DICHAS Y
DESDICHAS
Entrando
por la 1ª lectura de San Pablo (1Co 7, 23-31), confieso que yo he tenido
siempre la sensación de que se mete aquí en un berenjenal del que medio sabe
salir. Si yo hiciera una paráfrasis del tema, me detendría en un punto: no todo
hombre y mujer tiene vocación de casados por el hecho de ser hombre y mujer
solteros o libres. Porque un/una egoísta no tiene capacidad para un matrimonio.
Que se lo pregunten a quienes se han unido a persona egoísta, egocéntrica…, que
vive para sí y sólo plantea la vida desde sí. ¡Pobre de la otra parte! Por eso
es un error ese pensamiento de quienes pretenden superar su propia desdicha
egoísta casándose. Porque sólo trasladan su egoísmo de un campo a otro, con el
agravamiento de hacer desdichada a la otra parte…, o a unos hijos que han de
padecer esa situación de alguno de sus progenitores.
San
Lucas es el evangelista del pueblo.
Es un hombre que se ha ido a evangelizar una comunidad pobre, que –eso sí-
alejada de prejuicios religiosos previos, lo que necesita es que se les hable
con sencillez. Y Lucas “se ha bajado al llano” (en vez de estar “en el Monte”)
y plantea las BIENAVENTURANZAS “en versión reducida” y “contrastada” con las desdichas contrarias.
Primer
punto a advertir: habla de la dicha de los pobres sin más connotaciones.
Como su comunidad es pobre, no se mete a hablar de la “pobreza de espíritu”. Lo
que quiere es que, pobres como son, sepan encontrar la dicha en su propia
pobreza, si la viven con un espíritu cristiano. Y son dichosos porque vuestro es el
Reino. Jesús vino precisamente a los POBRES. Por tanto llevan esa
ventaja. No pueden apoyarse ni en dinero, ni en influencias, ni en ventajas
sociales. Su riqueza es Dios, es su fe, es su saber ser felices en lo que
tienen. Y Dios es su Rey, y saldrán adelante desde otras coordenadas distintas
y distantes de los bienes humanos.
Y
la contraposición al canto: ¡Ay de vosotros los ricos, porque ya tenéis
vuestro consuelo! En efecto: el rico ya tiene en su riqueza todo lo que
le puede hacer feliz. No tiene un palmo más delante de sus narices. Con sus riquezas
se queda y en sus riquezas se ahogará. No le quedan perspectivas. Como a aquel
rico que contó Cristo, que sólo vivió para comer…, y el día que se murió, lo enterraron.
Esa fue su “riqueza”.
DICHOSOS
LOS QUE TENÉIS HAMBRE. Pobres, sí, pero no encerrados en su pobreza. Gentes
alegres en su alma, que no renuncian a un mundo mejor. Tienen hambre; no se han
acomodado a la injusticia dse los demás ni a la injusticia de una sociedad
egoísta. Ansían noblemente un mundo más justo, donde los bienes sean de todos y
para todos. No envidian pero sienten emulación, porque es hermoso aspirar a más
y no pensar que ya hay que echarse a morir o que no les queda nada que hacer. Y
San Lucas apostilla: serán saciados. Esas ansias pacíficas
de mejora, de felicidad, van a encontrar satisfacción. No se quedan
absurdamente resignados. Luchan, aspiran. Y verán colmados sus deseos. Y lo que
no sea aquí, en la charca egoísta de la vida, lo hallarán donde todas las
nobles ansias del espíritu tienen generoso cumplimiento.
¡Ay
de vosotros los que estáis saciados, porque tendréis hambre! ¡Cómo lo
experimenta uno cuando ve a alguien a quien nada le falta, que todo lo tiene, que
no necesita de nadie, que nada espera, que se basta a sí mismo, que no sabe
tender una mano para pedir ayuda! ¡Qué pena da! ¡Cómo tiene que estar de vacío!
Me he parado la mirada en esa juventud que “lo tiene todo”, que “de nada carece”,
que “se basta a sí misma”, que vive la vida “de Jauja” y que no quiere toparse
con la dificultad. ¡Y el día que se le viene un revés encima, se hunde!
(depresiones, suicidios, pasotismo, agresividades, drogas…)! Sí: se han topado
con el hambre más cruda y dolorosa: estar vacíos y no tener de qué llenarse.
DICHOSOS
LOS QUE LLORÁIS, PORQUE REIRÉIS. Casi que basta con repetir lo dicho. Lo único
que hay es que distinguir las lágrimas pacíficas, relajantes, acogidas sin
amargura, o las lágrimas de desahogo o de arrepentimiento de errores personales…,
de esas otras lágrimas de rabia, de desesperanza, de odio, de envidias
insaciables… Las primeras son dichosas y acabarán en risa y gozo, porque el
espíritu sale por encima de todas las contrariedades, por ese “termostato” del dolor que regula y
mantiene dentro de un punto soportable. Las segundas son las que expresa San
Lucas para los que ahora ríen, pero se les convierte en duelo y llanto amargo.
DICHOSOS
LOS AHORA ODIADOS POR LOS HOMBRES…, excluidos por causa del Hijo del hombre.
Cosa que hoy no está tan lejos. El creyente cristiano hoy es denostado, tenido
en menos como seguidor de cuento de viejas… Cuando eso es por razón de nuestra
adhesión a la fe en Cristo…, a su Persona, no nos pese. Es el testamento del
seguidor de Jesucristo. “No hablemos de los perros hasta que salgamos del
cortijo”. Y en ese “cortijo” están
quienes nos minusvaloran… Pero ellos son los desdichados porque todos hablarán bien
de ellos, con esa puñalada trapera de la adulación y del sistema de usar y tirar con el que se enfrentan los
“floreros” de hoy, caídos en desgracia a la primera de cambio. Y ahora, caídos,
¿a dónde se agarrarán? Se me viene a la mente el trágico chiste del agárrate a la brocha, que me llevo la
escalera. Porque eso les espera a quienes pensaron que todo consistía en “pintar”…
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