Hago nuevas
todas las cosas
Tomo
el agua desde atrás, puesto que he tenido dos días sin parada en el mensaje de
las lecturas. San Pablo advertía ayer a los corintios la delicadeza que hay que
tener con los prójimos débiles. Muchas veces uno puede hacer en sana libertad
de su espíritu muchas más coas…, si viviera aislado. Pero muchas de esas “cosas”
debe pensárselas cuando alguien está delante, porque a la mujer del rey no le basta ser buena sino también parecerlo. Podría
un cristiano comer tranquilamente de la carne que los paganos ofrecieron a su ídolo,
puesto que el creyente sabe que el ídolo es nada y que ese ofrecimiento es
nada. Pero esta delante quien –por su débil formación y débil fe- se va a
escandalizar, se va a tambalear al ver esa forma de proceder. Y concluye Pablo:
que el cristiano no coma de esa carne
para evitar el escándalo del pusilánime.
Hoy
da un paso más (10, 14-22). En Israel, comer unas víctimas ofrecidas es unirse
al altar en que se ofrecieron. Como nosotros que comemos de la víctima Cristo,
y nos quedamos unidos en una UNIDAD, porque el PAN ES UNO. Entonces comer de
las víctimas paganas es participar del altar pagano. Y eso es demoníaco. Y no
podéis beber de dos copas: la del Señor y la de los demonios.
No
está lejos de realidades prácticas. Hay cristianos que están unidos a la
Eucaristía y juegan luego con el tarot,
la güija, o determinados ritos sospechosos…, dudosos (entre los que no
están ausentes -con “falsa tranquilidad- determinadas drogas y formas alucinantes;
provocaciones en modas y formas; peligrosas y atrevidas entradas en internet…),
bajo el señuelo de “nada es malo”, “a mí
no me hace daño”…, que son subterfugios demoníacos (en expresión de San
Pablo). Y ya no se trata de “escándalos de débiles sino de un juego doble de
estar por la mañana en la Eucaristía y por la tarde en “los ídolos”. Pregunta
San Pablo. ¿Vamos a provocar al Señor?
También
en el Evangelio podemos irnos más arriba del texto de hoy, porque ayer nos
advirtió Jesús de ls fácil tendencia a pretender “sacar la paja del ojo ajeno”
sin haberse quitado uno –primero- la viga que tiene en el suyo. Éste es el
origen de la mayoría de juicios y críticas…, y del propio ridículo (porque si
uno empezara por trabajarse su propia “viga”, se evitaría muchas falsas “visiones”
de lo de los otros. ¡No le quedaría tiempo…, ni ganas de mirar la paja ajena!
Por
eso hoy aterriza (Lc 6, 43-49) en la raíz de esas “vigas”: el árbol…, el fondo del corazón. Porque del árbol bueno proceden frutos buenos, y del árbol malo, los malos. Y
el árbol bueno no fa frutos malos, y el malo no da frutos buenos. ¿Nos paramos
a ahondar en estas parábolas rápidas de Jesús? Porque Jesús dijo mucho en estas
comparaciones que han quedado muchas veces en “frases”, pero en la que Jesús
puso todo un tratado para mirar cada cual su propia conciencia, su propio árbol… ¡Mire cada cual sus frutos de
andar por casa… y sabrá cómo es su árbol.
¿No
será que es muy fácil ir al Señor y clamar y repetir palabras…: Señor, Señor…, y que –sin embargo- el
corazón no esté con el Señor. Termómetro: quien
escucha estas palabras mías y las pone en práctica. Y vuelve Jesús a otra
parábola rápida: el verdadero creyente ahonda la Palabra de Dios y la Voluntad
de Dios. Cava, profundiza, arraiga, construye en roca maciza… Cuando surjan
embates de fuera, no se hunde lo que se construyó; no se tambalea la fe.
Muchos
“Señor, Señor”, ¿en qué quedan cuando viene el primer viento contrario? Lo
tenemos visto. Unos, porque se agarran a exageraciones falsamente piadosas,
extremosas…, que ni dan nada ni comprometen nada (se quedan en “rito exterior
llamativo). Otros porque no llegan… Los primeros porque –lejos de una praxis
eclesial- tienen que añadir “aspavientos” (se nota, por ejemplo, en algunos
comulgantes). Los otros, porque se acercan a comulgar –permitidme la expresión-
como el que va a una pastelería. Unos, que se hacen críticos de lo que pone la
Iglesia e incluso del proceder del Papa, aferrados a “sus tradiciones” (e
incluso ignorancias). Otros que carecen del respeto necesario hacia la dignidad
de los Sacramentos, o del simple Catecismo.
Jesús
nos habla en esa parábola de “hacer lo que Yo os digo”. Y la
pregunta que nos queda entonces es hasta dónde la vida de alguno que otro
creyente responde a un evangelio, o lo prescinde o lo ignora…
Quizás
eso provoca ese derrumbamiento de “determinadas construcciones sobre tierra” de
las que hablaba Jesús en este parábola.
*** ***
Nos
decían en el ENCUENTRO NACIONAL del “Apostolado” que es fácil caer en
cierta pasividad al encomendar cada día las INTENCIONES DEL PAPA. Y nos han
puesto delante que esas intenciones están para ser interactivas: que lo que
pedimos lo busquemos poner en práctica. Si estamos pidiendo este mes por los discapacitados, ver el modo de ayudar a
discapacitados. Si pedimos por el servicio a los pobres, buscar algún acercamiento humano al pobre. Que no significa
dar una moneda, sino darle una cercanía humana. ¡Cierto que esto es más
difícil! Pero esto es haber entrado en las INTENCIONES DEL PAPA.
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