Dos mundos en
uno solo
“Como dista el cielo de la tierra, mis caminos
son más altos que vuestros caminos”. Mis
planes no son vuestros planes; vuestros caminos no son mis caminos (Is, 55,
6-9).
Es
la “lucha” que hay que mantener constantemente a propósito de la justicia/misericordia de Dios, cuando
estamos emperrados en conservar el baremo de nuestras “justicias humanas” aplicadas
a Dios. Nos cuesta un enorme trabajo separar el significado del término “justicia”
aplicado a la justicia humana y diferenciado totalmente de la JUSTICIA DIVINA.
Tan
diferenciado que –en lo humano- el juez condena al culpable y libera al
inocente y eso es lo justo para nuestro sistema. O un empresario es justo
cuando paga a todos los empleados su jornal legal.
En Dios la
justicia es que no quiere la muerte del
pecador sino que se convierta de su maldad y que viva. La justicia es que se ajusta con el hombre a que reciba su “jornal”
(y amplio jornal) cuando ese hombre se pone a la disposición del “trabajo”,
honradamente, desde el comienzo del día. Dios será tan justamente verdadero que
le pagará su denario –tal como se
convino- cuando se llegue al final de la jornada. Que, al fin y al cabo es
esa salvación que Dios quiere para
todos.
Pero en Dios
no se agota la JUSTICIA en la aplicación del “convenio”… Todavía su
MISERICORDIA le lleva SER JUSTO con los que llegaron más tarde pero habían sido
invitados a ir a la viña. ¿Y qué es para Dios SER JUSTO? Pues que esos
rezagados, que –al final llegaron- tienen mujer e hijos, y hambre y necesidad
de ropa. Y Dios no les dice que “Dios les
ampare” sino que Él es Dios y Él les ampara. Y como no le hace perjuicio a nadie, porque Él
dispone de lo suyo, opta por pagar el “denario” de la salvación también a aquellos
remolones…, que –al fin- habían acudido a la Viña.
La JUSTICIA
DIVINA ES MISERICORDIA, y la
MISERICORDIA DIVINA expresa la GRAN JUSTICIA DE DIOS, que no quiere la muerte del pecador
sino que se convierta y viva.
He ahí la
parábola de Jesús, una parábola que provoca discusión y no plena comprensión
entre muchos, que están tan aferrados a los conceptos humanos, e incluso a
ancestrales expresiones bíblicas del catecismo, que sitúan sin reparo a Dios en
esa misión de juez impertérrito que deja caer la sentencia de muerte contra el
pecador y la declaración de inocencia sobre el “bueno”. La verdad es que para
eso no había que ser Dios.
Para condenar
al pecador en el confesionario y hacer recaer sapos y culebras sobre el malvado
–en plan justiciero-, no se hubiera contado la parábola del padre bueno. Para
acoger al que viene destruido por su propio pecado y tenderle los brazos para
que entre –de pleno derecho- en el Reino de Dios…, en el corazón del Padre…, en
el banquete del ternero cebado, para eso hay que ser Dios, hay que ser JUSTO
(con la justicia que justifica,
perdona, santifica…), Para eso hay que
ser Dios y tener otro baremo de LA JUSTICIA, que es lo que se llama
MISERICORDIA. Y no deja de aparecer por ahí la figura de los fariseos que
no pueden ni entender esta nueva realidad que es la que Cristo vino a traer,
acercándose a los pecadores y los enfermos (en aquella cultura era decir igual),
y sacando a flote que es perdonado el que
ama más…, aunque los fariseos se escandalicen de aquel que perdonaba
pecados…, que usaba SU JUSTICIA gozándose y haciendo fiesta por la oveja
perdida y encontrada, en vez de las 99 que no necesitaban… (y allí estaban
aquellos fariseos que oraban al Señor con todo enorgullecimiento, porque no eran como los demás).
Hoy es un
domingo que quiere abrirnos a ese mundo de la JUSTICIA MISERICORDIOSA…, del
Corazón de Dios que da al bueno “su paga”…, y “de los suyo –de su gran Corazón-
se vuelca hacia aquellos “menos buenos” y holgazanes…, que también son las niñas de los ojos de Dios. ¿O es que vamos a crear mal
corazón porque Dios es Bueno, y reparte LO SUYO desde la grandeza de las
entrañas de su Corazón?
San Pablo escribe
a los fieles de Filipos uno de los más bellos pensamientos del hombre de
corazón grande. Desde la cárcel, dice: Cristo
será glorificado por mi vida o por mi muerte. Como deseo mío, irme ya con Cristo.
Como apóstol, puedo seros necesario. En consecuencia, no hago elección
porque lo que importa es que vosotros
llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo. Esa es también LA JUSTICIA DE PABLO… lo que
sea más conveniente; no lo que a mí me guste. Es la justicia del HOMBRE DE
DIOS, la JUSTICIA que tiene su traducción más perfecta en: santidad, lealtad,
fidelidad. La que lleva a que el Evangelio defina a San José como VARÓN JUSTO,
en la definición más perfecta del hombre que vivió colgado de los planes de
Dios.
JUSTOS seremos cuando la EUCARISTÍA
nos ponga hoy en el fiel de la balanza…, en el punto justo, ahí donde se note que Jesús ha entrado un punto más en
nuestras vidas y nos ha acercado a ser justos con la justicia/misericordia de Dios.
Me interroga esa frase de Pablo, a la vez que me hace enfocarla al plano actual del mundo y de nuestra coherencia de vida evangélica: "Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo". Lo tangible de esa afirmación, debe ser motivo de introspección para reflexionar sobre nuestra actitud de vida en nuestro día a día. Nuestras acciones (las que se ven y las que sólo ve Dios), nuestros pensamientos, nuestra caridad, nuestro compromiso, nuestra palabra, nuestro compartir... ¿es digno del Evangelio de Cristo? Mucho que reflexionar, y al menos en mi caso, mucho que rectificar.
ResponderEliminarAdmiro la esperanza de Pablo en Cristo y su amor hacia aquellos cristianos que había llevado a la fe.Encarcelado y sufriendo, por causa de aquellos, que por rivalidad quieren entorpecer su obra.Esto no le quita la paz y la serenidad para seguir trabajando en la viña del Señor. No nos des animemos nosotro ni nos demos por vencidos si no obtenemos los resultados que esperábamos
ResponderEliminarCristo no fracasó en la Cruz Actuemos contra corriente y al final lograremos alcanzar lo que nos hemos propuesto."Animo".