Los Corintios
Pablo
se presentó en su carta como apóstol de
Jesucristo, por voluntad de Dios. Ya la entrada podía hacer suponer que no
sería una carta ·llana” de contenido, sino que apoyaría aspectos en los que
Pablo ica a hacer uso de esa autoridad. Y hay (3, 1-9) lo hace. No puedo hablaros como a hombres de espíritu
sino como a gente débil, como a cristianos que estáis todavía infantiles. Por
eso os alimentaré con leche; no con comida, porque no estáis para más
Imaginemos
a Pablo presente en nuestras comunidades (Parroquias, asociaciones, grupos,
comunidades…) y pensemos si no tendría que repetir ese discurso.
Lo
refiere en Corinto a que siguen los bajos
impulsos, tenéis celos y envidias y contiendas, y procedéis como gente cualquiera.
Os perdéis en pretender formar facciones: Yo
de Apolo, yo de Pablo… ¿Qué más os da uno u otro si los dos llevamos la
palabra de Dios. Y para más abundamiento, ¡ni Pablo ni Apolo!..., porque es
Dios quien hace crecer la gracia en medio de un campo que sois vosotros.
Otra
vez pienso en Pablo, poco amigo de esos “fan” que parece que no saben oír ni
aceptar más que a alguien… Y lo de más se hace pasar por el cedazo de la crítica,
del detalle nimio, de las comparaciones absurdas. Quiero decir, pues, que no
estamos ante una mera situación histórica eclesial en Corinto, sino que cada
palabra de éstas nos está incumbiendo muy de lleno. Ahora, cada cual deberá
hacer su propia revisión, y oajalá que se en orden de eliminar
endiosamamientgos para unos y descubrimiento de “faltas” de otros.
San
Lucas nos ofrece (4, 38-44) el episodio continuado de aquella mañana en
Cafarnaúm. En la sinagoga había liberado a un poseso.Y de allí se va
directamente a casa de Simón, y ya le advierte el discípulo que su suegra está
enferma, con fiebre alta. Jesús la visita y le bromea amistosamente, y le dice
que se levante, que ya no tiene fiebre… Y Jesús se retira a la estancia
anterior, donde habla con Simón y le va abriendo detalles del Reino.
La
suegra se puso tan mejor que ella misma se puso a guisar y a servir luego la comida.
Jesús le alabó aquel rico guiso, le siguió tratando con cercanía y deferencia.
Ella se retiró respetuosamente, y Simón (y si había alguien más de sus futuros
apóstoles) mantuvieron una deliciosa conversación de sobremesa, en la que Jesús
iba desentrañando sentidos auténticos de la Palabra de Dios, que los judíos –y el
propio Simón- mantenían desfigurados. El interés por aquellas explicaciones
hizo que se pasaran las horas casi sin sentir. Y de lo que estuvieron ajenos
era del movimiento popular de adhesión que se había juntado delante de la casa.
No en vano la suegra no había perdido puntada para dar a conocer su curación tan
rápida cuando Jesús la bendijo, y se le fue la fiebre “como con la mano”.
El
hecho es que a la hora de media tarde, Jesús se encontró con aquel panorama:
las gentes agolpadas, los enfermos puestos delante, como reclamo… Y Jesús dejó
la conversación con Simón, y se vino hacia aquella muchedumbre que quería
tenerlo.
Jesús
empezó curando a los enfermos, pasando entre ellos, cercano a cada uno,
imponiendo las manos…, y sanando a todos, y admirando a la muchedumbre, que
encuentra su salvación en Jesús. Jesús ha de hacerles ver que aquellas
sanaciones sólo eran signos proféticos, y que la importante estaba en las
liberaciones interiores. Que no se queden en lo de fuera, aunque les sea tan
llamativo, y que hagan camino al interior de cada uno, porque es en esa obra de
Jesús donde hay que detenerse, y sacar la conclusión del nuevo profeta que ha visitado su tierra.
De
noche ya, se retiraron, Jesús se colocó en lugar fácil para salir sin
despertara nadie y pasar desapercibido. Porque todo lo vivido aquellas 24
horas, había que llevarlo ante el Corazón de Dios. Y Jesús se salió de madrugada
y se fue a un descampado para abrir su corazón ante Dios. Podía sentirse
satisfecho de aquella oportunidad. Y habló con Dios. Y Dios habló con Él. Y en
ese profundo diálogo estaban cuando Simón vino a buscarlo porque todo el mundo te busca
Pero
Jesús había orado ante Dios y con Dios, y de allí salía una nueva dirección. No
debía ceñirse a un lugar…; su vida
estaba pidiendo (y estaba abocada) a llevar el Reino a otros sitios, Porque para eso he venido.
Ésta
es la gran lección: Jesucristo es de todos y no es de nadie. No queda atrapado ni
por unas personas, ni por unas formas, ni por un éxito, ni por fracasos. Jesús
lleva su camino, contrastado con Dios y dejándose llevar por Dios. Jesucristo
no se apega a nada. Él va enviado como Mesías de Dios.
Jesús, se fijaba atentamente en cada uno de los enfermos y los curaba imponiéndoles sus manos. Todos eran bien recibidos y, les dedicaba su atención plena,porque cada uno es único para Él. La actividad de Cristo era intensísima. Él nos enseña cómo debe ser nuestro apostolado. En nuestros días hay muchos hermanos que no han oído hablar de Jesucristo o han oído mal; que no saben que es el Mesías que ha venido a redimirnos con su sangre. No podemos perder más tiempo: tenemos que emprender el camino hacia Jesús, acompañar a nuestros hermanos, sabiendo que somos pobres instrumentos y que el trabajo lo realizará el Señor. Nos invitará a comenzar ¡ya! el saber que buscamos lo mejor para estos hermanos que andan desorientados: lo mejor es Jesucristo que se da a todo aquel que quiere acogerlo.¡Llevemos a nuestros Hermanos a Jesús para que les imponga las manos y los cure!
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