempo de desayunar, tiempo de llevar los niños al colegio, tiempo de comprar,
tiempo de pararse en una esquina a contar algo a la persona conocida, tiempo de
trabajar, tiempo de comer, tiempo de relajarse tras el almuerzo, tiempo de
resolver temas pendientes, tiempo de ir al médico, tiempo de llegar cansados a
la noche y tiempo de acostarse agotados… Lo que no ha habido es tiempo de ORAR.
El
Eclesiastés fue señalando tiempos y se acaba preguntando: ¿Qué saca el obrero de sus fatigas?, para concluir que Dios lo hizo
todo hermoso y lo dio al ser humano para que pensara… Aquí entra la ORACIÓN, si
en el pensamiento que tenga cada persona sabe ponerse las gafas del color de Dios, y mirar el mundo y su propia vida
desde la luz de Dios. Por tanto: tiene que haber un tiempo de orar… Y yo lo
formulo de una manera concreta: el día
sólo tiene 23 horas; la otra no me pertenece. Es hora de Dios. La semana es de 7 días. Pero 7 días menos una hora,
porque hay un domingo que tiene una hora sagrada, que es la hora de Dios.
Así
engarza hoy de lleno el Evangelio de Lucas (9, 18-22), tan conocido, repetido y
reflexionado. Cierto que los hombres hoy ya no dicen nada de Jesús. Llevamos
dos generaciones “incultas” en el tema auténticamente espiritual. Incultas en
la formación básica. Para muchos de ellos poco cuenta ya Jesús y poco pueden
decir de Jesús. A lo sumo, que es un
ejemplo, un símbolo…
Por
eso hoy puede quedarse en la pregunta final…: ¿Quién decimos nosotros que es
Jesús? Y no es de poca monta esa pregunta. Porque podemos decir preciosidades
de Jesús, y quedarnos anclados en nuestro sitio sin hacer nada que muestre la
influencia exigente de Jesús en la vida personal. Empezando por la vida personal en la que tendremos que
preguntarnos por nuestras posturas y actitudes consecuentes a ESO QUE ES JESÚS
PARA MÍ. En el plano de servicio en el ámbito cercano. En nuestra actitud justa
(de justicia social). En nuestra VERDAD o mentira camuflada para presentar las
situaciones personales. En la caridad con los más próximos. En los colmillos
retorcidos para “quedarnos con la nuestra” mientras se aplastan valores
esenciales de salida del YO (siempre justificándonos, engañándonos, buscando
las vueltas para ser yo quien llevo la razón).
Quién digo yo que es Jesús cuando entro
en oración. ¿En qué oración? ¿Cómo me cambia el paso la oración? ¿Cómo me bajo
de mi burro en razón de lo orado? ¿Cuándo oro de forma que se me presente
delante Jesucristo no como el que aprueba todo lo mío y me da la razón, o –por el
contario- me cuestiona y me hace echar marcha atrás de esos hilos sutiles del amor propio?
¿Quién
es Jesús en la distribución de mi tiempo, en el uso del mismo? ¿Quién es en mis
palabras y quién es en mis silencios?
Mala
o corta respuesta podemos dar si al final hacemos girar a Jesús alrededor
nuestro, en vez de plantearnos quién es
Jesús desde sus propias llamadas alma; porque el Hijo del hombre tiene que padecer
mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y letrados… Y
hemos de reconocer que ese Jesús así no es el Jesús de nuestra “devoción”. Un
Jesús que va haciendo “juegos de prestidigitación” para curar, salvar, alegrar…,
es mucho más asequible. Y ahí está LA ORACIÓN para pedirnos un muy diferente CONOCIMIENTO
de quién digo yo que es Jesús.
Necesitamos aun un trecho para que dejemos a Jesús ser Jesús en mí…, o bien –formulado por San Pablo-: Ya no soy yo; ya vive Cristo en mí.
Y
con una formulación mucho más contemporánea: nueva Evangelización, que nos pone en un brete para contrastar si
la vida que estamos viviendo se adecúa con los principios evangélicos y la vida
toda de Jesús (quiero decir en sus diversas facetas). Porque estamos viviendo
unos tiempos que nos exigen romper capisayos y fórmulas “de toda la vida” y
empezar a desbrozar las llamadas mismas de Jesús en el Evangelio. HAY TIEMPO DE
ANTES Y TIEMPO DE HOY; hay maneras de hace un tiempo y maneras de enfocar hoy…
Y hoy ha cambiado tanto la vida misma, que nos exige cambiar nuestra expresión
de fe cristiana. Nos exige la puesta en práctica de la nueva evangelización para responder –honradamente- quién
decimos nosotros que es el Hijo del hombre.
La
respuesta es de ESTE OTRO TIEMPO. Hay tiempo de…, y hay un tiempo ya perentorio
de una novedad.
¿QUIÉN ES JESÚS PARA MÍ?
ResponderEliminarDesde un deseo grande de responder a esa pregunta que Jesús les hacía a los Discípulos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo”? y que me hace también a mí:
¿Quién soy Yo para ti?, me atrevo a ir enumerando lo que Él es para mí y lo que significa en mi vida, desde las variadas experiencias que tengo de su acción en mí, en el proceso de mi vida de relación con ÉL.
Soy consciente de mis limitaciones y de que a veces, desdigo con mis obras lo que parece tengo tan claro declarando estas cosas, pero, sí puedo asegurar, que es lo más profundo de mi corazón lo que está en juego al manifestarme de esta forma, que quizás pueda parecer pretenciosa.
ÉL es mi Amor, mi Vida, mi Esposo, mi Gozo más pleno, mi Tesoro escondido, mi Todo, mi Perla preciosa, mi Arco iris, mi Sol, mi Costado Divino, mi Pastor tierno y delicado, mi Camino, mi Luz, mi Rey, mi Maestro, mi Banquete celestial, mi Dependencia y apego, mi Requiebro amoroso, mi Divertimento, mi Libro, mi Espejo, mi Huésped Divino, mi Jardín, mi Pozo de aguas claras, mi Océano infinito, mi Fuerza, mi Amigo, mi Verdad, mi Médico, mi Perdón, mi Imán atrayente, mi Serenidad, mi Paz, mi Alegría, mi Plenitud, mi Envoltura gozosa.
Puedo decir con toda verdad, que todo esto y mucho más es para mí JESÚS. Casi todas las expresiones que aquí pongo de lo que Él es para mí, son fruto de una experiencia gozosa en mi relación con ÉL; por eso tengo más seguridad en afirmar lo que expreso, ya que no son fruto de un momento de inspiración imaginativa, sino de sabor interno de esas realidades, por cierto, muy gozosas todas, gracias a Dios.
Espero, por la gracia de Dios, seguir siendo fiel a JESÚS, y proclamar a los cuatro vientos que ÉL es el TODO DE MI VIDA
Me ha gustado mucho el texto-comentario de Lucrecia, en prosa, sobre el Título de este correo. ¡Cómo me gustaría poder decir como ella lo que Jesús es para mí… ¡ Ella ‘a lo grande…’, yo, ‘a lo pequeño’…!
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