05 de enero de 2014 (Zenit.org) - El papa Francisco rezó este
domingo la oración del ángelus desde el estudio pontificio, y asomado en la
ventana del mismo que da hacia la plaza de San Pedro dirigió a los miles de
peregrinos que la llenaban las siguientes palabras.
“Queridos hermanos y hermanas, ¡buen día!
La liturgia nos repropone, en el prólogo del evangelio de san
Juan, el significado más profundo de la Navidad de Jesús. Él es la Palabra de
Dios que se ha hecho hombre y ha puesto su “carpa” su habitación entre los
hombres. Escribe el evangelista: “El Verbo de Dios se ha hecho carne y vino a
habitar entre nosotros”.
¡En estas palabras que no terminan nunca de maravillarnos esta
todo el cristianismo! ¡Dios se ha hecho mortal, frágil como nosotros y ha
compartido nuestra condición humana excepto el pecado, pero sí tomó sobre sí
mismo los nuestros, como si fueran propios y ha entrado en esta historia y se
ha vuelto plenamente el Dios con nosotros!
El nacimiento de Jesús, entonces nos muestra que Dios ha querido
unirse a cada hombre y a cada mujer, a cada uno de nosotros para comunicarnos
su vida y su alegría. Así Dios, es Dios con nosotros, el Dios que nos ama, Dios
que camina con nosotros. Éste es el mensaje de Navidad. El Verbo se hizo carne.
Así la Navidad nos revela el amor inmenso de Dios por la humanidad.
De aquí deriva también el entusiasmo, la esperanza de nosotros
cristianos, que en nuestra pobreza sabemos que somos amados, visitados y
acompañados por Dios. Y miramos al mundo y a la historia como el lugar en el cual
caminar junto a Él y entre nosotros, hacia cielos nuevos y tierra nueva.
Con el nacimiento de Jesús ha nacido una promesa nueva, un mundo
nuevo, pero un mundo que puede ser siempre renovado. Dios está siempre presente
para suscitar hombres nuevos, para purificar el mundo del pecado que lo
envejece, del pecado que lo corrompe. Por cuanto la historia humana y aquella
personal de cada uno de nosotros pueda ser marcara por las dificultades y las
debilidades, la fe en la Encarnación nos dice que Dios es solidario con el
hombre y con su historia.
Esta proximidad de Dios al hombre, a cada hombre, a cada uno de
nosotros ¡es un don que no tiene fin! Él está con nosotros, Él es Dios con
nosotros y esta proximidad no tiene ocaso. Aquí está el anuncio gozoso de la Navidad:
la luz divina que inundó los corazones de la Virgen María y de san José, y que
guió los pasos de los pastores y de los magos, brilla también hoy ante
nosotros.
En el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, hay también un
aspecto relacionado con la libertad humana, la libertad de cada uno de
nosotros. De hecho el Verbo de Dios pone su carpa entre nosotros, pecadores y
necesitados de misericordia. Y todos nosotros tenemos que apurarnos a recibir
la gracia que Él nos ofrece. En cambio, prosigue el evangelio de san Juan, “los
suyos no lo recibieron”.
“También nosotros tantas veces lo rechazamos, preferimos quedarnos
cerrados en nuestros errores, en la angustia de nuestros pecados. ¡Pero Jesús
no desiste y no deja de ofrecer a sí mismo y su gracia que nos salva! Jesús es
paciente, sabe esperar y nos espera siempre.
Este es un mensaje de salvación, antiguo y siempre nuevo. Y
nosotros estamos llamados a dar testimonio con alegría de este mensaje del
evangelio de la vida y de luz, de esperanza y de amor. Porque el mensaje de
Jesús es este: vida, luz, esperanza, amor.
María, Madre de Dios y nuestra tierna Madre, nos sostenga siempre,
para que seamos fieles a la vocación cristiana y podamos realizar los deseos de
justicia y de paz que llevamos en nosotros al inicio de este nuevo año”.
A continuación el Santo Padre rezó la
oración del ángelus y después anunció su viaje a Tierra Santa.
"En el clima de alegría típico de este tiempo de Navidad,
deseo anunciar que del 24 al 26 de mayo próximo, Dios mediante, cumpliré una
peregrinación a Tierra Santa". La finalidad principal es conmemorar
el histórico encuentro entre el papa Pablo VI y el patriarca Atenagora,
exactamente el 5 de enero, como hoy, de hace cincuenta años atrás.
Las etapas serán tres: Amman, Belén y Jerusalén, tres días. En el
Santo Sepulcro celebraremos un encuentro ecuménico con todos los representantes
de las Iglesias cristianas de Jerusalén, junto al patriarca Bartolomé de
Constantinopla. Desde ya les pido que recen por esta peregrinación que será una
peregrinación de oración.
En las semanas pasadas me han llegado desde todas las partes del
mundo tantos mensajes de felicitaciones por la Santa Navidad y por Año Nuevo.
¡Me gustaría, pero lamentablemente es imposible responderles a todos! Por ello
quiero agradecerles de corazón a los niños, por sus lindos dibujos, los niños
hacen lindos dibujos, que son realmente lindos, lindos. Agradezco a los jóvenes
y a los ancianos, a las familias, a las comunidades parroquiales y religiosas,
a las asociaciones, movimientos y diversos grupos que han querido manifestarme
su afecto y cercanía. Les pido que sigan rezando por mí, lo necesito, y rezar
por este servicio a la Iglesia.
Y ahora saludo con afecto a ustedes, queridos peregrinos presentes
hoy, en particular a la Asociación Italiana Maestros Católicos: les animo en su
trabajo educativo, ¡es muy importante!
Saludo a los fieles de 'Arco di Trento e Bellona', a los jóvenes
de Induno Olona y a los grupos de Crema y de Mantova que trabajan con personas
diversamente hábiles. Saludo también al nutrido grupo de marineros brasileños.
Y a todos les deseo una ¡“buona domenica e buon pranzo!”.
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