Comer la Cena
del Señor
Confieso
que hoy estoy en lucha entre dos temas, o mejor, en la elección de las lecturas
a comentar. De una parte, la fiesta de los DOLORES DE LA VIRGEN, que –además- a
mí me afecta más afectivamente porque soy granadino y hoy es el día de la
fiesta de mi Patrona, la Virgen de las
Angustias. De otra parte el principio litúrgico de prevalencia de la
lectura continua que también este lunes viene a ser de una importancia bíblica,
teológica y pastoral especiales.
De
la “memoria litúrgica” de la Virgen, tenemos de una parte nuestra devoción
mariana, y hasta ese cierto impulso a la “secuencia”
poética que precede al Evangelio, que habría que intentar salvar en la liturgia
de hoy.
En
lo pastoral, creo que no debo prescindir de las dos lecturas del día (particularmente
la primera) porque es de una fuerza excepcional. En primer lugar porque nos
trae la primera redacción de la institución de la Eucaristía en la tradición
cristiana. Y en segundo lugar por el contexto en que la refiere San Pablo. [1
Co 11, 17-26]
Ya
ha venido corrigiendo a los fieles corintios de ciertos abusos que hay en
aquella comunidad. Pero hoy toca el nervio fundamental. Aunque la traducción
oficial que hoy se lea atempere el sentido: “cuando
os reunís en comunidad, os resulta imposible comer la Cena del Señor… En esto
no os apruebo”, si nos vamos a la expresión más original, la afirmación
crece de tono y puede ser de una trascendencia muy larga a través de la
historia de la Iglesia y de nuestras reuniones eucarísticas. Porque lo que dice
Pablo es que “esto NO ES celebrar la Cena del Señor…, porque el Señor Jesús, en la
noche en que iban a entregarlo, tomó pan, lo partió y dijo: ‘Esto es mi Cuerpo’…;
haced esto –cada vez- en memoria mía. Por eso, cada vez que coméis de este pan
y bebéis del caliz, proclamáis la muerte del Señor hasta que vuelva”.
Desmenuzando,
o la comunidad es comunidad –hay reparto de bienes, hay armonía, hay aceptación
mutua, se elimina toda tensión…-, o ya NO ES LA CENA DEL SEÑOR. ¡Y a mí me pone
escalofrío esta afirmación! Y yo la he experimentado en mi alma hace muchos
años en una Concelebración “obligada” que se “aprovechó” para echar en cara quejas
y críticas, y os afirmo que es la vez que –en mi vida- he sentido más sensación
de estado de pecado!
Y
me planteo mucho qué “eucaristías” son las nuestras, cuando se está pendiente
de lo que hace otro…, o se está criticando una acción…, o se sale de la Misa
sacando defectos y comentando negativamente cualquier cosa! Afirmo yo, con San
Pablo, que no se ha celebrado la Cena del Señor. Interpreto la expresión
de Pablo –ante una comunidad donde unos no están en armonía y ayuda a otros-
que allí no está la Cena del Señor.
Muy duro, Por eso lo atempera la traducción oficial y le baja el tono a lo
exhortativo o moralista: “os resulta
imposible comer la Cena del Señor”…: no estáis en condiciones… Lo de San
Pablo es mucho más fuerte: “aquí no ha venido a hacerse presente el Señor”. Y
si esto es así, ya deberíamos tentarnos la ropa en nuestras Eucaristías…, en
nuestras Comuniones…, en nuestras actitudes.
Engarza
muy bien con el Evangelio de hoy [Lc 7, 1-10], en el que el buen centurión
romano no se siente digno de llegar hasta Jesús, y deja que otros hablen por
él. Tiene una urgencia y quiere salir por la salud de su criado enfermo. Pero
¿quién es él para acercarse a Jesús? Jesús iba, Jesús estaba dispuesto a todo.
Pero el centurión reconoce que él es un pagano y que no debe acudir al Maestro.
Es
una actitud muy digna y respetuosa. Es consecuente. Tiene dos prioridades, y lo
principal es la salud de su criado. Llegar hasta Jesús sería para él algo
impropio. Y prefiere que lo que haga Jesús, lo haga sin llegar a su casa
pagana. Que lo diga de palabra y que esa palabra sane… No sabía él que su
expresión iba a quedar estereotipada en la liturgia como acto de fe ante el
momento de recibir a Jesús. Porque la diferencia entre aquello del Centurión y
la oración que de él proviene, tiene una diferencia substancial: él no vio
digno que Jesús llegara hasta él. Nosotros pedimos que digas una palabra y mi alma
quedará sana para que vengas.
Pues bien: esa Palabra que sane
tiene que entrar tan honda que no se quede en decir o en desear. ¡Tenemos que
tomar decisiones que purifiquen vicios demasiado repetidos que no dejan pureza en
el alma! ¡Que la impurifican! Y no me
refiero solamente a ese momento de la Eucaristía. Yo defiendo a capa y espada
que nuestra comunión tiene que darse en la casa, entre amigos/as, en el
comedor, en el paseo, en la mente, en el lugar de trabajo… No dejar “·la
Comunión” para la Misa y la Iglesia, porque eso puede ser causa de “no comer la Cena del Señor”, aunque
recibamos la Eucaristía. Pero ¿realmente está anunciando la muerte del Señor
hasta que Él vuelva? ¿Realmente estamos ante la ALIANZA SELLADA CON LA SANGRE
DE CRISTO?
No lo hablo sermoneando. A mí
personalmente me cuestiona mucho.
No entiendo la razón por la que la "autoridad" religiosa cambia los textos par hacernos mas asequibles las lecturas y quitar la dureza que contienen, el ejemplo está precisamente en la I epistola a los Corintios capitulo 11, (21) ....mientras uno pasa hambre, otro está ebrio... y el colofon que siempre me preocupó (27) ...Así, pues, quien come el pan y bebe el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor.......(29) pues el que come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propia condenación.
ResponderEliminarSi ésto tiene validez, ¿cómo es que nos quieren ocultar la dureza real del texto,? - ¿es que no quieren asustarnos? - ¿Por qué nos sirven la epistola azucarada? - ¿Quizás no es politicamente correcta?
Coincido con el comentario de Pepe Aguilar. De hecho a mi me ha pasado desde siempre que he percibido como si algunos textos bíblicos sean "mutilados" de alguna manera también, aunque no me he obsesionado con el tema, si que he sacado siempre una sensación "extraña". En mi opinión, que ya sabéis los que me conocen que no soy una autoridad en nada en esta vida, es un error no usar todo el sentido de las palabras en las traducciones que luego leemos u oímos.
ResponderEliminarMuy acertado lo que nos cuenta el Padre Cantero acerca del cuestionamiento de esta lectura de la carta a los Corintios. Debo reconocer que en mí causó desde el principio un sano temor a que no se puede vivir la Eucaristía de cualquier manera. Invito a todos a meditar profundamente también sobre esto, porque es bueno.